Cosas frívolas

Frivolidad. Ilustración Voz de Galicia

Por Carlos Alberto Ospina M.

La autenticidad es un rasgo escaso que cojea al mismo tiempo de la presión social por cumplir con ciertos estándares que empujan a distintas personas a adoptar máscaras sociales. 

La obsesión por buscar el reconocimiento dentro de entornos digitales exclusivos revela de qué manera nos mostramos al mundo, abriendo una brecha entre la identidad real y la imagen proyectada. Este fenómeno con vistas al beneplácito general trae consigo efectos en los modos de relacionamiento, el desarrollo particular y la salud mental de algunos.

La necesidad de validación se ha convertido en la idea fija de varios famosos e ilustres desconocidos que publican las versiones más pulidas de sus estados de ánimo, transitorios o permanentes. Las diferentes plataformas permiten camuflar las emociones y los sentimientos sin exponerse al contacto directo fuera de las interacciones online. 

El adicto a publicar los logros, las hazañas o los fracasos con el objeto de volverse tendencia en las redes sociales, sabe muy bien las claves de la empatía y las técnicas de mercadeo en lo que se refiere a ruido mediático. Estas herramientas apalean a la endeble cubierta de celofán para aparentemente compartir experiencias propias que animan a la comparación y la construcción de una personalidad prefabricada.

La careta digital controla el efímero reconocimiento en forma de likes, número de seguidores, monetización y comentarios que rara vez reflejan la realidad. Por tal motivo, unos cuantos prójimos están atrapados en el ciclo de alimentar el retrato idealizado, a riesgo y ventura, de su intrínseca desgracia. El costo de la futilidad.

El agotamiento, la tristeza, la depresión y el miedo al rechazo perturban a todos aquellos que están inmersos en el mundo de las apariencias. A pesar de las elevadas expectativas no existe la pareja perfecta, el trabajador indispensable, el amigo siempre disponible, el gozo uniforme, la belleza intacta, el sexo colágeno o la inmortalidad. Somos tan fugaces como el aliento. Por consiguiente, distintas relaciones mueren a causa de las versiones superficiales e improcedentes sobre el individuo involucrado.

Ningún vínculo sólido se establece a partir de la figura preconcebida o la falta de naturalidad. Ocultar las dudas, las limitaciones, los traspiés y el decaimiento pueden mejorar las dinámicas competitivas y la rentabilidad de un sujeto con enfoque de producto. Sin embargo, ese indicador de valor en el fondo oculta la fragmentación y la desconexión con uno mismo.

Reprimir las emociones, los deseos y las opiniones auténticas con miras a ajustarse a las perspectivas de los demás indefectiblemente conduce a la ausencia de propósito y la sensación de vacío que lleva a olvidar quiénes somos en esencia. La simple intención de manejar un antifaz virtual representa otro signo de alienación.

El primer ejercicio estriba en aprender a tolerar el desprecio dado que la aceptación por parte de terceros no puede ser el motor de nuestras acciones. La experiencia humana fluctúa entre la vulnerabilidad, los límites y los defectos. “La perfección es una pulida colección de errores” (Frase atribuida al escritor y poeta, Mario Benedetti) 

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