Por JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS (*)
No me resulta difícil definir en dos o tres referentes a Antonio Cacua Prada —el escritor, periodista, historiador, académico y diplomático nacido hace 90 años en San Andrés, Provincia de García Rovira, Santander—, así: es un humanista a carta cabal, un amigo ejemplar como pocos y un devoto de la tradición y las culturas de Colombia en todos los ámbitos del arte, la literatura, la política y las diversas expresiones sociales del país.
Hace casi sesenta años coincidimos una noche en una parranda vallenata en la que amigos, sin distingos políticos, del senador del Magdalena Hugo Escobar Sierra y de su esposa Josefina Araújo Gámez, fuimos a festejar la victoria sobre su contrincante, también conservador, el político samario Alfonso Campo Murcia. Además del festejado y su familia, se destacaban de manera singular el maestro Rafael Escalona, el acordeonero Colacho Mendoza y el cajero Pablo López.
Además, acompañados por sus cónyuges, hacían presencia María Eugenia Rojas de Moreno Díaz, Alfonso López Michelsen y Alvaro Gómez Hurtado, entre otros dirigentes políticos. Yo fui invitado allí, a mis 20 años, por mi amigo de la infancia samario Rafael Araújo Gámez, poeta, periodista y hombre de radio, cuñado de Hugo, pero además por la amistad de vieja data entre nuestras familias y por la cercanía de nuestras viviendas en el barrio Palermo de Bogotá.
Cuando llegó el doctor Antonio Cacua Prada, un joven legislador culto y jovial, fui presentado por el dueño de casa como «un promisorio poeta de Santa Marta». Le regalé una plaquette de versos que acababa de editar y se inició así, entre versos, brindis, humo de cigarrillos, vallenatos y bellas damas, una amistad que a estas alturas el mismo Cacua califica de “imperecedera”.
Desde que Antonio Cacua Prada publicó su primer libro, La libertad de prensa en Colombia, en 1958, no ha cesado un solo día de rendir culto a la palabra escrita. Y hasta este año de gracia de 2022 ha publicado más de un centenar de obras, con las cuales no solo ha enaltecido las letras de Colombia sino también a decenas de hombres y mujeres que han descollado en diferentes campos de la cultura, la docencia y la religión católica —la cual profesa devotamente—, sino que ha rescatado del olvido valiosas figuras de la poesía, quienes en su momento marcaron un camino, una emoción y un sentimiento. Todo ello, escrito en lenguaje claro, sencillo, directo y ameno, lo que seduce de manera inmediata al lector corriente.
Destaco de manera emocional sus muy completas biografías de Manuel del Socorro Rodríguez, el cubano que, traído a Santafé por el Virrey José de Ezpeleta, fundó el periodismo en nuestro suelo y la primera biblioteca; del presidente y prócer Custodio García Rovira, del poeta Aurelio Martínez Mutis, autor, entre otros poemas de esa joya del idioma titulada “Ave María en Altamar”; de Ismael Enrique Arciniegas, el inolvidable creador de “A solas”; de Oreste Sindici, autor de la música de nuestro Himno Nacional; del poeta Rafael Ortiz González; del General Santander; de Bolívar y sus hijos secretos, del General San Martín, Libertador de Argentina, de Bernardo O’Higgins, Libertador de Chile; de Andrés Bello, polígrafo incomparable, de los escritores liberales Germán Arciniegas y Otto Morales Benítez; y desde luego, de sus devociones de conservador leal a su pura doctrina, como Mariano Ospina Rodríguez y Laureano Gómez, entre otras semblanzas.
Cacua Prada ha sido considerado el mayor conocedor de la historia del periodismo en Colombia. Pero además, en lo personal, como sobreviviente de un naufragio en el Mar Pacífico hace varias décadas, atribuyó el milagro a la intercesión del médico venezolano José Gregorio Hernández, a quien, desde luego, le dedicó un devoto y sesudo estudio biográfico.
En su trayectoria pública, Antonio ha desempeñado importantes cargos. Luego de haber concluido estudios de Ciencias Económicas y Jurídicas en la Universidad Javeriana, fue nombrado secretario de Gobierno de Santander, Gobernador del Departamento y posteriormente fue elegido representante a la Cámara y senador de la República. Se desempeñó también como embajador en Guatemala y en El Salvador. Ha sido colaborador de los más importantes medios de comunicación del continente y director del Boletín de Historia y Antigüedades, de la Academia Colombiana de Historia.
También, realizó encomiables labores culturales como Decano de Humanidades de la Universidad Industrial de Santander y rector del Instituto Universitario de Historia de Colombia. Por esa brillante trayectoria cultural ha sido merecedor de innumerables reconocimientos, condecoraciones, medallas y diplomas. En esta, muy sintética hoja de ruta de tan ilustre intelectual colombiano, sería imposible no exaltar la presencia de su leal y amorosa compañera, Isabel Bernal Pedrosa, lo mismo que la de sus hijos Julián Antonio, Pedro Vicente y Gabriel Ignacio.
Al saludar a Antonio Cacua Prada en sus 90 años, le deseamos mucha vida, salud y fecundidad intelectual, junto con los 100 años que próximamente va a cumplir su mejor biógrafo, el poeta de Zapatoca, Ramiro Lagos Castro.