“Escribo para entender los capítulos subterráneos que explican por qué Colombia es como es”: Juan Gabriel Vásquez

Juan Gabriel Vásquez, en el Hay Festival Cartagena, durante la presentación de su novela 'Los nombres de Feliza'. Foto Cortesía Hay Festival

Por: Rainiero Patiño M.

Durante los días de escritura de Los nombres de Feliza, Juan Gabriel Vásquez descubrió que era un mal escultor. Esto ocurrió después de inscribirse como estudiante en la misma academia de artes a la que fue la protagonista de la novela en París, acción a la que se vio obligado para poder conocer por dentro el lugar y ante la negativa de los directivos de tener andando por ahí, entre los salones, a un fisgón. Para su consuelo, este jueves, Leila Guerriero, la periodista argentina, le dijo que había visto una de sus esculturas y podía decir que no estaban “tan mal”. 

La conversación entre Vásquez y Guerriero se dio en la primera noche del Hay Festival Cartagena 2025, entre los cientos de oídos de un repleto Teatro Adolfo Mejía y con la complicidad que los repetitivos encuentros han creado entre los dos autores. 

“Uno de los escritores más valiosos de nuestra lengua”, se atrevió a decir Guerriero, quien resumió la nueva novela del colombiano como la historia de “la forma en que la política más macro entra en la vida de una mujer no tan micro”. Vásquez prefirió una sonrisa ante el elogio.

Para poder aterrizar ese comentario inicial de Guerriero se hace necesario un sobrevuelo rápido sobre la novela. El argumento parece ser muy simple: la escultora colombiana Feliza Bursztyn murió a los 48 años, el 8 de enero de 1982, en un restaurante de París. En ese momento sorpresivo de su fallecimiento, estaba acompañada por su marido y cuatro amigos. Uno de ellos era el escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien días después publicó una nota de prensa sobre el hecho, con el foco en tres llamativas palabras: “Murió de tristeza”.

Juan Gabriel Vásquez cuenta que leyó la nota de prensa de Gabo solo hasta 1996, precisamente estando en París. Entonces, arrastrado por la intriga de lo que podrían mover en el fondo esas palabras y, además, teniendo en cuenta la historia de quien las propone como descripción literaria de la muerte de la escultora, empezó a investigar en la vida desconocida de Feliza, reconocida y celebrada por sus amigos como una mujer extraordinaria y que libró enormes y múltiples luchas disruptivas en la sociedad que le tocó vivir.

Imagen del Teatro Adolfo Mejía, en la conversación de Vásquez y Guerriero.Imagen del Teatro Adolfo Mejía, en la conversación de Vásquez y Guerriero.

Vásquez lo que hace es, a través de un ejercicio riguroso de documentación, experimentación y de entrevistas con personas cercanas a Feliza, reconstruir e imaginar la vida de la artista, logrando una potente obra literaria de ficción, tan verosímil como la íntima y llamativa realidad de la escultora.

«La historia es una contradicción»

Feliza ya había tenido una breve aparición en otra obra de Vásquez. En Las reputaciones (2013) se reseña como una caricatura que hace Javier Mallarino, el protagonista de la historia. Pero, allí, Feliza no pasa de un par de frases. En esto cayó en cuenta Vásquez solo después de terminado el nuevo libro y gracias al comentario de un lector.

Ante la pregunta de por qué había escrito una novela y no un perfil, Vásquez dijo que con el género periodístico no podría permitirse llegar adentro de Feliza, a la forma en la que él podría imaginarse su mundo y hasta sentirlo.

Y ante el riesgo frecuente, en este tipo de obras, de terminar transfigurando la vida de los personajes centrales, Vásquez revela que la novela fue construida con una principal premisa presocrática: “No hacer daño”. Eso sí, dejó claro que lo hacen los escritores, o mejor, lo que intenta hacer él es “reconstruir la vida de esos personajes a través de la imaginación”.  

Como se puede evidenciar en las 288 páginas del libro y según explicó el propio autor, en Los nombres de Feliza hay una labor de historiador, luego un oficio de periodista y, por último, el arrojo del novelista que tiene el difícil reto de decir solo lo que cada obra específica necesita decir. 

“Escribo libros para entender los capítulos subterráneos que explican por qué Colombia, mi país, es como es. Es decir: la violencia”, añadió en otro momento.

A modo de resumen, Vásquez dice que La novela de Feliza es una contradicción, como aquel ejemplo clásico y repetido por Antón Chéjov, el escritor ruso, que decía que una buena motivación para escribir una obra se podía condensar en la oración: “Un hombre entra a un casino, gana todo, vuelve a casa y se suicida”.

Eso, dice el escritor colombiano, es lo mismo que Feliza cuando murió de tristeza, a pesar de ser considerada una mujer famosa por su alegría y por su extroversión, al punto de que sus carcajadas fueron merecedoras de varios sonetos de reputados poetas colombianos.

Feliza ahora ronda los sueños de Vásquez, lo confesó el escritor, y él sueña con preguntarle qué piensa de la novela. “Una respuesta ya imposible para mí”, cerró Vásquez.

Juan Gabriel Vásquez y Lelila Guerriero en el Hay Festival Cartagena 2025.
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