Por Esteban Jaramillo
LA OLLA PODRIDA
Perdonen la crudeza, pero es cierto. En la pérdida de los Juegos Panamericanos, por negligencia, reaparecieron los turbios intereses políticos, comunes cuando de por medio está el botín del deporte.
No es la primera vez que Colombia se doblega por sus mezquindades, frente a un evento de indiscutida trascendencia.
Juegos que en la ejecución de sus obras y en las competencias, se convierten en la caja mágica productora de dinero, como ocurre siempre, para beneficio de los políticos o los dirigentes inescrupulosos, en desmedro de los deportistas.
Para qué sirven las lamentaciones, o los señalamientos públicos con oportunismo para saciar venganzas. Los culpables son actores del actual gobierno, del anterior, los periodistas por su silencio cómplice y los dirigentes deportivos con su desidia maliciosa.
MERCADO DE PIERNAS
Convulsiones del mercado de futbolistas que en el pasado llamaban de piernas, anunciados en sus nuevos clubes como figuras, magnificados por los periodistas, con hojas de vida decoradas que, en muchos casos, no pasan de discretos.
Todos, o la mayoría, a costo cero, libres de sus clubes, por el fútbol de estos lados, deprimido, carente de estrellas. Los consagrados están en el exterior, con contratos intratables.
Muchas veces firman a los escogidos por sus entrenadores rosqueros, acostumbrados a ganancias extras debajo de la mesa, en convenios con los empresarios. Parece que empleados subalternos o ciertos presidentes a sueldo, también participan en el negocio.
Por eso el aficionado entra en dudas respecto a si su club preferido se refuerza o se maquilla, suple necesidades o simplemente retoca su nómina.
Ya no pesan las individualidades, otro aspecto en el que el fútbol se ha transformado. No se ven en la vitrina figuras descollantes, con magia en los pies o magnetismo en el cuerpo. Prefieren ir a otros lados.
Lejanas, aunque cuestionadas en tantos aspectos, están las épocas en las que los clubes en competencia sacudían el mercado con atractivas contrataciones. Hoy se ficha a cualquiera como astro y cualquiera juega, pese a sus limitadas condiciones, con el beneplácito de sus directores técnicos.
Se trata de correr, de meter, como parte fundamental del juego, para preservar la portería propia, sin argumentos para atacar a los rivales. Es la exaltación de los mediocres como rutinario irrespeto a los aficionados.
Las figuras, como Chará y Cantillo del Junior y Michel Barrios de América, regresan al agotarse sus ciclos en el exterior, porque extrañan los aplausos de su pueblo o desean acercarse a la Selección para entrar en el radar del entrenador Nacional, Néstor Lorenzo.
Pronto, en tres semanas, una vez comience el torneo, se verán los perfiles de los favoritos y los gustos amargos de las derrotas, especialmente de los clubes modestos en la inversión, limitados en sus ambiciones, que siempre juegan en desventaja y mantienen en jaque, en la puerta de salida, a sus entrenadores.