Por: Patricia Lara Salive
Aun cuando a usted no lo conozco, hoy le repito lo que le dije en mi correo del 9 de julio: gracias por su decisión de mantener El Espectador. Entonces usted me respondió: “Seguiremos invirtiendo en El Espectadorpara que siga siendo un medio de alcance nacional, independiente, cuyo propósito es contribuir al fortalecimiento de las instituciones democráticas de Colombia”.
Es admirable que un empresario como usted tenga ese talante liberal, que le permite rendirle culto a la libertad de expresión y respetar la independencia de sus columnistas, su director y sus periodistas, así en ocasiones esta vaya contra los intereses de su grupo económico, como fue el caso de una vieja columna de Salomón Kalmanovitz. Nada ha hecho tambalear su convicción de que la misión de El Espectador es defender la libertad de expresión y la buena marcha de las instituciones. Y mucho menos lo intimidan las llamadas que a cada rato le hacen para protestar por informes del periódico o por el tan cacareado “riesgo del castrochavismo” que, de manera ridícula, hasta Trump llegó a esgrimir.
Es justamente ese talante liberal, que usted demuestra al permitir que El Espectador denuncie cualquier abuso de poder, el que lo hace tan digno de respeto y admiración.
Desafortunadamente, y eso es grave para nuestra democracia, otro medio escrito que antes era un referente en América Latina ha caído en manos de un empresario inmaduro, desequilibrado e ignorante, al que solo le interesa ganar dinero y hacerle venias al poder de turno para que lo invite a almorzar el fiscal hoy o el presidente mañana.
De modo que, una vez asesinada la verdadera revista Semana, solo queda El Espectador como medio escrito independiente.
Afortunadamente usted, Alejandro Santo Domingo, un historiador graduado de la Universidad de Harvard, ha sabido honrar la amistad que tuvieron su padre y Gabriel García Márquez, a quien, según la leyenda, él le prometió que nunca cerraría El Espectador, diario que cumplió 133 años de existencia y cuyo legado, desde su fundador, don Fidel Cano, usted ha sabido mantener.
Por todo ello estoy convencida de que, a pesar de la crisis económica desatada por la pandemia, El Espectador se mantendrá vivo, pues cuenta no solo con el apoyo de sus fieles lectores y el enorme respaldo económico que le dan usted y su grupo, sino con esa decisión política que usted tomó de apostarle a que en Colombia exista un periódico independiente. Uno que, de la mano de su director, Fidel Cano, se la juegue por mostrar la verdad desde sus distintos ángulos, contribuir a la paz y a la reconciliación que tanta falta le hacen al país, y dejar que columnistas representantes de todo el espectro político opinen sin limitación alguna.
Ese es el pluralismo que Colombia necesita. Gracias por permitirlo y estimularlo, así le ocasione pérdidas. Esa actitud suya enseña qué es tener principios y qué es defender la libertad de expresión. Es obvio que un día el periódico tendrá que cambiar y adaptarse a la nueva realidad de los medios. ¡Pero El Espectador no puede desaparecer! Colombia no merecería quedarse en manos de unos medios manipulados por dueños que carecen de eso que a usted le sobra: el talante liberal que estimula la convivencia pacífica y la construcción de un país donde quepamos todos…
Gracias, señor…
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