

Durante demasiado tiempo, el marco global para evaluar y gestionar la sostenibilidad de la deuda en los países de ingresos bajos y medios se ha basado en una flagrante falacia. Es necesario replantear todo el sistema, pasando de un enfoque limitado en la reducción de la deuda a uno que incorpore la inversión que impulse el crecimiento.
Por José Antonio Ocampo, KEVIN P. GALLAGHER y KUNAL SEN
HELSINKI – La desaceleración de la economía mundial, el aumento de las tensiones comerciales y el mayor riesgo de recesión podrían representar una tormenta perfecta para los países de ingresos bajos y medios (PIBM) agobiados por una elevada deuda soberana. Ante los exorbitantes costos de endeudamiento y un entorno internacional cada vez más inestable, el potencial de crecimiento económico y desarrollo de estos países se verá gravemente limitado.
Dadas las circunstancias, es necesario reformar la actual arquitectura financiera internacional, en particular su enfoque de la sostenibilidad de la deuda. Solo adoptando un nuevo enfoque de la deuda de los países en desarrollo, estos podrán generar los flujos de inversión que tanto necesitan para impulsar su crecimiento a largo plazo.
El concepto de sostenibilidad de la deuda sigue estando fuertemente influenciado por el Análisis de Sostenibilidad de la Deuda del Fondo Monetario Internacional/Banco Mundial, a pesar de que los economistas de ambas instituciones reconocen desde hace tiempo las deficiencias de ese enfoque. Supuestamente, este busca equilibrar la necesidad de financiación para el desarrollo con la sostenibilidad de la deuda, pero a menudo aboga por niveles subóptimos de gasto e inversión pública, contribuyendo inadvertidamente a futuras dificultades económicas en los países en desarrollo. Además, con frecuencia no tiene en cuenta la escala de la inversión necesaria para el crecimiento de estos países y no es lo suficientemente sensible a los choques económicos y externos.
Además, este análisis de sostenibilidad de la deuda ha sobreestimado históricamente el potencial de la consolidación fiscal para impulsar el crecimiento económico, lo que ha provocado errores persistentes de pronóstico y tasas de endeudamiento superiores a las previstas. Un problema fundamental es su escasa consideración de los beneficios a largo plazo de las inversiones financiadas con deuda, especialmente en áreas como la transición verde. El marco debe evolucionar, dejando de ser una herramienta centrada en la reducción de la deuda a toda costa para convertirse en una que incentive inversiones diseñadas para impulsar el crecimiento futuro y la sostenibilidad fiscal a largo plazo.
Ya estamos viendo cómo algunas economías avanzadas, en particular Alemania , revisan sus límites de endeudamiento para aumentar el gasto público en defensa y otras necesidades urgentes. Los responsables políticos de estos países comprenden que endeudarse para financiar el consumo público es fundamentalmente diferente a hacerlo para financiar inversiones estratégicas en infraestructura o adaptación climática, que pueden compensar futuras pérdidas económicas y reforzar la sostenibilidad de la deuda a lo largo del tiempo.
Así mismo, las decisiones de préstamo para los países de ingresos bajos y medios deberían basarse en modelos a largo plazo de sostenibilidad de la deuda, no en reglas generales simplistas como el coeficiente deuda/PIB de los países. Lograr la sostenibilidad de la deuda es más probable si los programas de ajuste facilitan una alta inversión, ya que esto puede impulsar un crecimiento económico más sólido. El endeudamiento impulsado por la inversión, cuando se gestiona eficazmente, reduce los riesgos de la deuda soberana y debería, por lo tanto, fomentarse.
Por supuesto, el problema más inmediato es el enorme sobreendeudamiento que enfrentan muchos países de ingresos bajos y medios. Intervenciones exitosas anteriores ya han demostrado que el alivio de la deuda con reducciones drásticas o suspensión del pago de intereses, recortes de las tasas y los recargos al crédito, y aumento de las asignaciones de subvenciones y de los derechos especiales de giro (DEG, el activo de reserva que emite el Fondo Monetario Internacional) disponibles deberían estar sobre la mesa.
Sin embargo, abordar las necesidades de financiamiento a largo plazo de los países de ingresos bajos y medios requiere reformas profundas. Es esencial impulsar considerablemente el financiamiento a largo plazo y de bajo costo. Los bancos multilaterales de desarrollo y las instituciones financieras internacionales de desarrollo pueden y deben desempeñar un papel fundamental en el aumento gradual de los préstamos sostenibles. Son los únicos que pueden proporcionar préstamos anticíclicos cuando el financiamiento privado es limitado, los precios de las materias primas están a la baja o la economía mundial está en crisis. Necesitamos más iniciativas como el Fondo Africano de Desarrollo del Banco Africano de Desarrollo , que proporciona financiamiento en condiciones concesionales, subvenciones, recursos para la preparación de proyectos y garantías a los países de bajos ingresos de su región.
Se necesita también crear un mecanismo institucional permanente para la reestructuración de la deuda soberana. Dicho mecanismo operaría preferiblemente como una institución de las Naciones Unidas, pero también podría serlo del Fondo Monetario Internacional, siempre que sus decisiones sean independientes del Directorio Ejecutivo y la Junta de Gobernadores de dicha organización. Este mecanismo podría proporcionar un marco estructurado, predecible y justo para la renegociación de la deuda mediante un proceso en tres etapas: renegociación voluntaria entre las partes, mediación y eventual arbitraje, cada una con plazos fijos.
La concepción actual de la sostenibilidad de la deuda de los países de ingresos bajos y medios se basa en una falacia que obstaculiza el crecimiento global y el desarrollo sostenible. Debemos pasar de un enfoque limitado a la reducción de la deuda a un concepto más amplio de la sostenibilidad de la deuda, centrada en el crecimiento a largo plazo impulsado por la inversión.
Al replantear la sostenibilidad de la deuda, la comunidad internacional puede empoderar a los países de ingresos bajos y medios para que emprendan una senda de desarrollo económico sostenido. Una redefinición audaz de la arquitectura financiera internacional es imperativa para evitar crisis de deuda prolongadas, restablecer la sostenibilidad fiscal y garantizar la estabilidad económica mundial.
La Cuarta Conferencia de las Naciones Unidas sobre Financiación para el Desarrollo, que se celebrará en Sevilla en julio, brindará a los países en desarrollo la oportunidad de hablar con una sola voz ante las instituciones respaldadas por Occidente que supervisan la actual arquitectura financiera internacional. Estas instituciones tienen la clave para liberar a los países en desarrollo de las ataduras de una deuda insostenible y propiciar los cambios sistémicos que podrían revolucionar la financiación para el desarrollo.
Kevin P. Gallagher es profesor de Política de Desarrollo Global y director del Centro de Política de Desarrollo Global de la Universidad de Boston.
Kunal Sen, profesor de Economía en la Universidad de Manchester, es director del Instituto Mundial de Investigaciones sobre Economía del Desarrollo de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-WIDER).
José Antonio Ocampo, exsecretario general adjunto de las Naciones Unidas y exministro de Hacienda y Crédito Público de Colombia, es profesor de la Universidad de Columbia, miembro del Comité de Políticas de Desarrollo de las Naciones Unidas y de la Comisión Independiente para la Reforma de la Tributación Corporativa Internacional. Es autor de Resetting the International Monetary (Non)System (Oxford University Press, 2017) y coautor (con Luis Bértola) de The Economic Development of Latin America since Independence (Oxford University Press, 2012).