Por Mauricio Salgado Castilla @salgadomg
El vuelo de regreso pareció una eternidad. A su llegada, el Dr. García la esperaba a la salida de inmigración en el aeropuerto y con seriedad le informó que irían directamente al hospital, su hermana Andrea había sido entregada por la guerrilla a una comisión de la Cruz Roja el día anterior y gracias a la familiaridad que tenía por su trabajo, le avisaron de inmediato.
A Andrea la había mordido una serpiente “cuatro narices” y estaba inconsciente en el hospital, Patricia no podía creer que, estando tan cerca, pudiera perderla.
El Dr. Ramírez, médico a cargo de su hermana, le aseguró que lo peor ya había pasado, que el antídoto había sido administrado a tiempo y que ahora debía recuperarse de los efectos propios de su vida en la selva.
En algún momento, podría llevársela a casa, Patricia seguía viviendo en la casa de la señora María, a pesar de su éxito. Habían ampliado la casa, ahora era su hogar y solo saldría de allí cuando se casara.
Esa sería la casa a la que llevaría a su hermana, sería también su hogar, el ambiente de amor y tranquilidad sin duda contribuiría a su recuperación.
Cuando entró en la habitación del hospital, estaba más pálida que las blancas paredes del hospital, la preocupación por el bienestar de su hermana era evidente, pero también había incertidumbre sobre cómo reaccionaría cuando despertara, si no quisiera verla.
Andrea estaba acostada con los ojos cerrados, parecía dormida ella se acercó sigilosamente tratando de no hacer ruido, pero los ojos tristes y agobiados se abrieron al verla.
Patricia no podía creerlo cuando escuchó la voz débil pero clara que le decía: «Mi pequeña», volvió a tener tres años, así era como su hermana la llamaba cuando la abrazaba en otro mundo, en otro tiempo. Pero esta vez, fue ella quien rodeó con sus brazos a su hermana Andrea, haciéndola sentir pequeña y protegida. Habían pasado treinta años…
Desde ese momento, Patricia se dedicó por completo a cuidar y acompañar a su hermana en su proceso de recuperación. Los primeros días fueron difíciles, pero su presencia hizo una gran diferencia. Pasaban horas recordando momentos de su infancia y compartiendo experiencias de los años que estuvieron separadas. Andrea le contaba sobre su vida en la guerrilla y los desafíos que enfrentó, mientras que Patricia le hablaba de su vida, desde que llegó a la casa de la señora María y cómo incursionó en la publicidad.
Con el tiempo, Andrea se adaptó a su nueva vida fuera de la selva y empezó a construir una relación llena de sonrisas con su hermana.
Patricia también se convirtió en un gran apoyo para el Dr. García y la fundación de víctimas que él dirigía. Compartía su historia y experiencias para ayudar a concientizar a la comunidad sobre la difícil realidad que enfrentan muchas mujeres en Colombia.
En un momento de reflexión, comprendió que su vida había tomado un rumbo inesperado pero lleno de propósitos, había superado desafíos y adversidades, pero cada uno de esos obstáculos la había llevado a donde estaba ahora: rodeada de amor y aprecio por sus logros, pero, sobre todo, por el valor y la fuerza que encontró dentro de sí misma.
A medida que pasaba el tiempo, decidió dedicar parte de su tiempo y recursos para ayudar a otras mujeres víctimas de la violencia en Colombia. Fundó una organización sin fines de lucro para brindarles oportunidades de educación y formación en distintos campos.
Con el apoyo de su hermana, el Dr. García y muchos otros aliados, la fundación creció rápidamente y tuvo un impacto significativo en la vida de muchas mujeres.
En medio de su éxito, Patricia nunca olvidó su hogar, la pequeña casa que compartía con la señora María. Cada vez que regresaba, sentía una conexión profunda con sus raíces y el amor incondicional de su madre, que había sido la fuerza impulsora de su vida.
Mientras miraba por la ventana del avión de regreso a París, sabía que su historia aún no había terminado, había enfrentado desafíos y había superado obstáculos, pero estaba segura de que había muchos más capítulos por escribir.
Así, con la mirada puesta en el futuro, Patricia se dispuso a seguir construyendo camino para muchas, llevando consigo el amor de su madre, la fuerza de su hermana y el apoyo de todos aquellos que habían sido parte de su increíble historia de vida.