Por Carlos Alberto Ospina M.
El afán de perfección lleva a la desdicha y a la alteración de la espontaneidad. El tratar controlar ciertas experiencias, de una u otra forma, se interpreta a manera de posición ventajosa en relación con el otro que, tiene más de competencia, y menos de temor a obrar bien.
Unos individuos creen que disponen de medios sobrados para descubrir el mínimo detalle de desperfecto, convirtiendo el movimiento del rostro en indicador de medición y la pureza en ignorancia. Elaboran fórmulas magistrales, registros y un diario de operaciones sobre las vicisitudes con el objetivo de recoger las actas de las sesiones fallidas de los demás.
El sujeto con empaque de ‘perfecto’ no acepta vivir al día, ahorra expresiones corporales, hace gestos de confusión en el ámbito del análisis dimensional y considera la palabra como un fenómeno a cuantificar. En ese sentido, el ánimo está determinado por la inspección del entorno y la fiscalización de la conducta ajena.
La autorregulación es el vestido de etiqueta dentro de la zona de confort. Algunos sienten ese espacio a modo de farol de cristales o guía para evitar el abordaje de las dificultades. Ellos olvidan que la luz brillante es señal de llegada, tablón de anuncio de buena nueva o declaración de espacio espiritual. El presumido adonis piensa que el afecto es cuestión de método, y no de confianza.
El alto concepto de sí mismo anuncia la presencia de obsesiones y defectos familiares que resguarda debajo del tapete, al lado de mil libros y junto a la puerta falsa que, asegura con cerrojo, para que no emerjan las debilidades y los recuerdos.
El perfecto desdichado se sale de juicio enfrente de la ocurrencia de abrir la ventana para dejar correr el aire colado, aspirar la seductora existencia y ver la evolución de un nuevo amanecer. No conoció el albor de la vida ni la manifestación natural representada en el frágil presente.
Encolerizado rechaza los sentimientos ingenuos, pone talanqueras al impulso de las emociones y no acepta que todo es más fácil procediendo con suavidad consigo mismo y el resto de las personas. No hay que medir fuerzas para ser feliz.
Enfoque crítico – pie de página. “Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos» (José Saramago. Terra, 13/6/2007) Para la muestra, el quimérico autócrata de Colombia que dice ser el jefe de las ramas del poder público. ¡Es preciso rugirle al menesteroso necio!