De la tierra a la luna pálida

Foto Guillermo Angulo

Por Oscar Domínguez Giraldo

La  noche del domingo 20 de julio, hace 51 años, 530 millones los mirones presenciamos por televisión en blanco y negro el alunizaje del hombre mono. El visionario Julio Verne lo dijo primero. Habría estado en primera fila.

Nadie reparó en la deferencia gringa de alunizar a dos cosmonautas el día que celebrábamos  159 años de independencia  del yugo chapetón. Por esta vez nos olvidamos del episodio del florero y de los madrazos de González Llorente a los criollos.

Aquel 20 de julio, como de costumbre, la Luna estaba ahí como un punto sobre las íes del infinito. 

Vimos el alunizaje en casa de unas amigas con señoritero ron a bordo. Casi nos deja el bus (arrierita envigadeña) de regreso a casa. 

Aquella noche, el mono Neil Armstrong puso sus pies en la luna, un sitio hasta entonces reservado a astrónomos, astrólogos, novelistas, poetas, enamorados y uno que otro perro despistado, como el del poeta Silva: “Y se oían los ladridos de los perros a la Luna… a la luna pálida”.

La perrita Laika, coqueta y soviética ella, le había ladrado de cerca a la luna pálida, orbitando a su alrededor el 3 noviembre de 1957. Laika, quien bailaba muy bien el can-can cuando se iba de rumba al Molin Rouge, abrió el camino convertida en Cristóbal Colón del espacio.  

Un bípedo, también soviético, Yuri Gagarin, a bordo del  Sputnik II, en abril 12-61, había seguido los pasos de Laika lo que puso a sacar pecho a su jefe Nikita Kruschev.

John F. Kennedy, presidente de Estados Unidos, trataba de sacarse el clavo de la frustrada invasión a Bahía Cochinos, en  Cuba, y buscaba un pretexto para sumar puntos ante su gente golpeada en el mástil de su vanidad por no haber defenestrado a Fidel y a sus barbuchas olorosos y no precisamente al Chanel de sus guerrilleras.

Sin saber cómo ni cuando, la luna, esa tierra  virgen “donde la mano del hombre jamás había puesto el pie”, se había convertido en  objetivo político. 

Los Beatles se extrovertían con Yesterday y yerbas afines. Más de un desertor temporal del bolero se asilaba en Satisfaction, de los Rolling Stones, para regresar muchos años después al establecimiento con corbata y todo. El presidente Lleras Restrepo nos mandaría a dormir temprano. 

Mientras dos gringos, Armstrong y «Buzz» Aldrin y  Mike Collins, volvían realidad el sueño de Verne cien años atrás, otros tratábamos de buscar un espacio bajo el sol.

Como no fue posible cargarle la maleta a Armstrong en  ninguno de sus viajes, conocí en un festival de poesía de Medellín al cosmonauta ruso que permaneció seis meses en el espacio. Del ahogado el sombrero. 

De niño, ese cosmonauta, Alexander Ivanovich Lazutkin, le preguntó a su mami: ¿Qué hay al final del universo? Como no lo sabía, mamá le alimentó sus fantasías para que él mismo encontrara  las respuestas.

En su infancia, Alexander pintaba naves y quería viajar al espacio. Se hizo ingeniero mecánico.

En sus charlas en el Planetario de Medellín confesó una alegría y una frustración: vio la tierra desde más cerca del sol pero encontró que la tierra era redonda. Ya lo sabía.

FRASES PARA EL DESEMBARCO

Foto Guillermo Angulo

El 20 de Julio del 69 – el erótico y kamasútrico número del amor-amor-  medio mundo se acomodó frente al televisor con su dosis personal de crispetas como si se tratara de una final del mundial de fútbol. 

Nunca le paramos bolas a las frases que Armstrong pensó para soplarlas cuando alunizara. El hombre era consciente de que alunizar sin frase a bordo, era como no haber estado allí. 

 La periodista Oriana Fallaci en una espléndida crónica, recuerda que la primera de dos frases que pronunció Neil. fue: «Ahora salgo de la plataforma del LEM”. ¿Gastarse miles de dólares para semejante bobada?

Pero la historia es la historia y hay que consignar que Neil había craneado otra frase mejor, la misma que le había confiado en secreto a mamá Armstrong. La frase era: «Esto es un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad». 

Mamá Armstrong, quien se comprometió con su vástago a no contarles la frase ni siquiera a sus amigas de costurero, seguramente le comentó a su hijo que peores cosas se habían dicho en la vida, pero que él era piloto y no Whitman, Faulkner ni un Mark Twain. Y autorizó  a su muchacho a seguir adelante con la frase ya que no se le había ocurrido nada mejor.  Se perdió la platica invertida en la escuela.

Personalmente, me desilusionó la llegada del hombre a un sitio  donde no hay muchachas de abril, helados, tiendas, libros, parques, fútbol ni árboles para que los colegas de la perrita Laika alcen la patica para depositar allí su Chanel. 

Porque, ¿cómo es que no le salió nadie a Armstrong, “Buzz” Aldrin y a  Mike Collins? ¿Así es de aburridor el universo o sus habitantes que estamos  solos? 

Pero Neil se demoraba mucho en su caminata. Por fin vimos cómo el par de gringos recogían el retorno a casa.

EL SOLITARIO DEL ESPACIO

Aquel 20 de julio, me llamó muy especialmente el astronauta Mike Collins, quien se graduó como el hombre más  solitario del universo en momentos en que sus colegas Armstrong y Aldrin, practicaban los primeros brinquitos sobre la superficie lunar.

Según el relato que hizo doña Oriana del alunizaje, mientras la fama de Armstrong y “Buzz” (Zumbido) Aldrin volaba de boca en boca de los millones de televidentes que presenciábamos estupefactos el desembarco, Collins, a bordo de la nave Apolo hacía todo lo posible para que no se olvidaran de él. 

Hay que agradecerle que no hubiera fingido un ataque parcial de amnesia y hubiera regresado a tierra firme dejando a sus dos compañeros encartados con el robo lunar que nunca fue denunciado ante ninguna comisaría pese a que lo vimos millones, incluidos más de un abogado, entre ellos, nuestra anfitriona de aquella velada.

«Solo Adán estuvo tan solitario antes que yo. Pero Adán estuvo 

en el paraíso terrenal», lagrimeó el solitario Collins al centro 

de control en Houston, antes de pasar a la otra soledad del lado oculto de la luna. 

Una soledad orbital más otra soledad sideral suman un Collins. «… y desapareció (Collins) tras la otra cara de la luna a hablar solo en  aquella nada hecha de silencio», escribió la signora Oriana.

En la cara oculta de Selene, nombre griego de la luna, para matar el tiempo, Collins buscó en vano a una muchacha china, Ghan Go, quien, según la leyenda que contaron esa noche desde Houston para distraer al terceto,  vive allí hace más de 4 mil años luego de haberle robado a su marido la píldora de la inmortalidad.

«No se olviden de uno que está  dentro de la cápsula», trinó  Collins, olvidándose de Ghan Go, mientras en luna firme, Armstrong acaparaba todo el protagonismo. 

El solitario Mike merece un Tom Collins de felicitación por haberse prestado a ser una especie de vicepresidente en el espacio, sin más funciones que permitir que sus colegas pasaran a la inmortalidad. Bravo, Collins, dos veces solitario. El mundo también es de los anónimos como tú. 

Recordemos la reflexión de Oriana Fallaci a propósito de aquel acontecimiento: «Ni siquiera en contacto con el infinito un hombre se hace  grande, si en él no hay grandeza. Ir a la luna no nos hace ciertamente mejores». 

¿LA LUNA NO HABLA?

A los cinco años mi hijo Juan Fernando que hoy tiene 42 y monedas, se hacía estas reflexiones,sobre la misma luna que visitaron Armstrong y Aldrin, la misma luna que fotografio el maestro Guillermo Angulo y la :

¿Cuándo está bolita la luna y cuándo está banano?

La luna es una mujer y el sol es un hombre.

¿El sol no habla? ¿La luna no habla?

¿Por qué pintamos la luna con ojos?

¿Por qué hacemos el sol con ojos?

¿La luna es amiga del sol?

¿El sol es amigo de la luna?

¿Por qué se mueve la luna cuando se mueven los carros?

La luna sale por la noche, anda por la noche.

El sol tiene palitos, unos que son larguiticos.

El sol vive arriba.

El sol da vueltas como la rueda.

El sol está en su casa por la noche.

En la tierra hay columpios y parques.

Ante tantas preguntas, le aclaré a mi hijo que yo era su taita, no Galileo.

“¿Y quién es Galileo?”, me fulminó el chiquitín.

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