Por Guillermo Romero Salamanca
Este 20 de septiembre el gran Juan Erasmo Mochi estremeció el Facebook con noticia que llenaba de nostalgia a miles de seguidores de la balada romántica: “Hoy es un día muy triste para mí, mi corazón está roto de dolor, acaba de fallecer mi querido amigo Valen, compañero de siempre, un hombre enamorado de su arte, de su público y de la vida, con él compartí los escenarios de medio mundo, la voz de «Manzanas azules», «Caminito de la playa», y «La Mano de Dios», que Él, le ha dado y hoy se lo lleva consigo”.
Acto seguido Ana Linda Zago, esposa del Mochi, también apuntó: ““Se ha ido un gran amigo, un gran cantautor, al que aparte de nuestra amistad, representé artísticamente durante muchos años. Nos unía un gran cariño, mis hijas Ania y Verónica le llamaban tío Valen, y lo era de corazón. Deja un gran vacío en mi vida”.
La periodista caleña Pilar Hung manifestó: “Descansa en paz querido Valen, abrazo fuerte para Juan Erasmo, Ana Linda y para su esposa Lupe”.
La estudiosa de la música romántica Nelfi Dorado también se unió a los sentimientos de tristeza de muchos seguidores de la balada.
Manuel Fernando Ocampo recordó su amistad con Valen y comentó que “el me salvó la vida en un duro episodio en Madrid”.
UNA VIDA EN EL CANTO
Francisco Valenzuela Ávila nació en Brácana, cerca de Granada, en Andalucía. Desde el colegio lo comenzaron a llamar como Valen, simplemente. Quiso estudiar Derecho y en la Universidad de Granada ingresó a la tuna, entendió así que lo suyo era el mundo de la canción. Participó en varios concursos musicales e incluso salió vencedor en el Festival Hispano- Portugués de la Canción del Duero en 1966. Grabó sus primeras canciones y fue con “La mano de Dios”, el tema que lo llevó a buscar escenarios en América.
Canciones como “Quiero amarte”, “Manzanas azules”, “Te quiero ti”, “Melissa” y “Así te amé” sonaban en las emisoras constantemente en Venezuela, Colombia, México, Argentina y también en Miami.
Valen vivía para la música. Podía estar en un almuerzo cuando de un momento a otro tomaba una servilleta y comenzaba a escribir. A veces, en reuniones con amigos mientras unos cantaban o se deleitaron con un vino, Valen, simplemente tomaba notas para lo que sería después una canción.
Era, además, un hombre muy práctico. Entre 1979 y 1988 recorrió todos los escenarios posibles desde Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá, México y muchas ciudades de Estados Unidos.
En 1985 llegó a una gira por Colombia. Cargaba una sencilla maleta, pero tenía una agenda con todos los teléfonos posibles del país.
–¿Cuántas presentaciones hará en esta oportunidad?, le preguntamos en aquella ocasión.
–Yo creo que haré unas 80, dijo sin desparpajo.
Desde cuando estaba en una ciudad programaba sus siguientes subidas a un escenario. En Bogotá podía hacer tres actuaciones y luego pasaba por Popayán, Santiago de Cali, Buga, Tuluá, Cartago, Medellín, Bello, Armenia, Manizales, Pereira, Armenia y cuanto sitio le daban la oportunidad y que le pagaran lo pactado. Por eso los asistentes a teatros, salones comunales, discotecas, restaurantes, hoteles lo vieron aquellos años.
Era un tipo feliz.
Vivía en Bogotá en una pequeña habitación que tomaba como arriendo por un mes, hacía lo mismo en Cali o en Medellín. “Vengo a cantar”, comentaba sencillamente.
Le decían también “el cantautor poeta”. En una de sus estancias en la capital del Valle del Cauca compuso su tema “A Cali”.
Era además el hombre del millón de amigos. Lo conocían periodistas, empresarios, locutores, dueños de establecimientos y su gran secreto era sonreír y cantar los temas que le pedían. Vivía para el escenario.
Manuel Fernando recuerda que en 1983 un amigo de Tuluá cuando supo que iría a grabar a Madrid, le dio el teléfono de Valen. “Llámelo y dígale que es de parte mía”.
Cuando el cantautor de Tuluá llegó a la capital española se comunicó con él y le contó que la disquera Orbe lo mandaba para hacer un disco con Óscar Gómez en los estudios Kirios y entonces Valen lo felicitó.
Manuel Fernando había empeñado todo lo posible para hacer su sueño una realidad. Eduardo Calle de Orbe le dijo: “Vete a España y yo le haré después un giro para los gastos”.
Ilusionado marchó el cantante. Pasaron dos meses y el 24 de diciembre lo llamó Armando Benavides para darle una lamentable noticia: “No habrá giro y no se hará el disco”.
No sabía qué hacer. Estaba sin una peseta. Tenía deudas con el estudio. Era tal la desesperación que ya pensaba en lo peor. De un momento a otro sonó el teléfono y era Valen, quien quería tener una buena noticia. Cuando supo lo ocurrido le dio ánimo y le comentó que vendrán cosas mejores.
Manuel Fernando determinó entonces sentarse a llorar. Pasó un par de horas cuando Valen apareció en la puerta con una guitarra y una botella de vino. “Cantemos y bebamos por un futuro mejor”, le dijo al verle la cara de extrañeza del vocalista de “Contra mí”, “Embrujo” y “El loco”.
“Ese era Valen: amigo de sus amigos y era capaz de interrumpir sus planes navideños para acompañar a un colombiano en desgracia. Tenía gripe, pero no le importó. Qué personaje. Descanse en paz, amigo”.
Una de sus fanáticas cuando supo la noticia, prendió su equipo de sonido, le subió al máximo el volumen del disco, se quitó el tapabocas y desde el balcón empezó a cantar:
Quiero amarte
como el pintor ama el cuadro
en que a su amada plasmó
quiero amarte
y el embrujo de tus ojos
grabarlo en mi corazón
quiero amarte
como ama el campesino
los trigos del caserío
quiero amarte
y que me quemen tus besos
como el sol en el estío
yo te amare toda la vida
yo te amare hasta el final
te quiero hacer mi compañera
vente conmigo, feliz serás.