Desconsideración

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, en Caracas (Venezuela). RAYNER PEÑA R. (EFE)

Por Carlos Alberto Ospina M.

Nadie debe acostumbrarse a los invariables insultos y a la falta de respeto proveniente de la jeta de un odiador profesional. Si bien, algunos de sus seguidores son patéticos, resentidos y enfermos mentales, quien ostenta la dignidad de primer mandatario de la nación debería dar ejemplo de comportamiento moral, principios éticos inquebrantables y buen trato con los demás. “Nemo auditur propriam turpitudinem allegans”-Nadie puede alegar a su favor, su propia torpeza. (sic – principio universal del Derecho)

Operar para infundir intimidación, contemporizar con los terroristas de Hamás, alabar a la dictadura de Venezuela y otorgar odiosos privilegios a la caterva de delincuentes que destruyen el país, son acciones que ilustran de qué está hecho y hacia dónde va Gustavo Petro. Al pie de la letra se limpia el trasero con la institucionalidad.

Petro Urrego interpreta a 11.292.986 obnubilados, y no al conjunto de 39.002.239 de ciudadanos habilitados para ejercer el voto en la segunda vuelta presidencial de 2022. ¡Ni tan popular ni tan invencible! En su acostumbrada actitud miserable, tóxica y dañina no acepta la fragilidad del proyecto político de izquierda que, él mismo, se ha encargado de poner contra la pared mostrando el semblante despótico, enmarañado e intransigente que lo define.

A nivel nominal es el presidente de la República; sin embargo, no representa a todos los colombianos teniendo presente el estilo de gobernar para unos en detrimento de la mayoría. De manera contundente, el 66% de los encuestados por Invamer respondió que desaprueba su gestión. Con precaución, el engañabobos, salió a gritar, “reelección” (sic) con el fin de atenuar las protestas multitudinarias de “Fuera Petro” y la evidente reprobación del traumado exguerrillero. Ambos anhelos colectivos, sí verificables, en circunstancias de modo y lugar, en vez de las elucubraciones de su creída grandeza popular.

De poco le ha servido apropiarse de los dineros públicos, pagando bodegueros e influencers perniciosos, para que cumplan la labor de letrinas verbales con el objeto de calumniar e injuriar a políticos de la oposición, columnistas de opinión, exministros arrepentidos, presidentes de gremios económicos y periodistas que denuncian la incompetencia y la corrupción del actual desgobierno, dizque, progresista. 

Un mitómano e inepto que lleva décadas arengando y hablando cosas intrascendentes sin pasar a los hechos que sustenten la viabilidad de ciertas ideas reformistas. Por donde se mire no es un modelo a imitar, salvo en el ámbito de la menguada hermandad de los resentidos sin norte. ¿Suda la camiseta?, ¿madruga a trabajar?, ¿acata las decisiones de las demás ramas del poder?, ¿ha vegetado en condiciones humildes?, ¿demuestra austeridad y sencillez? o ¿realmente le importa lo que acontece con los desplazados, confinados y en condiciones de pauperización? ¡Pues, no! Es tan frágil como una hostia en las manos de un blasfemo. 

Nada de nada en la alcaldía de Bogotá, salvo centenares de investigaciones y destrucción de la capital. La diferencia es que en la actualidad la basura sale a borbotones por sus fauces.

Cuando fue parlamentario pronunció extensos discursos, postizos y redundantes, en el recinto del Congreso y, a fin de cuentas, pura habladuría. Lleva dos años mostrando la pequeñez de un candidato en campaña proselitista, el cual, al estilo de Stalin, procede de forma grosera e intolerante con la oposición, tratándola de “asesinos” (sic) a causa de la expresión auténtica de repudio generalizado. 

¿Tiene algún valor este seudo argumento del exguerrillero? ‘¡El que tiene rabo de paja que no se arrime al fuego!’ De seguro, esas manos teñidas de sangre e impregnadas de pólvora esparcida sin piedad sobre el pueblo inocente, carecen de perdón terrenal. Al causante de la muerte, la gente que vive libre de toda culpa, exige respeto a la libertad de pensamiento y de expresión. El culto a su personalidad y el carácter antidemocrático no arrastrará a la nación entera; a pesar del séquito de corruptos, amigos, áulicos, testaferros y familiares que se chupan el erario. 

Al momento en que trata sin el debido respeto a alguien y sigue de largo, no solo se gana la antipatía extendida, sino que consolida el deseo de una pronta partida desde hoy hasta el 7 de agosto de 2026. Después, el olvido perpetuo a un sujeto sin vísceras ni alma humana, simplemente, un sátrapa que no deja piedra sobre piedra.

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