Maria Elena dijo sí

María Elena Quintero y su esposo, el maestro Arenas Betancourt, en familia. (Foto del Álbum Familiar)

En María Elena Quintero de Arenas, viuda y custodio de la obra del escultor Rodrigo Arenas Betancourt, felicito a las mujeres que en el mundo son en su Día Internacional. Para no quedarme solo en las felicitaciones, retomo una entrevista en la que nos cuenta sobre su vida y milagros. Son “apenas” 2 mil y pico de palabras… Buen provecho .

Por Óscar Domínguez Giraldo

En el día del cumpleaños de María Elena Quintero (japiberdituyú) recordemos cómo se conoció con su marido el fallecido maestro Rodrigo Arenas Betancourt.

El azar y la poesía se confabularon para juntar a la poeta, 34 años menor, y al maestro de Fredonia, con quien se las apañó para dar a luz a Elena María, sicóloga, y Rodrigo José, ingeniero civil.

Primero se necesitó que Porfirio Barba Jacob muriera en México y que sus repatriadas cenizas fueran depositadas en una prosaica bóveda del Banco de la República de Medellín.

El Condenado, el emigrante, adjetivos que se regalaba Arenas, decidió que no estaba bien que las cenizas estuvieran consignadas en un sitio donde prestan plata y promovió el traslado a su terruño, Santa Rosas de Osos. Barba y Arenas se habían conocido años atrás en México.

Protocolo de la gobernación de Antioquia elaboró la lista de invitados al acto. Incluyeron a María Elena, finalista en un concurso de poesía.

Ya tenemos las cenizas en Santa Rosa. Que no falte la misa de réquiem en su memoria. Un señor se sentó al lado de ella. ME no tenía ni veniales del vecino al que todo el mundo le decía maestro. 

Movidos por algún recóndito resorte el par de escépticos desertaron de la misa. Arenas no tardó en abordarla y picarle arrastre. La tímida ME escuchó por primera su voz: “¡Qué frío hace! ¿Un aguardientico?”. Ella dijo sí.

De regreso a los actos oficiales, la poeta se enteró quién era su compañero de tragos y empanadas cuando anunciaron palabras del escultor Arenas Betancourt. Quedó fría, el “color” de Santa Rosa.

Pero todo tiene su final, hasta el trasteo de unas cenizas. Los recién conocidos se despidieron hasta el próximo azar. 

Volvieron a verse dos años después. Él salía del edificio de la gobernación de Antioquia. Ella también. Él no la vió. Ella le gritó: “Arenas”.

Se reconocieron y sin pensarlos dos veces, el barbuchas le hizo la propuesta menos indecente que ME escucharía en vida: Que lo acompañara al día siguiente a pagar el trabajador en su finca de El Uvital, Fredonia, la vereda donde nació.

Ella le dijo sí por segunda vez: Pagaron el trabajador, María Elena, nacida en Itagüí, pero con cédula de Medellín, olvidó el camino de regreso a casa y se quedó para siempre al lado del hombre que “solo sabía amar y amar”.

ENTREVISTA CON MARÍA ELENA QUINTERO

¿Primer recuerdo que tiene de Arenas Betancourt?

El primer recuerdo que tengo de Arenas, es el de un señor inquieto y conversador que se me puso al lado cuando llevábamos las cenizas del poeta Barba Jacob a Santa Rosa de Osos, en nutrida procesión por toda la calle principal del pueblo y precedidos por una retumbante banda de guerra. Después me lo encontré unos minutos más tarde “volándose”, como yo, de la misa de réquiem que se celebraba en la catedral, lo que nos convirtió desde ese momento en cómplices. Me fui con este señor, al que todos llamaban Maestro, a buscar empanadas para un hambre atroz, pues era ya muy avanzada la tarde y no había almorzado. Mi espontáneo acompañante , muy gentilmente, sacó del bolsillo de su abrigo una media de aguardiente y me ofreció un traguito para el frío. Después continuamos calentándonos en una tiendita cerca al Concejo Municipal, con unas copitas más. Yo estaba muy confundida porque no sabía quién era aquel personaje. Sólo veía que todos lo trataban con mucho respeto y admiración. Vine a saber que mi compañero de comilona de empanadas era Arenas Betancourt, cuando en el acto protocolario realizado en la sala del Concejo, anunciaron palabras del escultor. 

¿Último recuerdo?

El último recuerdo fue en su lecho de muerte en la clínica El Rosario de Medellín. Expiró tranquilamente luego de 5 días de hospitalización. Dos días antes de morir, recitaba en compañía de su médico y amigo del alma, Jorge Franco Vélez, poemas en latín. Estaba más lúcido que nunca cuando entró en estado de coma. 

¿Primera frase que recuerda?

Su primera frase, en Santa Rosa, fue: Qué frío hace. ¿Un aguardientico? 

¿Última frase?

Ocurrió cuando en la clínica, estaba ya entrando en estado de coma. Me pedía que nos fuéramos y me preguntaba por qué no le hacía caso. 

¿Qué lee gusta recordar de Arenas?

De Arenas me gusta recordar su deliciosa conversación. Todos los días yo tenía clase de literatura, o de geografía, o de artes plásticas, o de historia del arte. Era un sabelotodo que me hipnotizaba con toda esa sabiduría que afloraba hasta para enseñarme a hacer los huevos del desayuno. Me encantaban las historias de sus viajes y de su infancia. Los cuentos de brujas al influjo de la noche y al frente de Cerro Bravo. Divagábamos bajo las estrellas muchas veces en silencio. 

¿Que le gustaría olvidar de Arenas?

Me gustaría olvidar sus largos estados de tristeza y depresión que a menudo paliaba con el licor. 

¿Lo que más me gustaba?

Físicamente me gustaba su figura bíblica y su mirada rasputiniana. Me conmovía la manera como ejercía su oficio de papá. Cogía a los hijos y los mecía abrazados debajo de una ruana. Así pasaba horas con ellos en su silla mecedora. Aquella escena me inspiró uno de los poemas que escribí para niños cuando era maestra en la escuelita rural de la vereda El Uvital de Fredonia donde él nació. Había renunciado a mi tarea del magisterio pero cuando tuve a mi primera hija, ya quería volver a estar al calor de mis pequeños estudiantes y entonces Arenas le pidió al Gobernador Alvaro Villegas que me nombrara ahí en ese lugar. Arenas recitaba con frecuencia este poema que enseñé a mis alumnos: 

El aire tiene caminos. 

Nadie sabe a dónde van. 

La cometa que los hizo 

no regresó jamás. 

Pero si vuelas un día 

y no sabes regresar, 

arriba en el arco iris 

nos quedamos de encontrar. 

¿Lo que más le chocaba?

Me chocaba su malgenio. Tenía poca paciencia. 

¿Su mejor obra?

– Su mejor obra, para mí, es El Flautista y la Bailarina, ubicada en el Parque Lleras de Medellín. Se trata de un flautista sin flauta que toca una música imaginaria, mientras la bailarina danza también esa música imaginaria. Es una escultura llena de poesía y erotismo. Muchos conocen sólo sus monumentos . El se sentía realmente escultor con esa otra obra desconocida que ejecutó para su propio regocijo y que agrupó bajo el tema de Los Amantes. 

¿Su peor obra? 

La escultura monumental, aunque fue la obra que lo llevó a la fama y por lo que es conocido; no me parece tan hermosa e importante como ese otro trabajo del tema Amantes que modeló en silencio y lleno de gozo y satisfacción. De esa obra monumental, la que menos me gusta es La Gaitana en Neiva. No entiendo bien la composición de su pedestal. Se trata de darle apariencia de árbol, pero esa cantidad de hierro sosteniendo las figuras, tan visible y aparatoso, me parece que no logra su objetivo. Aunque visto el monumento desde lejos, si parece un árbol. 

¿De sus poemas cuál le gustaba? 

Le gustaban mis poemas para niños. Nunca me dijo cuál no le gustaba. 

¿Por qué hay que recordarlo?

Hay que recordar a Arenas por su genio como escultor y por su titánica tarea de convertir nuestra historia en concreto y bronce. Nadie puede negar la importancia, por ejemplo, del monumento a Los Lanceros en Paipa, Boyacá, ni el Bolívar Desnudo de Pereira, ni las demás obras monumentales instaladas por todo el país. Si hoy tendrían que volverse a ejecutar, no habría presupuesto posible. Arenas realizaba los monumentos por el salario de cualquier profesional. No era por eso tan rico como se lo imaginaban quienes lo secuestraron, ni como lo creían los otros artistas que se dolían de sus contratos. Fue pionero en la tarea de traer a Colombia la fundición de obras de arte y en la concepción popular de la historia de nuestros héroes de la independencia. Trabajó por darle a estas conmemoraciones un carácter muy nuestro y fiel a nuestra idiosincrasia. 

¿Por qué habría que olvidarlo?

¿Olvidarlo? ¡Jamás! Aunque quisiéramos sería imposible. Nos encontramos sus obras como si se tratara de un museo en la calle y dispuestas por todo el país. Estas esculturas se han convertido en íconos de los habitantes que las circundan. Me pregunto qué le pasaría a Pereira si un día desapareciera el Bolívar Desnudo, por ejemplo. 

¿Cómo era el maestro? 

Arenas Betancourt era un hombre sencillo en el trato con la gente humilde. Le gustaba ayudar a sus semejantes y era compasivo en los momentos difíciles de quien se encontraba en el camino. Nuestro viejo jeep Willys era la ambulancia de la vereda El Uvital, donde vivíamos. Recuerdo una ocasión cuando estábamos en una cafetería del pueblo y al frente nuestro estaba sentada una mujer muy humilde con la hija de 6 años en su regazo. Le daba aguadepanela en un tetero. La señora lloraba y la niña se veía desfallecer. Arenas le preguntó qué tenía la pequeña. Pues acababan de informarle a la mujer que la niña tenía leucemia. Enloquecido, las subió a su jeep y nos vinimos con ellas para Medellín, hasta el hospital infantil. Allí habló con el Director e hizo todo para que las atendieran. Cinco años después nos las encontramos en Fredonia otra vez y ya superada, por el momento, la situación. De este ejemplo hay muchos otros. 

¿Cómo no era?

No era tacaño, ni económicamente, ni con su amor, ni con su ayuda a quien lo necesitara. 

¿Cómo era como amigo? 

Era un amigo fiel e incondicional de sus amigos . Los amó y recordó hasta el momento de su muerte. Nunca olvidaba y evitaba a quienes se declaraban sus enemigos que por envidia no eran pocos. 

¿Cómo debería haber sido?

No me lo imagino y no me hubiera gustado que fuera de otra manera. 

¿Se queda con el Arenas escultor o escritor?

No sé si escoger al escultor o al escritor. Estos dos oficios los ejercía asombrosamente. Era la poesía en la escultura y me decía que había cosas en la escultura que necesitaban completarse con poesía. 

¿Como esposo, padre, maestro?

Como esposo no cumplía con los cánones tradicionales del oficio. Todo era a su desgaire y ley. El solo sabía amar y amar. Como padre era anarquista y alcahuete. No creo que haya desempeñado el oficio de maestro como tal, pues veía que le gustaba más bien ser compinche de quienes trabajaban con él en su taller. En medio de esa camaradería se aprendía mucho de la vida y del oficio. Aunque había momentos en que amanecía muy exigente y malgeniado. 

¿Importancia del período mexicano de Arenas? 

México marcó tu trabajo de artista, de principio a fin. Cuando Arenas llegó a ese país se encontró con una fuerte corriente indigenista que lo nutrió y lo asombró. Que haya sido reconocido por los mismos artistas y críticos mexicanos, como artista perteneciente a ese país, comprueba que su obra es netamente americana. En México se formó como escultor. Encontró la fe en su trabajo y comprendió la orientación que debía tener su obra. Decidió ser un artista del pueblo y para el pueblo. Se desligó de aquella manera acartonada, elegante, clásica y bien vestida como en Europa hacían y nos mandaban los héroes que hoy inundan todos los parques. 

¿Importancia del período colombiano ?

Cuando regresó de México a Colombia, importó la fundición de obras de arte a niveles monumentales, pues todo lo hacían y fundían en Europa. La contratación por parte de algunas administraciones del gobierno para hacer obras conmemorativas le dio la oportunidad de buscar y encontrar en sus raíces, donde nada le era extraño. Distinto a México en este sentido, pues allá el misterio indígena siempre le fue impenetrable. Aquí buscó el misterio de las montañas antioqueñas y se reconcilió con su corazón amando a la gente de su pueblo y descubriendo en comparación con México, el sentimiento de desasosiego e inquietud del hombre colombiano, el cual fue plasmando en sus obras. 

¿Lo peor de su secuestro? 

Fue una experiencia que lo dejó triste y desacomodado para el resto de sus días. Lo dejó en estado de desconcierto y desengaño de los valores del ser humano. 

¿Lo “mejor” del secuestro? 

Que hizo catarsis de tan horrorosa situación al escribir y dibujar esta angustia. Existen dos libros: “Los pasos del condenado”, escrito dijéramos en caliente, acabado de liberar y tomando las notas que escribió en cautiverio. Otro libro llamado “Memorias de Lázaro”, que es una versión del anterior, pero más resumida, más trabajada literariamente. Elaboró una serie de dibujos llamada “Alazanes de la muerte” y esculpió el Cristo del secuestro que es un bello torso masculino envuelto con innumerables metros de alambre de púas. El secuestro dividió su vida y conceptos sobre todo lo que hacía y pensaba. 

¿De quién ha recibido reconocimiento? 

Durante su vida recibió muchas condecoraciones y homenajes. Realmente se sintió recompensado con la admiración y reconocimiento de muchas entidades y personas. Los enemigos lo amargaron un poco, pero con el tiempo aprendió a ignorarlos. 

¿De quién no ha recibido reconocimiento?

Después de su fallecimiento hubo homenajes y decretos y acuerdos durante el primer año. Luego ha sido una lucha sin éxito para que alguien atienda la necesidad de ayudar a preservar en el tiempo tan importante legado artístico. Vivimos siempre a la espera de que las entidades encargadas de esta tarea tomen conciencia y hagan la tarea. Hasta ahora ha sido imposible. 

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Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]