Por Carlos Cantor
En una reciente entrevista difundida por YouTube el expresidente ruso Dimitri Medvedev hablaba de la incidencia de la elección de Donald Trump en la situación geopolítica actual : “Trump, aunque no haya trabajado en el gobierno antes de su primera presidencia y se presente como una figura menos convencional que los otros no hará nada diferente que pueda contrariar lo que se denomina “el estado profundo”, lo cual no hace referencia a una teoría del complot sino a una red de hombres políticos influyentes, hombres de negocios, banqueros y otras figuras poderosas capaces de pesar con todo su peso en todos los acontecimientos”.
Ahora que Donald Trump acaba de ser de nuevo elegido presidente de los Estados Unidos de América, el 62 por ciento de los franceses se dice inquieto con esa elección del pueblo americano según un sondeo de la cadena de televisión BFMTV.
Pese a que Donald Trump prometió acabar con la guerra de Rusia y Ucrania en 24 horas, una guerra contra la cual no se protesta en las calles de Francia pero que inquieta a la ciudadanía, y aunque los tiempos en ese terreno puedan alargarse para Donald Trump, es un punto que en algunos espacios de opinión franceses se anota a su favor.
Por estos días la guerra en Ucrania toma proporciones alarmantes y que en el torbellino de las noticias la victoria de Donald Trump el 5 de noviembre parezca asunto lejano, el protagonismo se retorna hacia el presidente saliente Joe Biden al autorizar ataques con misiles de largo alcance en territorio ruso. Es así como pese a la victoria de Trump declarado antiguerra, la guerra se intensifica.
Las preguntas ya no son como será Trump segundo mandato sino si ese ataque que puede poner en peligro la paz en Europa y por consecuencia en el mundo ha tenido la aprobación del presidente electo o si al menos fue consultado. ¿Y si no lo fue en dónde está el error?
Hoy, la segunda presidencia de Donald Trump gira en torno del rumbo que se le dará a esa guerra. El presidente francés Emmanuel Macron ha sido favorable desde el principio (marzo 2022) a la ayuda militar a Ucrania en este conflicto con Rusia, al opuesto del candidato y ahora presidente electo que promete no financiarla más. Emmanuel Macron ha llegado incluso a proponer el envío de soldados de la OTAN en territorio de guerra, lo cual vuelve coherente que ahora valide junto con Polonia y Reino Unido la orden de ataque impartida por saliente presidente Joe Biden.
Esos posicionamientos no le impidieron a Emmanuel Macron ser uno de los primeros dirigentes en felicitar a Donald Trump por lo que él calificó una incontestable victoria para el americano, “con sus convicciones y las mías, con respeto y ambición, por más paz y prosperidad”.
Esa dualidad simpatía-rechazo hacia Donal Trump tal vez ilustre la delicadeza que exigen las relaciones de Francia con la primera potencia mundial, (aunque todo se maneje desde el eje europeo), en el fondo, Donald Trump y Francia parecen no ir “ensemble”.
Donald Trump, quien en su primer mandato parecía experimentar poco afecto por Francia o por lo menos por su clase dirigente, la cual en esos mismos años (2018 y 2020), se vio confrontada al estallido social de los llamados “Chalecos amarillos”, una irrupción espontánea de descontento de las clases medias por el empobrecimiento que éstas le atribuían a la gestión de austeridad que prometía el gobierno del presidente Emmanuel Macron. Durante meses se vieron a los Chalecos amarillos por las calles de Francia con la pancarta “Macron, casse-toi”, Macron, vete.
Los chalecos amarillos desaparecieron del paisaje francés luego de una intensa represión y por falta de liderazgo entre ellos mismos, mientras que el presidente Emmanuel Macron culminará dos mandatos consecutivos en 2027.
En cuanto a los ciudadanos franceses y hoy como ayer, ellos se declaran contra Donald Trump, a quien lo califican de fascista, machista, extremista pero tampoco quieren la guerra. Y así como están contra Trump están contra Emmanuel Macron, cuya impopularidad es cada día más latente, pero defendiendo siempre a Ucrania.
Y si bien Francia apoya ahora el ataque de Ucrania en territorio ruso, tampoco es que tenga muy claro el método que deberá aplicar para la segunda presidencia de Donald Trump. Los aranceles a los medicamentos fabricados en Francia pueden hacerle daño, como también la carga impositiva a productores y exportadores de vino francés que promete el futuro segundo gobierno de Donald Trump. Ello puede terminar por debilitar a un sector bastante golpeado ya por la concurrencia mundial y las catástrofes naturales de orden climático.
Por el momento se diría que Francia no sabe “sur quel pied danser”, con qué pie iniciar el paso o posicionarse en esta relación que se promete áspera. O que de pronto se suavizará sensiblemente con Charles Kushner, el consuegro de Donald Trump, pues es nada menos que él quien acaba de ser nominado como nuevo embajador de los Estados Unidos en Francia.
¿Para mantener o hacer perdurar una relación que ha sido en general fluida? Si, pero sólo cuando los demócratas son los que están en la Casa Blanca.
Los desacuerdos entre Francia y Estados Unidos en materia de política exterior han sido mas bien escasos desde 2007, año en que fue elegido el derechista Nicolas Sarkozy. Antes, hubo una excepción histórica: el veto de Francia ante la ONU a la intervención americana en Irak en 2003 por decisión del entonces presidente Jacques Chirac.
Por el resto, entre Estados Unidos y Francia no ha existido desacuerdos coyunturales respecto de intervenciones militares en Medio Oriente por ejemplo, en especial en aquellas que siguieron a las “Primaveras árabes” en la segunda década de este milenio y que hicieron caer a regímenes longevos en Egipto, Túnez, Libia pero que dejaron rota a Siria, nuevamente amenazada hoy en Alepo por grupos yihadistas tras seis años de paz incierta. Como tampoco ha habido desacuerdos revelados en los enfrentamientos directos e indirectos de las tropas americanas en Afganistán.
No se incluye aquí el asunto palestino, que ahora sirve como elemento unificador entre el gobierno francés y la opinión pública en la condena a los atentados de Hamas en Israel el 7 de octubre de 2023 y del derecho que tiene éste a defenderse, uno de los pocos puntos en común de los franceses con Donald Trump.
Ahora que Donald Trump vuelve a la presidencia de los Estados Unidos de América se le sigue viendo como en 2016, como un dirigente que alberga una cierta animadversión por la Francia del intelecto y como en ese entonces, su apellido puede servir ahora para hacer una broma “no seas tan facho”, o para evocar aquello que está prohibido en una democracia que se respete como ésta que encarna el presidente Emmanuel Macron, a quien como a Donald Trump se le ha tildado de ególatra y de dictador, como ocurrió cuando llamó a la disolución de la Asamblea Nacional en mayo pasado por lo que se cree fue un simple capricho de “Júpiter”, como se le suele llamar.
En Francia no se fijan límites para criticar a Trump. Se le trata de fascista, xenófobo, racista, supremacista, machista, de querer influir en los hombres para que se comporten como él, así lo aclamaban las feministas en Trocadéro en enero de 2017 y ahora que ha ganado una segunda vez con pancartas de bienvenida que decían días después de su elección : “Paris contra Against Trump”.
Foto Romain Dézèque / Franceinfo
Fue cosa corriente en los años de su primera presidencia organizar manifestaciones en su contra, sobre todo cuando Donald Trump se “atrevía” a venir a París como ocurrió en su primera visita en julio de 2017 como invitado de honor de la Fiesta Nacional del 14 de julio.
Donald Trump y Emmanuel Macron junto a Melania Trump el 14 de julio 2017 para asistir al desfile militar en los Campos Eliseos/ Foto Christophe ARCHAMBAULT/AFP
De ese verano de 2017 se recuerda de nuevo la dualidad detestación#admiración que suscita la personalidad de Donald Trump en Francia con pancartas de manifestantes en su contra, pero también con la pompa y la fanfarrea que desplegó el presidente Macron para impresionar a su invitado, de quien se dice que al opuesto de la elegancia de los franceses gusta estar rodeado de objetos dorados, mármol y terciopelos. Eso es olvidar la ostentación de un monarca como Luis XIV cuyo Salón de los Espejos del Palacio de Versalles ha sido copiado en menor escala por Donald Trump en su mansión de Mar-a-Lago en Palm Beach.
Tampoco se olvida las protestas cuando Donald Trump vino por segunda vez a Paris en 2018 para la ceremonia de conmemoración del Armisticio del 11 de noviembre de 1918, en cuyo acto se le vio por primera vez al lado de Vladimir Putin en territorio francés, al pie del Arco del Triunfo, junto a la tumba del soldado desconocido de la Primera Guerra Mundial.
Aquel fue el primer encuentro de grandes lideres mundiales de este milenio, en un ambiente relajado para honorar el fin de la llamada guerra de las trincheras, que otra que se perfilaría cuatro años más tarde vendrá no sólo para copiar el modelo sino para modernizarlo.
Como decía Dimitri Medvedev uno de los hombres más cercanos al presidente Vladimir Putin, si el próximo presidente americano alimenta con ardor el conflicto, eso significará ir por una vía hacia el infierno o hacia una tercera guerra mundial.
El ultimátum ha sido pronunciado por un presidente en fin de mandato ante el silencio de su sucesor. Entre tanto Francia sigue con sus convicciones, con o sin Donald Trump.