El lustrabotas del Capitolio Nacional calmó el disgusto del maestro Fernando Botero el día que el acostumbrado «ausentismo parlamentario» opacó el homenaje del Congreso de la República al colombiano más importante en el mundo de la pintura y la escultura.
El maestro Botero hizo un dibujo y lo firmó en la caja del «embolador« .
Por Vivian Díaz
Corría el 2012, y al entonces congresista Telésforo Pedraza (Q.E.P.D) se le ocurrió proponer un homenaje con condecoración para el Maestro Fernando Botero.
Al Representante Pedraza siempre le gustó sobresalir, proponer cosas importantes, en la Comisión y hacer Debates acalorados en las plenarias-, varias veces comentó lo absurdo que le parecía que en el Congreso de la República, nadie le hubiera hecho un homenaje a “Botero” mientras que en otras partes del mundo era casi un “dios”.
Yo era la jefe de prensa de Telésforo Pedraza, llegué a su oficina en agosto del 2009 gracias a la recomendación que le hiciera Robinson Castillo, jefe de Prensa de la Cámara de Representantes. Desde el 2010, Telésforo Pedraza era miembro de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, no sé si fue ahí en dónde le surgió la idea o fue su amiga, la señora Gloria Zea, ex esposa del maestro Botero, quien le sugirió condecorar a Botero, pero en marzo del 2012 hizo la proposición en la Comisión Segunda en la Cámara de Representantes.
Fernando Botero y el congresista Telésforo Pedraza, promotor de la condecoración del Congreso al maestro. Foto Johny Hoyos
Dicha proposición decía que al maestro se le haría el homenaje con la Orden de la Democracia ‘Simón Bolívar’ Gran Cruz Extraordinaria con Placa de Oro, durante la plenaria en el Salón Elíptico, el miércoles 18 de abril, así que, aunque el doctor Pedraza, en principio, pensó que la oficina de comunicaciones del maestro Botero, haría las relaciones públicas, por alguna razón que desconozco, decidió que su equipo de la UTL trabajará en torno al evento.
Durante los días previos, hicimos contacto con el exministro Fernando Botero Zea, su hijo, para confirmar que su padre aceptaba ser condecorado el día propuesto, contarles cómo se haría la ceremonia y que después del acto, tomarían café y tendrían un momento para hablar con el representante. Botero Zea confirmó también la lista de asistentes a la ceremonia y pidió ser muy estrictos con el horario porque el escultor tenía ese día otros compromisos, debido a que venía a celebrar su cumpleaños en Colombia, con exposición de varias de sus obras en diversas ciudades del país, incluida Bogotá.
Así pues, se organizó el protocolo, también un dispositivo de seguridad, enviamos comunicados a medios nacionales e internacionales, todo quedó organizado para esperar el día, en la mañana del 18, durante la sesión de la Comisión Segunda, el representante pidió la palabra para recordarles a los miembros de la Comisión, que estaban citados para las 2:00 de la tarde en el Capitolio, para el evento.
Ese día hacía un sol sabanero, había mucho revuelo, antes de las 2:00 de la tarde, muy puntual, llegó el maestro con su esposa Sophia Vari (Q.E.P.D.), una señora encantadora, simpática y amable, con sus hijos Fernando, Juan Carlos y Lina, que también fueron muy amables y se mostraron muy agradecidos por el homenaje.
Por el saludo que se dieron el maestro Botero y Pedraza, amable pero distante, supuse que no eran amigos, casi podría asegurar que era la primera vez que se veían frente a frente, entraron al Salón elíptico, en la mesa principal estaba Simón Gaviria, presidente de la Cámara de Representantes para esa época, se hizo la ceremonia, el congresista conservador pronunció un discurso destacando las calidades del escultor y pintor antioqueño, haciendo un recorrido por su exitosa carrera y el reconocimiento a nivel mundial, le impuso la banda, le entregó la medalla y el maestro que estaba muy emocionado también dijo sus palabras, aprovechó para hablar del presidente Juan Manuel Santos, recordando que se había preparado toda su vida para dicho cargo, destacando que lo estaba haciendo bien y que esperaba que el proceso de paz con la guerrilla de las Farc, tuviera buen término.
La familia rodeó al maestro Fernando Botero el día en que recibió la más alta distinción del Congreso de la República. Foto Johny Hoyos
Se acabó la ceremonia protocolaria –que se había retrasado debido a que varios congresistas no llegaron a tiempo–, ese día hubo varias cosas para recordar, entre otras esa, que no llegaron varios parlamentarios citados, tampoco llegaron todos los medios de comunicación, el Salón Elíptico no se llenó como todo el mundo supondría, al fin de cuentas, no todos los días existía la posibilidad de conocer a un colombiano, genio de las artes plásticas, reconocido y agasajado en muchos países del mundo.
El maestro Fernando Botero no ocultó su disgusto por la falta de puntualidad de los congresistas que lo iban a homenajear en el Salón Elíptico de la Cámara de Representantes. En esta foto está acompañado por la autora del artículo, Vivían Díaz. Foto Johny Hoyos
Después de la ceremonia, salieron hacia el Salón Luis Carlos Galán, ahí tomaron café, el maestro iba molesto y mirando el reloj, me insistía que se le estaba haciendo tarde para un compromiso que tenía, yo le expliqué que ahí no demoraría, extrañamente no hubo entrevistas, pero sí había varios fotógrafos, entre ellos el periodista y vitalicio fotógrafo del Congreso Johnny Hoyos, quien me tomó la única foto que tengo con el maestro, caminando, sin pose y con cara de agotamiento, ahí, en ese momento, ocurrió el hecho más anecdótico del día: se acercó Jairo Rodríguez, un señor siempre muy bien arreglado, decente que le pidió al maestro le autografiara la caja en la que cargaba los utensilios con los que les brillaban los zapatos a los congresistas.
«A Jairo» le dedicó el maestro Fernando Botero el dibujo autografiado que le hizo en su caja de betunes y cepillos para lustra zapatos. Foto Johny Hoyos.
Ahí cambió la actitud del maestro, le dijo que sí, se sentaron, le hizo un dibujo y se lo firmó, todo el mundo aplaudió, hubo bromas, risas y nadie más se atrevió a pedir autógrafos.
Semanas después dijeron que Jairo vendió la caja y con eso compró una casa.
El congresista, el maestro Botero y los familiares tomaron el café, posaron para las fotos y se fueron.
Así fue el día en que conocí al Maestro Fernando Botero.