Enrique Santos Calderón
Es sabido que las nuevas generaciones colombianas poco conocen la historia de su país. Pero su ignorancia resulta a veces desconcertante. En sondeo realizado hace poco por la W algunos confundían a Gaitán con Galán. Vale decir, al caudillo popular cuyo asesinato en 1948 desato el “Bogotazo” con el joven líder liberal cuya eliminación en 1989 por el narcotráfico condujo a la Constitución del 91, que hoy nos rige. Sorprende que los jóvenes no distingan bien dos magnicidios (Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán) que transformaron Colombia. Pienso que puede atribuirse a que borraron la cátedra de Historia del pénsum de los colegios.
Pero también me pregunto cuántos colombianos de cualquier edad saben quién fue, por ejemplo, el almirante José Prudencio Padilla, homenajeado este 24 de julio en la celebración de los 200 años de la Armada como el héroe de la batalla naval de Maracaibo de 1823, donde fue derrotada la poderosa flota española que venía en plan de reconquista. Guajiro de nacimiento, hijo de negro e indígena wayú, esta gloria largamente ignorada de nuestra independencia fue víctima de discriminaciones e intrigas que llevaron a que fuera fusilado y ahorcado por orden de Bolívar, quien luego reconoció que se había equivocado.
Yo mismo de adolescente identificaba al almirante Padilla apenas con el célebre vallenato de Escalona sobre el buque militar que había llegado a la Guajira en los años cincuenta a combatir el contrabando, sin tener idea de qué significaba aquel nombre. Los libros de historia poco lo mencionaron y el presidente Petro sugirió en días pasados que “es posible que lo hubieran fusilado por negro”. Hoy se reconoce finalmente la verdadera dimensión de este prócer.
Hace cuarenta años se dejó de enseñar la historia de Colombia como materia independiente y obligatoria. En 1984 pasó a ser opcional y luego desapareció como asignatura exigida para fundirse dentro del área general de ciencias sociales. Nunca entendí esta decisión y lo irónico es que se hubiera tomado bajo el gobierno de un presidente intelectual y culto como Belisario Betancur. Imagino que en un país con un pasado tan plagado de violentos sectarismos bipartidistas primó el temor de que la enseñanza de la historia patria se prestara para intereses o proselitismos políticos. O que la creciente predominancia de temas de tecnología, ciencia y matemáticas condujo a que del pénsum de los colegios colombianos se prescindiera de la Historia por considerarla algo irrelevante, innecesario o superfluo.
Tremenda estupidez, aún no enmendada. En la reforma del sistema educativo que en su segundo año plantea Petro bien podría contemplarse alguna forma de corregir ese vacío, de manera que los jóvenes de hoy no confundan a Gaitán con Galán, sepan quién fue José Prudencio Padilla y entiendan qué sucedió hace 204 años en el Pantano de Vargas donde se selló la independencia nacional.
Los pueblos son producto de su historia; somos los que hemos sido y saber eso ayuda a que nos conozcamos mejor. La historia ofrece instrumentos para entender hechos del pasado que sirven para asimilar mejor los problemas del presente e incluso anticipar los del futuro. Y si de patria o patriotismo se trata, vale recordar lo que dijo Da Vinci: “no se puede amar lo que no se conoce”.
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Todas las negociaciones de paz que ha tenido Colombia han sido objeto de mil clases de manipulaciones informativas por parte de los actores del conflicto. ¿A quién creerle?, se preguntaba perplejo García Márquez en 1985, en medio del turbulento proceso de paz del gobierno de Betancur cuando la guerra informática era tan intensa como la que se libraba en el campo de batalla. Y es bien sabido que la verdad es la primera víctima de las guerras.
Ahora el nuevo dialogo y cese al fuego con el ELN pueden frustrase antes de comenzar por la noticia de que esta guerrilla planeaba un atentado contra el fiscal Francisco Barbosa. La denuncia la hizo la Fiscalía con base en informes de inteligencia militar, que mencionan también a la senadora Cabal y al general (r) Zapateiro como posibles víctimas e involucran a Venezuela como territorio donde se habría fraguado el operativo. La versión fue desmentida de inmediato por el ELN y luego por el gobierno de Maduro que habló de “rumores con dudosa intención”.
La intención sería la de torpedear el proceso con el ELN. Esta hipótesis no fue descartada por el comisionado de Paz de Petro, Danilo Rueda, quien en declaraciones para RCTV dijo que esa guerrilla no suele mentir en casos como estos. La salida de Rueda fue tildada de “miserable” por el fiscal Barbosa y varios sectores políticos criticaron que el Gobierno coloque en el mismo rasero las afirmaciones de la Fiscalía y las de un grupo armado ilegal. Estamos ante un caso típico de un tema hipersensible atravesado por desinformaciones y contrainformaciones en el contexto de una guerra sucia.
Por eso es clave que las pruebas aun no divulgadas sobre tan grave denuncia sean claras y contundentes. Mal se podría negociar de buena fe con quienes están tramando eliminar a la contraparte. Y si, como anuncia el Gobierno, también se reanudarán pronto los diálogos con las disidencias Farc de Iván Mordisco resulta doblemente importante blindarse contra las manipulaciones informativas que con seguridad rodearían a este proceso. No se puede seguir eternamente en el “¿a quién creerle?”.
PS: Grandes las futbolistas de la selección Colombia. Aquí sí cabe la célebre frase de Maturana de que “perder es ganar un poco”. Y fue mucho lo que ganaron en coraje, entrega y pundonor.