Por Óscar Domínguez G.
El Tiempo
El amor a primera vista se da cuando unos ojos que no se buscan se encuentran. De ese manual no escrito se apartó María Kodama quien se enamoró de Jorge Luis Borges a los cinco años al escuchar este poema suyo: “Estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro y con el fracaso”.
Fue un caso de amor a primer oído. La realidad goleó 5-0 a la ficción. Ni Borges imaginó ese argumento.
Hace poco, Kodama obedeció otro verso de su amado: “Morir es una costumbre que sabe tener la gente”. No dejó herederos de la obra de su tardío consorte. Quienes nos consideramos con derecho a reclamar parte de ese legado deberíamos hacernos sentir.
Kodama confesó su amor posible e imposible por Borges en la inauguración de la Primera Feria Internacional del Libro de Bogotá a la que fue invitada por Jorge Valencia Jaramillo. “Desde entonces me conmovieron su soledad y su humanidad”, precisó Kodama hablando del poema que la flechó.
Antes, el dueto Borges-Kodama había sido huésped en Medellín del alcalde Valencia, y de su esposa Beatriz Cuberos. Ella se encargó de contarle la ciudad desde el aire. Próximos a aterrizar en el Olaya Herrera el memorioso la sorprendió: ”Si muero en este avión seré famoso como Gardel”.
Deliciosamente incorrecto, Borges nos bajó la caña a los colombianos: “Creo que existe por ahí un libro que se llama Cien años de soledad… La primera parte que me leyeron es muy buena…”. Y admitió que no conocía otras obras del Nobel. En Manizales, Kodama, invitada a un Festival de Teatro, contó que Borges se relajaba como los gatos que parece que no tuvieran huesos.
Se acaba el espacio y no reclamo todavía mi parte del legado de Borges. Me gustaría heredar su habilidad para desgranar adjetivos, su destreza para enhebrar ironías o sarcasmos, su poesía en prosa, su prosa en verso. O esta metáfora: “Todos caminamos hacia el anonimato, pero los mediocres llegan un poco antes”. (Sin ofenderme, señor Borges).
Fundamento mi aspiración a heredar en el hecho de que en su última visita a Bogotá, lo escolté hasta la sede del Caro y Cuervo para evitar que los raponeros le fueran a robar algún cuento en borrador.
Feliz eternidad para Borges y Kodama quienes al final cayeron en la tentación y se casaron. Aunque sabían que el matrimonio es “otra costumbre que sabe tener la gente”. Así acabe con el amor…