México encara una nueva era y entrega el bastón de mando a la primera presidenta del país

La presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, durante un acto protocolario en la Ciudad de México. ISAAC ESQUIVEL (EFE)

CARMEN MORÁN BREÑA

México – 

México está preparado para recibir este martes a su primera presidenta en los 200 años de independencia del país, una mujer de izquierda sin rastro de priismo en su larga trayectoria política, lo que confiere a la denominada toma de protesta de Claudia Sheinbaum Pardo características históricas que vendrán acompañadas de numerosos símbolos, muchos de los cuales están marcados por la presencia femenina. Recibirá de otra mujer, la presidenta de la Cámara de Diputados, Ifigenia Martínez, la banda presidencial que antes habrá entregado Andrés Manuel López Obrador. En este día, que es festivo en México, otras mujeres representantes de los pueblos originarios de la República participarán en las ceremonias y rituales previstos con una presencia nunca antes conocida.

Presidentes, vicepresidentes y personalidades de todo el mundo han ido aterrizando en las últimas horas para acompañar la toma de posesión. Todos aquellos con quienes el país mantiene relaciones diplomáticas han sido invitados, desde el ruso Vladímir Putin hasta el argentino Javier Milei, pero no el rey Felipe VI por lo que España, segundo socio comercial de México y país hermano, como repiten a un lado y otro del Atlántico, no tendrá representación alguna por decisión del presidente del Gobierno Pedro Sánchez. El roce diplomático entre ambos países, ocasionado por las heridas sin restañar de la Conquista de 1521, será una de las herencias de la nueva presidenta.

La proclamación de Sheinbaum se extiende en una larga agenda de la mañana a la noche, casi como una boda real. Ya ha sido anunciado el color marfil del vestido que lucirá la presidenta, bordado de alegres tonos por la artesana oaxaqueña Claudia Vásquez Aquino. Al mediodía, la nueva jefa de la República se trasladará al Palacio Nacional y saludará a los jefes de Estado uno a uno, mientras los coros y danzas se suceden en la gran plaza del país, el Zócalo capitalino. A las cinco de la tarde, la puerta de honor del palacio se abrirá para que la presidenta de la segunda economía de América Latina y el primer país de habla española del mundo salude al pueblo mexicano.

Claudia Sheinbaum Pardo (Ciudad de México, 62 años) es una política de raza que llega de comandar como jefa de la capital el destino de más de nueve millones de ciudadanos y ya ha formado su gabinete presidencial, completando una transición cómoda y ordenada con el anterior presidente, su mentor, el muy carismático Andrés Manuel López Obrador, quien ha agotado su mandato hasta el último minuto. Licenciada en Física y doctora en Ingeniería Ambiental, Sheinbaum procede de una familia europea de orígenes judíos y linaje académico. Seria y concienzuda, su supuesta falta de carisma reveló una sorpresa en las elecciones del pasado junio, cuando logró aún más apoyos que su antecesor, casi 36 millones de votos acompañados de enormes mayorías en las Cámaras y donde su partido, Morena, ha ido ganando a lo largo de los últimos años el grueso de los Estados del país. Gobernará con un enorme poder en sus manos y una oposición que no se ha recuperado del susto y sigue desarticulada.

Dos palabras aparentemente antagónicas, continuidad y cambio, serán las claves de su mandato, sin que se atisbe aún cuál de ellas prevalecerá. Las primeras promesas anuncian la extensión de las ayudas sociales que se han venido implementando en el país, para los mayores, las mujeres, los estudiantes, de modo que continúe el combate a la pobreza iniciado por López Obrador, signo inequívoco de su mandato. La formación del nuevo gabinete señala también cambios: “la doctora”, así la llaman, atenderá áreas que no fueron tan beneficiadas antes, como la ciencia y el medio ambiente, y hereda carencias significativas en carteras cruciales, como la salud y la educación. Sin embargo, la gran tarea pendiente es la seguridad, donde las estadísticas se muestran tozudas con cifras que, aún redondeadas, se empeñan en un centenar de muertes violentas al día de promedio.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tras desvelar su retrato en los corredores del Palacio Nacional, este lunes.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tras desvelar su retrato en los corredores del Palacio Nacional, este lunes. SÁSHENKA GUTIÉRREZ (EFE)

Los cambios de gobierno, aunque anuncien continuidad, generalmente ocasionan temblores económicos. No ha sido esta la excepción. La gran mayoría alcanzada en las urnas trajo consigo un desasosiego que de inmediato se manifestó en una caída de la moneda, hasta entonces muy fortalecida, y la inquietud en el mundo financiero e inversor que pronto se apresuró a taponar la presidenta electa con reuniones en las más altas esferas y signos de estabilidad política. Pero las señales de fortaleza económica que presumían López Obrador al finalizar su mandato y su sucesora en la campaña electoral, muestran ahora algunos nubarrones que conviene tener en cuenta, con una desaceleración económica en la que algunos expertos quieren ver ya la antesala de la recesión. El gasto público en infraestructuras deja un margen de acción más limitado a la sucesora y las inversiones extranjeras, que también alcanzaron cumbres inéditas con los 36.000 millones de dólares de 2023, no responden todas a nuevos proyectos, al contrario, la mayoría es una reinversión de capital.

La reforma judicial recientemente aprobada, en la que se ha empeñado el presidente y que fue secundada por la sucesora en campaña electoral, no ha ayudado en este contexto. La elección popular de los jueces, como si se tratara de políticos, ha sido el último conflicto que ha puesto los pelos de punta a los inversores, que reclaman garantías de independencia judicial. Pero el tiempo de López Obrador ha terminado y ahora será Sheinbaum quien se tendrá que encargar de que las aguas tomen sus cauces, es decir, de que cambio y continuidad sea una ecuación que funcione.

De cualquier modo, la solidez económica que ni siquiera negó la oposición en campaña electoral persiste, a decir de los expertos, y la geografía mexicana ayuda. México es el principal socio comercial de Estados Unidos, por encima de China, y se espera que la frontera común entre ambos países sea clave en la relocalización de empresas con las que el Gobierno de Sheinbaum espera incrementar empleos y mejorar su productividad.

Es tiempo de mujeres en México. Con su primera presidenta, como ella misma repite, llegan todas al poder. El número de diputados y diputadas es parejo y no son pocas las instituciones que tienen a una mujer al frente. Pero una cosa son las cifras y otras las políticas sustantivas. Cada discurso pronunciado por Sheinbaum en los últimos tiempos ha tenido su buena ración de feminismo, lo que ha logrado, por el momento, una tregua del colectivo, que había acumulado decepciones en el sexenio que ahora termina. Para las feministas, tener a una mujer en el más alto sillón del país supone una dosis de esperanza. México es un país muy machista, pero pocos en el mundo han conseguido todavía una mujer presidenta.

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