Por Óscar Domínguez G.
Los científicos sexuales han dado la orden a la aldea global: a besar se dijo. El beso, han dicho, es la mejor terapia contra la depresión.
Sobre todo aquella “depre” que sigue a las temporadas de vacaciones como esta de Semana Semana.
Al paso que vamos, llegará el día en que besar sea una materia opcional en la universidad.
O en el bachillerato, donde en lugar de costura o violín, los estudiantes podrán tener sesiones para intercambiar microbios por la vía del beso.
¿Qué tal si desde el prekínder o la primaria la población bajita aprende a besar? De pronto, ese sería el camino para lograr un mundo feliz. Y la paz total.
Como principio tienen las cosas el 13 de abril se habilitó como día internacional del beso.
Quiera la Chinca que los jefes de personal permitan que los empleados con la moral en el piso agarren a picos a la compañera de nómina que les quita el sueño. Y al revés.
Sería una forma óptima de aumentar la productividad empresarial. Esto de besar, besar y besar parece implícito en la canción del maestro José A. Morales que dice:
“María Antonia es la ventera más linda que he conocido. Tiene una tienda de besos al otro lado del río”.
Una vecinita de la cuadra, bella ella, vendía besitos por la ventana a centavo por piquito cuadrado.
También es conocida la canción española: “La española cuando besa, es que besa de verdad”.
La agencia sexual británica que promueve el beso desinhibido pide que se bese con todos los juguetes.
Nada de ese besito un tanto hipócrita, al cachete, al aire, que “ella no devuelve, o sí…”, como en la canción de Rubén Blades.
Tampoco aboga por el beso farisaico que es la cuota inicial de alguna traición y no me refirió a Judas. “Estoy segura de que mi hijo no traicionó a nadie porque amaba a los hombres de su raza…”, dice su madre, Ciborea, por boca de Jalil Gibrán, el poeta del Líbano, y los poetas son mentirosos que suelen decir verdades como puños.
No, señores: para que haya liberación de adrenalina y de endorfinas en el torrente sanguíneo y se cree la necesaria sensación de bienestar, el beso tiene que ser intenso.
O sea: besar tiene que ser algo tan exigente como hacer el amor. Que lo que se golpee arriba se sienta abajo, es la consigna.
Hay que tener en cuenta que el beso atornillado, bien dado, ese en el que la lengua dice aquí estoy y aquí me quedo, aporta tanto bienestar como una sesión de abdominales.
Así que a besar se dijo…