Contraplano. El maestro de la monumentalidad

El escultor Rodrigo Arenas Betancourt (1919-1995), frente al ‘Monumento a la Raza’, en Medellín. Foto El Espectador

Por Orlando Cadavid Correa

Evocando la memoria de Rodrigo Arenas Betancourt, el historiador Orlando Casas Ramírez en su blog “El Postigo” tributa un sentido homenaje  a la memoria del finado escultor antioqueño.

En esta entrega del Contraplano  destacamos algunos apartes de  su oda al notable maestro de las artes:

Aunque de origen campesino, el fredonita Rodrigo Arenas Betancourt no era un hombre campechano. Su viaje por el mapa de los libros, por el mapa del mundo, por el mapa de la amistad con intelectuales y por el mapa de las aulas universitarias como maestro lo impregnó de una cultura que lo hacía sobresalir del común.

Arenas Betancourt fue un hombre barroco, con vivencias y anécdotas recargadas, y con una obra que no es simplista, sino que se sale del común. 

El monumental Rodrigo Arenas Betancourt. Foto Eje21

Se le conoce, ante todo, como escultor; pero fue también pintor y fue escritor: en resumidas cuentas, fue un connotado artista. En México aprendió que “el arte es el único lenguaje universal, eterno, que forma parte absoluta y total del hombre”, pero eso tal vez era algo de lo que él ya tenía conciencia desde la cuna.

Sus obras están a lo largo y ancho del país, en parques, plazas, universidades y pueblos, y son puntos de referencia.

Hijo de José Dolores Arenas y de Virginia Betancourt Restrepo, fue un humilde campesino nacido el 23 de octubre de 1919 en la vereda rural de El Uvital de la población cafetera de Fredonia, en el suroeste antioqueño. Fue José Dolores quien le contagió la fiebre de la talla, según cuenta el maestro Rodrigo:

“Mi primer orientador fue mi padre. Aprendí mucho de él cuando lo veía tallar en trozos de madera cabezas de perros, caballos, y otros animales… Trabajaba en madera de balso muñecos articulados, con los cuales nos entretenía. Los policromaba en forma muy ingeniosa. Tenía un fino sentido artístico que he comprobado en estos últimos días al ver sus bellos dibujos de caballos. En mi padre esta inclinación artística era gratuita y espontánea. Dibujaba y esculpía para dar rienda suelta a su imaginación”.

El «Bolívar Desnudo» en Pereira, una de las esculturas icónicas del maestro antioqueño. Foto Eje21

Al maestro Arenas le gustaba oír la música, pero serenatero no fue.

Amaba tanto la música que en su libro escribió sobre sí mismo: 

“…La música lo anestesiaba, sobre todo esa agobiante tonada de los tangos, cargada de la añoranza de los emigrantes, navegantes, y hombres que perdieron la concatenación histórica. El tango es la música de los hombres que se jugaron el alma, la echaron al mar, y se metieron a la tierra sin guía y sin ángel, conducidos sólo por la nostalgia, pero ¿nostalgia de qué? ¿Nostalgia del infinito? ¿Nostalgia de la nostalgia? ¿Quizás miedo? Cada hombre lleva un miedo adentro…”.

Contrajo matrimonio en tres oportunidades, la última fue en Colombia, con la poetisa María Elena Quintero González, su viuda, que fue su compañera para el resto de la vida, y fueron padres de la psicóloga Elena María y del ingeniero Rodrigo José.

En entrevista dada a la doctora Laverde, que le preguntó cuáles fueron las razones que lo llevaron también al mundo de las letras, el maestro respondió: 

– “… Esto hace parte de una situación conflictiva… lo que yo quería expresar quizás lo hubiera hecho mejor en la literatura, pero jamás me preocupé por la preparación que esta actividad requiere. Circunstancialmente escribo, y lo hago de una forma muy torpe. Me cuesta inmensa dificultad. Los orígenes de mi educación conducirían a pensar que el camino era la literatura… Es una especie de frustración el pensar que lo que quería expresar del mundo y de la realidad no lo logré. Con frecuencia tengo la sensación de que el mundo se me quedó en el tintero… Mi preparación para esta actividad literaria puede radicar en que he vivido la vida en toda su intensidad, en que he conocido el mundo por todos sus rincones, y en que he leído con desaforo”.

La Apostilla: El maestro Arenas Betancourt nació con un pie en Colombia y otro en México, y nació con un pie en la riqueza y otro en la pobreza, y nació siendo estudiante y docente universitario sin un título o diploma que lo acreditara. Fue un hombre de contrastes y contradicciones.

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