Desvertebrada. Don Tomás vuelve al barrio

El escritor Álvarez Gardeazabal habla ante el Mausoleo de Tomás Carrasquilla, en el Cementerio de San Pedro. (odg)

Por Óscar Domínguez G.

El Colombiano

Este jueves, después de años de exilio, don Tomás Carrasquilla pasó su primera noche cerca de su colega vallecaucano Jorge Isaacs, en el Cementerio de San Pedro, el barrio de los acostados más antiguo de Medellín fundado en 1842.  Issacs y Carrasquilla vivirán su eternidad juntos pero no revueltos en el patio central, el sector más emblemático del cementerio-museo. 

Cuando deudos del blancaje paisa detectaron que  también estaban enterrando pobres de solemnidad, empezaron a evacuar sus muertos hacia la Catedral Metropolitana, entre otros sitios. En esa diáspora forzosa cayó el autor de La Marquesa de Yolombó. Porfirio Barba Jacob  fue a templar a su terruño, Santa Rosa de Osos, gracias a los buenos oficios de su paisano, Darío Jaramillo Agudelo, felizmente vivo.

Lo cuenta otro futuro habitante del San Pedro, el novelista Gustavo Álvarez Gardeazábal, quien ya tiene lista su tumba, con escultura incluida. Lo enterrarán de pie. O sea que Isaacs, Carrasquilla y el autor de Cóndores no entierran todos los días podrán improvisar deliciosos crochés literarios. 

El escritor Gustavo Álvarez Gardeazabal pronuncia las palabras que tenía preparadas para este acto ante el Mausoleo de Tomás Carrasquilla, en el Cementerio de San Pedro. (odg)

Álvarez Gardeazábal es el  culpable  de que Carrasquilla vuelva al cementerio que habitó en el pasado. A pesar de sus achaques, el novelista  vallecaucano aceptó la invitación  de las directivas del San Pedro para asistir a la parábola del retorno de don Tomás. 

Fue él quien interesó en el traslado a los Arango de la Fundación Celsia, sobrinos nietos del novelista paisa. Antes de ocupar su sitio en el mausoleo, hubo examen de sus ilustrados huesos en el departamento de Antropología de la Universidad de Antioquia.  El antiguo mandamás de Argos, Don Adolfo Arango, dijo presente en silla de ruedas.  También concurrió Augusto López Valencia exmandacallar del Grupo Santo Domingo.

¿Pero qué  hace un muerto ilustre cómo Isaacs en el antiguo cementerio de los ricos? Elemental, queridos. Don Jorge se mechonió con los aristócratas del Valle que se burlaban de su novela María y estuvieron a punto de llevarlo a juicio por deudas de su padre. 

En poética venganza, Isaacs dispuso que cuando muriera lo enterraran en Medellín. Al fin y al cabo, en 1880, prosaico golpe de estado de por medio, había sido presidente del Estado Soberano de Antioquia. 

Emiros Kastos se encargó de la burocracia del entierro pero fue Carrasquilla quien se ocupó de llenar de maricaditas la carroza que trasportó a Isaacs hasta su residencia actual. Gardeazábal se copió de don Tomás, y ahora es él quien propicia su traslado.

En primer plano, el escultor Jorge Vélez Correa en el mausoleo de Gustavo Álvarez Gardeazábal (al fondo). Las esculturas de Carrasquilla y de GAG son obra  del maestro  Vélez Correa.

¿Y qué hace un vivo como el ateo Álvarez Gardeazábal con mausoleo y escultura en el San Pedro? Pues la nueva administración del Cementerio Libre de Circasia, eliminó la autorización para que fuera enterrado allí. Los laicos del San Pedro, le echaron un salvavidas, y le ofrecieron enterrarlo en su seno. Las esculturas de Carrasquilla y de GAG fueron hechas por el maestro Jorge Vélez Correa. 

Y colorín colorado, este fúnebre cuento ha terminado. Ahora los lectores de don Tomás le pueden llevarle flores y pedirle mercedes. A Gardeazábal no le pidan nada que no cree ni en los rejos de las campanas.

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