Otraparte: El azar también juega ajedrez

Foto Las hay que prefieren jugar ajedrez con tiernos unicornios en lugar de caballos…

Por Oscar Domínguez Giraldo, Bogotá

¿Qué tal jugar fútbol con una bola de ping pong o béisbol con canicas? Si eso ocurriera, hasta el guachimán del manicomio diría que “al mundo le falta un tornillo”.  

Pues en el silencioso mundo del ajedrez que tiene dos patronas, la diosa griega Caissa y Santa Teresa de Jesús, se formó hace poco tremendo despelote.  

Sucedió cuando diez grandes maestros disputaron un torneo virtual con la presencia del excampeón mundial Garry Kasparov quien dominó la pasarela ajedrezada durante veinte años.  

A deportes como el ajedrez, el virus que tiene al mundo pagando escondederos a peso le pasó por encima sin romperlo ni mancharlo.  

El match –y aquí está la locura- fue organizado por el Saint Louis Chess Club aplicando el sistema Fischer Random,  inventado por un rebelde con y sin causa, el fallecido Robert Fischer. 

Bobby, para nosotros sus pareceros, les arrebató a los soviéticos la supremacía en el divino juego en el que “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza”.  

El sistema fue ideado para sacar ese deporte de la comodidad del bostezo  y obligar a los gladiadores a crear desde cuando el reloj empieza su parsimonioso tic tac.  

En palabras del rector del Gimnasio Moderno, Víctor Alberto Gómez, “en escaques un ducho y en las damas un hacha”, el modelo Fischer evita “que los jugadores de ajedrez asistidos por las computadoras, se aprendan de memoria variantes completas de aperturas y el juego termine siempre en aburridas tablas”.  

Y aquí es donde entra a jugar el azar que andaba por la vida sin mucho qué hacer. El Random Fischer deja los peones en su sitio al principio del juego pero la piezas mayores tienen 960 posiciones para arrancar. El caprichoso azar dispone cómo van las fichas.  

El plato principal lo constituyó el enfrentamiento entre Kasparov y otro estradivarius del ajedrez, el campeón desde hace 9 años, Magnus Carlsen, quien a los trece años sorprendió a la cátedra al empatarle al entonces campeón.  

Kasparov, de 57 años y retirado de tablero, devolvió favores y empató con el nerd noruego que compartió el primer puesto con Ikari Nakamura.  

Don Garry fue octavo y no desentonó. Gano una partida, empató cinco y perdió tres juegos, incluido uno ante Caruana, segundo clasificado, porque manejó mal el mouse. A los médicos también les da tos.  

Ojalá en Colombia, en la aldea global, nos salgamos del tablero y saquemos el ajedrez de la patria boba de los empates.  

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