Las múltiples vidas políticas de Armando Benedetti, el alfil de Petro que desestabilizó su Gobierno

Armando Benedetti en su casa en Bogotá el 20 de junio de 2022. CAMILO ROZO

CAMILA OSORIO

Bogotá – 

Armando Benedetti, el saliente embajador de Venezuela que empezó su carrera electoral hace 30 años como concejal de Bogotá, es un hombre que se supo robar la atención durante el uribismo, el santismo, y ahora el petrismo. Un hábil político que sabe bien hacia dónde miran los reflectores y cómo acercarse al lugar donde está la luz. Incluso los petristas fieles, que no confiaron en él desde un principio, reconocen que es un hombre que sabe regresar al centro del poder. La pregunta no es si volverá. La pregunta es cómo.

Se dice que puede ser un conversador carismático pero también un hombre explosivo, un político tan hábil en los círculos del poder que su astucia genera a veces más suspicacia que admiración. “Es un zorro político, una persona compleja”, fue como la exjefe de gabinete Laura Sarabia lo describió recientemente a EL PAÍS, justo antes de que los dos salieran del gobierno de Gustavo Petro esta semana. Armando Benedetti, el astuto exsenador que hasta esta semana fue embajador de Colombia en Venezuela, sale del Gobierno que ayudó a elegir después de inmolarse en un choque con la jefe de gabinete.

A inicios de esta semana, personas cercanas a Sarabia aseguraron a varios medios que él estaba detrás de la acusación que creó un incendio en la Casa de Nariño, la revelación de que la jefe de gabinete había acusado a su exniñera de robarle un dinero y hacerla pasar por un polígrafo. Si era una jugada maestra, no le salió del todo bien. El periodista Daniel Coronell reveló que Benedetti había contratado a la exniñera primero, que él también la había acusado de robar, y sobre todo que él había volado con ella a Caracas justo antes de que se publicara la declaración de esta contra Sarabia en la revista Semana. Mantener a los dos funcionarios cuestionados era insostenible, y el presidente Petro los despachó en la mañana del viernes con palabras cándidas para ella, y de poco cariño para él.

“Mientras se investiga, mi funcionaria querida y estimada, y el embajador de Venezuela, se retiran del Gobierno”, dijo el presidente. Benedetti se despidió de forma mucho más sentimental del mandatario, aunque también dejándole un recordatorio. “Desde hace muchos años he admirado tu talante de defensa de los desfavorecidos”, dice en una carta publicada en sus redes sociales. “Te acompañé en las épicas y arduas jornadas de campaña, intentando lograr el sueño de tener un gobierno del cambio”, le reitera.

Benedetti fue uno de los primeros políticos tradicionales que se lanzó a la naciente campaña presidencial de Petro sin titubeos, en 2020, cuando intuyó que la hora había llegado para que este político de oposición ganara la presidencia: fue expulsado entonces de su partido, La U, y poco después organizó el primer gran evento de campaña en la ciudad caribe de Barranquilla, en septiembre del 2021. “Reunir a esa cantidad de personas empezaba a decirte que Petro podía ganar”, dijo luego a El PAÍS recordando las multitudes detrás del candidato en la plaza pública.

Organizó las reuniones, contó los votos en cada departamento, manejó la agenda del hoy presidente, voló por todo el país con él. Quien era entonces su secretaria privada en el Senado, Sarabia, iba en el mismo avión. Una vez ganó Petro, aunque Benedetti quería el ministerio de Defensa, su lealtad en la campaña no fue premiada allí sino en la embajada en Venezuela, con la tarea de retomar las relaciones diplomáticas con Caracas. Se alejó del epicentro del poder en Bogotá, donde quedó Sarabia, la joven asistente que llegaba a presidencia gracias a él. Pero la relación, en estos 10 meses de Gobierno Petro, se enfrió con la distancia.

El hombre que empezó en el partido Liberal en los años noventa se pasó al corazón del uribismo cuando el expresidente Álvaro Uribe ganó las elecciones en 2002 y Benedetti entró a la Cámara de Representantes por Bogotá después de un periodo en el concejo. Así como entregó sus habilidades políticas al petrismo en 2020, no dudó dos décadas antes en darle el mismo tipo de apoyo incondicional al uribismo: su eslogan de campaña para el 2006, el año de la primera reelección del expresidente, era “100% con Uribe”. En su segundo periodo legislativo, del 2006 al 2010, ya era senador de La U y también apoyó la segunda reelección (que eventualmente frenó la Corte Constitucional).

“Se mete al despacho, hace reír al Presidente y, según dice, lo controvierte a veces. Con su lenguaje informal es fácil creer que no le importa contarle cuentos o noticias que otros no se atreven a contarle”, decía en 2007 la revista Semana de la relación de Benedetti con Uribe. Cinco años después, el senador de La U tomó partido por Juan Manuel Santos cuando este último se divorció del uribismo y arrancó el proceso de paz con la antigua guerrilla de las FARC.

Quienes han seguido su carrera política con lupa no lo definirían hoy como un uribista o un petrista, ni con algún apellido intermedio. En algunos casos ha demostrado su talante liberal, como cuando se opuso a la penalización de la dosis mínima de drogas contra la mayoría conservadora del entonces presidente Uribe. De hecho ha hablado abiertamente de los problemas que tuvo con la adicción a las sustancias hace varios años, después de su primer divorcio (ha estado casado cuatro veces). Los que han mirado con detenimiento a este político, sin embargo, también dudan de él por las investigaciones que le han abierto tanto la Fiscalía como la Corte Suprema por supuestos desfalcos de fondos públicos o enriquecimiento ilícito. Horas antes de que se supiera que Petro lo sacaba del gobierno, una magistrada de la Corte Suprema, la conservadora Cristina Lombana, pidió investigar al fiscal que archivó una investigación contra Benedetti por enriquecimiento ilícito de servidor público y lavado de activos agravado (y que es el mismo que pidió archivar un proceso contra el expresidente Uribe, algo que la justicia le negó). El exsenador argumenta su inocencia. Ninguna de las investigaciones ha prosperado.

Por ahora Benedetti no ha dado entrevistas a los medios, ni ha publicado nada más que su carta amistosa al presidente. Eso puede cambiar. Ha tenido buenas relaciones con los periodistas desde el primer día de su carrera política. A su carisma suma que trabajó a principios de los años noventa en Telecaribe y en el noticiero QAP, y su padre fue ministro de Comunicaciones de Ernesto Samper (94-98). Si necesita hablar, tiene el número de todos los directores de medios en su teléfono. Pero, con más de tres décadas de carrera política, sabe cuándo es tiempo de hablar y de callar. Lo que necesite para volver al centro del poder.

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