Por Oscar Domínguez Giraldo
Nos visita el martes 13 que tan mala prensa tiene entre los agüeristas. Y el que no lo sea en nuestro medio, que tire la primera cábala. Trae buena suerte hablar pestes de este día desde por la mañana.
Agüerista es todo aquel que ignora que la suerte consiste en creer que uno tiene suerte. Triscaidecafobia es aversión al número trece. Curiosamente, el número trece es el que saca el martes del anonimato.
Es el único día de la semana en que el periódico cabe por debajo de la puerta. En rigor la culpa no es suya, sino del lunes, donde pocas cosas suceden.
Al martes le gusta caminar sobre las puntas de los pies de los segundos del tiempo para no hacerse sentir. Son de bajo perfil como los maridos de mujer importante. Incluido el carpintero José.
Los detractores-biógrafos del martes, recomiendan no casarse ni embarcarse un día como estos. Y menos si el martes tiene encima el inri del 13, como este de octubre.
Un amigo y colega español, Elías García, cuando era mandamás de la agencia EFE en Colombia, se casó un martes con Santa Cristina (la exaltación a la dignidad de los altares de su mujer es de Elías. Bueno, si no fue un martes fue un lunes que está ahí no más. Lo recuerdo porque asistí a la boda en el Museo del Chicó, en Bogotá. Yo también me casaba un martes, finalmente lo dejé para el jueves).
El martes 13 es el día de suerte para los gatos. Los “horoscopistas” de diez pesos sugerimos comprar lotería terminada en 31, antípoda del 13.
Se recomienda no pasar hoy por debajo de una escalera, menos si en ese momento se está cayendo el pintor de brocha gorda.
Si en los edificios no existe el piso trece, el calendario tampoco debería permitirse la licencia temporal de carecer treces en su prontuario de minutos.
No importa que ciertas enciclopedias, copiándose del diccionario de la Real Academia, sólo le gasten al martes una tacaña definición que más parece un epitafio de pobre: tercer día de la semana. Y se «ponciopilatean» las manos. Como si el pobre día no diera para más.
No es justo para un día respetable tener que aguardar toda una semana para convertirse en martes y toparse con tan escuálida definición.
Hay martes que salen del anonimato cuando se levantan con cara de lunes. Este ocurre cuando hay puente Emiliani como acaba de suceder.
En tiempo normal, cuando no está el trece de por medio, el martes es un bostezo de 24 horas. O un puente entre el lunes y el miércoles, cuando la semana empieza a adquirir estatus. Por lo regular, todo lo importante sucede del miércoles en adelante.
No sería de mal agüero barrer y trapear hoy contra Chile en el partido pensando en el próximo mundial. (Líneas sometidas a latonería y pintura).