¿En plena era digital vale la pena leer?

Los jóvenes y la lectura en la era digital.

Mauricio Salgado Castilla @salgadomg

Wilfrid Voynich se sentó en la inmensa biblioteca del Colegio Romano, parte de la Universidad Jesuita Gregoriana del Monasterio de Villa Mondragone, ubicado en Frascati, cerca de Roma, Italia, ante la pila de libros que el monje comentó estaban interesados en vender, ya llevaba varias semanas recorriendo Italia y hasta ahora no había encontrado un ejemplar que en su librería de libros raros en Londres llamara la atención de manera significativa y le produjera una utilidad que le compensara el viaje.

El tercer libro en la pila resultó un manuscrito de 240 hojas, doblado y empastado que en una rápida mirada no despertaba interés como libro raro, pero al desplegarlo en la mesa de la biblioteca, encontró un escrito en una caligrafía impecable, pero en una lengua desconocida para él a pesar de saber varios idiomas, ilustrado con una serie de imágenes desconcertantes y surrealistas, de mujeres y plantas, de pronto, todo el cansancio y los costos del viaje fueron insignificantes, propuso un valor de compra por todos los libros, sin siquiera ver los otros, no quería despertar el interés del monje bibliotecario.

En pleno 1912, el viaje de regreso a Londres le pareció muy corto. Trató de descifrar alguna parte del manuscrito, que, sin saberlo, se convirtió en su pasión hasta su muerte en 1930, probó los diferentes idiomas que conocía sin éxito. En los meses siguientes, una correría de eruditos de Oxford, Cambridge y el London College, estuvieron sentados en la larga mesa del sótano de su librería, sin descubrir que decía o siquiera en que idioma estaba,

En 1969, Ethel, la viuda del librero donó el manuscrito a la Biblioteca de Libros Raros de la Universidad de Yale en los Estados Unidos, donde estudiosos de todas las partes lo han revisado; el grupo de estudio de la antigüedad con la técnica del carbono 14, de la Universidad de Arizona, determinó que era del siglo XII, dejando atrás teorías sobre que fue escrito por Leonardo Da Vinci o Roger Bacon y que escondía fórmulas de alquimia con el secreto de la eterna juventud o la transformación del plomo en oro.

En pleno siglo XXI, con la inteligencia artificial cada vez más presente en todos los aspectos de la vida, los escritos siguen siendo una gran fuente de información, conocimiento y la forma más eficiente de generar emociones en los lectores,  sin duda alguna la tecnología actual ofrece un mundo de ciencia ficción muy real, pero está limitada a las personas que saben interpretarla y manejarla a partir de los recursos básicos: leer, escribir, realizar operaciones matemáticas sencillas, interpretar una imagen o una tabla, sin estas competencias básicas el mundo será excluyente abriendo las puertas a las personas que estafan o manipulan usando la tecnología.  

Con frecuencia se escucha que las personas leen cada vez menos, en este proceso, las emociones tienen una gran importancia, no importa la edad, si un libro emociona difícilmente un lector abandonará la lectura. Luego, el secreto de motivar la lectura puede ser encontrar qué nos emociona, luego, nada detendrá el proceso es como tratar de parar una montaña rusa, una vez que los carros han llegado al punto más alto, caerán por gravedad y ya no es necesario hacer más esfuerzo.

Motivar a la lectura puede ser un desafío, especialmente en un mundo lleno de distracciones digitales, sin embargo, fomentar el amor por la lectura es esencial, dado sus muchos beneficios, como el desarrollo del pensamiento crítico, la expansión del conocimiento y el enriquecimiento del vocabulario.

Algunas estrategias a considerar pueden ser:

1.    Crear un ambiente de lectura atractivo, donde se vean los libros y se valoren.

2.    Comentar las experiencias en conexión con los libros, como el entendimiento de un tema o comprender que los personajes pueden experimentar lo mismo que yo siento y que hicieron ellos ante situaciones complejas.

3.    Modelar el comportamiento de lectura, gran parte de los comportamientos humanos son por imitación. Si se lee con gusto y se comparten las experiencias de lectura, se genera una tendencia a seguir y a buscar eso de lo que se habla.

4.    Elegir lo que se lee, si libremente se puede escoger qué leer, se refuerza la autonomía y se aprende a tomar decisiones. Habrá momentos en los que lo que se decidió no fue lo esperado, pero eso también es parte de la formación de criterio para poder tener una posición ante situaciones de incertidumbre y ante noticias falsas, no facilitando las manipulaciones.

5.    Fomentar la discusión, hablar sobre los libros leídos es un gran motivador. Expresar argumentos de apoyo o de descontento con personajes y actitudes ayuda a crear diálogos donde no siempre se está de acuerdo y a explicar las razones y emociones detrás de lo que se piensa propiciando llegar a conclusiones sobre cómo se actuaría en determinadas circunstancias sabiendo el porqué.

Sin importar si es un manuscrito de hace 800 años o una tira cómica de hoy, leer es abrir una puerta a emociones, conocimientos, personas, culturas y formas de vida de ahora y de cualquier época.

“Leer no es algo que toca hacer”. Es lo que catapulta a las personas hacia una mejor vida o un mayor entendimiento. Es un gran diferenciador entre los que pueden y hacen y los que simplemente ven pasar la vida quejándose.

¿Qué tan animado estás para la lectura?

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