QUISQUILLAS DE ALGUNA IMPORTANCIA
por Efraim Osorio López
Como lo anoté un par de semanas atrás, la construcción ‘es por eso que’ es una de las muestras más comunes del ‘que galicado’
En una crónica sobre un triángulo amoroso que terminó con la muerte de un ciudadano, dice el redactor que uno de los implicados recriminó a la mujer “al tiempo que emigró de la vivienda” (LA PATRIA, Sucesos, 26/8/2023). Y coloquialmente, cuando queremos salir de algún sitio, decimos: “Emigremos de aquí”. En ambos casos, el verbo ‘emigrar’ está mal empleado. El verbo latino ‘migrare’ significa ‘emigrar, pasar de un lado a otro, irse de, o a; cambiar de residencia’, y es la raíz de los también verbos latinos ‘emigrare’ (‘cambiar de morada, pasar a vivir a otra parte’) e ‘immigrare’ (‘penetrar en, pasar a, ir a vivir a otra parte’) y de los nuestros ‘inmigrar’ y ‘emigrar’. El primero tiene esta acepción: “Dicho del natural de un país. Llegar a otro para establecerse en él, especialmente con la idea de establecer nuevas colonias o domiciliarse en las ya formadas”. Y a ‘emigrar’ le asignan tres: “Dicho de una persona, de una familia o de un pueblo: Dejar o abandonar su propio país con ánimo de establecerse en otro extranjero. // 2. Ausentarse temporalmente del propio país para hacer en otro determinadas faenas. // 3. Abandonar la residencia habitual dentro del propio país, en busca de mejores medios de vida”. Ninguno de estos significados es aplicable a la acción que narra el periodista. Verbos más apropiados, ‘salir, abandonar, dejar’: “…al tiempo que salió de la vivienda”. ***
Como lo anoté un par de semanas atrás, la construcción ‘es por eso que’ es una de las muestras más comunes del ‘que galicado’. Hay otras, muy frecuentes también, en las que la partícula ‘que’, que se contrapone al verbo ‘ser’, usurpa el oficio de los adverbios de tiempo (‘cuando’), de lugar (‘donde’) y de modo (‘como’). De ejemplo, las dos siguientes oraciones de un editorial de El Tiempo sobre Álvaro Mutis: “Fue en los viajes en barco de la infancia que aprendió el amor al mar…”. “Fue en la clase del poeta Eduardo Carranza (…) que escuchó su vocación a la poesía…” (28/8/2023). En las dos, la susodicha partícula debió ser reemplazada por el adverbio de lugar, así: “Fue en los viajes en barco (…) donde aprendió…” y “Fue en las clases (…) donde escuchó…”, porque, evidentemente, se trata de lugares. Con los adverbios de tiempo y modo: ‘Fue en 1605 que se publicó la primera parte de El Quijote’ en lugar de ‘fue en 1605 cuando…”, y ‘es así que se hace’ en vez de ‘es así como se hace’. Aunque la Academia de la lengua no condena estas construcciones, el lenguaje culto las rechaza. ***Una de las normas más elementales y claras de nuestro idioma es la concordancia en género y número del adjetivo con el sustantivo que califica o determina, no importa que estén separados por una o varias palabras, como en los primeros versos de la ‘Canción a las ruinas de Itálica’, de Rodrigo Caro: “Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora / campos de soledad, mustio collado*, / fueron un tiempo Itálica famosa”. En ellos, el adjetivo demostrativo ‘estos’ concuerda en género y número (masculino plural) con su sustantivo ‘campos’. En las siguientes oraciones, sus autores violaron esta norma: “Las reuniones del Presidente con los sectores empresariales no han sido fácil: su lenguaje desapacible…” (LA PATRIA, Guido Echeverri, 2/9/2023). “Es necesario la coordinación entre los gobiernos para implementar políticas integrales…” (El Tiempo, editorial, destacado, 3/9/2023). En la primera, el adjetivo ‘fácil’ debe concordar con el sustantivo que califica: “Las reuniones (…) no han sido fáciles”. Y en la segunda, ‘necesario’ con ‘coordinación’: “Es necesaria la coordinación…” o, para entenderlo mejor, “la coordinación es necesaria”, oración en la que el adjetivo ‘necesaria’ es el atributo del sujeto ‘coordinación’. *Nota: El viejo protagonista de la novela “Memoria de mis putas tristes”, de García Márquez, al recordar ese poema y la forma como trataba a sus alumnos, comenta: “Sólo de viejo me enteré por casualidad del mal apodo que mis alumnos me pusieron a mis espaldas: el Profesor Mustio Collado” (Grupo editorial Norma, 2004, pág. 19).