Por Carlos Alberto Ospina M.
En un plano de igualdad, no es posible someter a las leyes, la cualidad de la lealtad y la virtud que encarnan los principios. La sola idea de defender y practicar el juicio útil, ocasiona múltiples disgustos dentro de sujetos desinteresados por las normas y la reciprocidad.
Al parecer, demostrar criterio sin la intervención de inteligencias externas ni la sumisión delante del tono dogmático, induce a diferentes formas de agresión de parte de aquellos que les incómoda las relaciones humanas íntegras. Cada cual tiene propósitos y planes ajustados a sus expectativas en favor de producir un valor propio o para llegar al término de la vida sin salva de aplausos.
De por ahí, la idea que suscita innegable escozor en la piel de rata de unos que fomentan el descrédito de profesiones u oficios fundamentados en la verdad moral y en el ejercicio ético. Entre dientes dicen amparar la rectitud, la independencia y la lucha en beneficio de la libertad de expresión. Cuando mucho no pasan de peleles al servicio de un poder determinado.
Provoca vómito observar la sumisión y la desvergüenza de algunos que abrazan al sospechado autor de delitos de lavado de activos; de la misma manera, que comparten a manteles con dadivosos corruptos y pícaros de siete suelas. A continuación, ubican en las distintas plataformas el mimetizado mensaje de “sentido homenaje” con el fin de garantizar la pauta publicitaria o la permanencia de cierto familiar en un cargo público.
Cada quien vela por su derecho e interés particular, pero esa mala acción causa el daño colateral de pérdida de la reputación y abandono de la veracidad del contenido que se divulga. El modo primitivo de ejercer su función y la lambonería reducen a la mínima expresión la noción de honestidad.
El individuo que pone contra la pared la credibilidad de los mensajes, procede de mala fe, intriga y apetece el plato de segunda mesa a cambio de participar en agasajos a terceros movidos por el robo del erario; jamás de los jamases, será una buena persona. No hay remedio, la decencia va de la mano de la conducta moral y la ética profesional.
En el ámbito periodístico la sabiduría consiste en comprender que los errores de unos no pueden convertirse en la tragedia de todos. Es preferible actuar y ser un hombre de bien.