Cacua Prada, nonagenario

Antonio Cacua Prada Foto Archivo Particular

Oscar Domínguez G.

Ilustre santandereano,  Antonio Cacua Prada, periodista, historiador, catedrático, diplomático, congresista, hombre de leyes, biógrafo único del primer embajador que tuvo Colombia en Estados Undos, cumple este 11 de febrero sus primeros 90años90 para decirlo en la jerga taurina. 

Cacua sigue tan campante, sonriente y camellador. Se agacha y se le cae un libro. 

Sus amigos le tienen preparado tremendo mute con carne oreada, pepitoria, arepa de su tierra, hormigas culonas y demás, pero eso será cuando se acabe la vaina coronovírica.  

Este viernes la celebración será intima, familiar, y para dos o tres más del llavero de sus afectos. 

Con mis felicitaciones, por lo pronto comparto este viejo mensaje que le envié al dr. Antonio. Tiene tantos años el mensaje que en ese momento el llamado corrientazo valía 4.800 y no se había inventado la selfi ni el correo electrónico por decir algo. Así que los más guapos prepárense para leer un viejo ladrillo. (Aunque pueden empezar por el texto de José Luis que es diez veces mejor que el mío),

ALMUERZO EN EL JOCKEY 

Doctor Cacua, suerte, salud, longevidad y muchos libros más. 

Recibí la invitación al almuerzo del jueves en el Jockey Club para la conmemoración de los 215 años de la publicación de la traducción de los Derechos del Hombre por Don Antonio Nariño, fallecido el 13 de diciembre de 1793. Parece que fue mañana. 

Gracias por la invitación y por el libro “Yo soy Nariño”, al cual espero meterle las muelas que sobreviven a las primeras de cambio. Soy de los colombianos que han oído hablar de Nariño desde chiquito, pero pocón he ahondado en su legado. Su libro será un buen pretexto para desatrasarme. Y desasnarme. 

A propósito de almuerzos recuerdo que el fallecido procurador Jaime Serrano Rueda, su paisano, cuando salía a almorzar por ahí en algún restaurante de muchos trinchetes le decía a su secretaria: “Me voy a almorzar a Al-gún Club”.  

Claro que después de leer toda la tarjeta que nos hizo llegar celebro no haber aceptado la invitación: abajo, leo que  había qué bajarse de 50 mil pesos, algo que le haría un tremendo hueco a “mi flaca bolsa de irónica aritmética” de pensionado. 

No está mal almorzar en el Jockey, templo del blancaje criollo, pero cuando voy al centro ya tengo mi metedero: para que no crea que está tratando con ningún pobretón, le informo que en el viejo centro bogotano frecuento el mismo restaurante que el senador Víctor Renán Barco, y que el expresidentes de la Cámara, mi paisano Arboleda. 

Víctor Renán se “decanta” por los frisoles pero Arboleda suele acabar con las existencias de caldo de raíz de toro bravo. Ignoro por qué Arboleda, cuando va a comer afrodisíaco caldo de raíces, va en compañía de alguna fémina. En todo caso, curiosa forma de prepararse para legislar la que tienen estos dos caballeros. La patria se lo premie.

Para su información, el valor del plato en el restaurante de La Tía, que así se llama, es 45 mil pesos más barato que el del Jockey. Además, tiene uno la opción de almorzar al lado de rusos (obreros de la construcción por si las moscas) y de secretarias que se cuentan entre ellas, sin ningún rubor sus devaneos.

El mexicano Villoro dice que almorzar solos es una derrota social. No lo creo así. Al menos yo disfruto metiéndome en la vida ajena de vez en cuando por solo 4.800 pesitos, porque no siempre dejo la propina de 200 pesos. Solo tengo que parar la oreja para oír lo que sucede alrededor.

Doctor Cacua, pertenece usted a la rancia estirpe de Otto Morales. Me refiero a aquellos que se agachan y se les cae un libro. Que siga siendo prolífico y nunca olvide compartir su producción con otros mortales, como este amigo suyo que lo ha extrañado en los últimos despelotes académicos y almuerzos que convoca el doctor Horacio Gómez Aristizábal quien tampoco lo hace nada mal a la hora de parir libros. 

Lamentó haberme perdido el Himno cantado por el maestro Víctor Hugo Ayala con el acompañamiento al piano de Francisco Pacho Zapata. Víctor Hugo canta el himno de Núñez con música del fabricante de macarrones italiano, Oreste Síndice, con ritmo de bolero lo que lo hace menos patriotero y más rómantico.  

Cuando el maestro Víctor Hugo canta el Himno, provoca sacar pareja. Lástima que nuestro Himno, y  no le diga nada a nadie, parece hecho para un país que nunca existió. O que existió algunos años nada más. 

Los himnos, siempre lo he creído, parecen escritos todos por el mismo poeta y profesor de preceptiva literaria cualquier cosa que esto signifique. Claro que al que entienda siquiera una quinta parte de la letra de la producción de Núñez, lo invito a almorzar al Jockey, eso sí, si es cuando llegue la prima. 

Olvidaba darle gracias adicionales por el libro “Homenaje poético a Manuela Sáenz”, “La Generala”. Sobre los últimos 20 años de la Libertadora cuando vivía en Paita, Perú, está escribiendo una novela un paisano nuestro. Estoy seguro de que será vendido pirateado en el semáforo. Cuando salga le aviso. 

Saludos mil, buen viento y buen a-mar y siga escribiendo libros que ya casi alcanza los que ha escrito Otto Morales sobre quién usted ha escrito una biografía de quince tomos… Necesito esos quince ejemplares para llenar un hueco que tengo en la pared de mi pequeña biblioteca.

Servidor de tintos,  

Oscar Domínguez 

Los 90 años de Antonio Cacua Prada

Por JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS (*)

No me resulta difícil definir en dos o tres referentes a Antonio Cacua Prada —el escritor, periodista, historiador, académico y diplomático nacido hace 90 años en San Andrés, Provincia de García Rovira, Santander—, así: es un humanista a carta cabal, un amigo ejemplar como pocos y un devoto de la tradición y las culturas de Colombia en todos los ámbitos del arte, la literatura, la política y las diversas expresiones sociales del país.

Hace casi sesenta años coincidimos una noche en una parranda vallenata en la que amigos, sin distingos políticos, del senador del Magdalena Hugo Escobar Sierra y de su esposa Josefina Araújo Gámez, fuimos a festejar la victoria sobre su contrincante, también conservador, el político samario Alfonso Campo Murcia. Además del festejado y su familia, se destacaban de manera singular el maestro Rafael Escalona, el acordeonero Colacho Mendoza y el cajero Pablo López. 

Además, acompañados por sus cónyuges, hacían presencia María Eugenia Rojas de Moreno Díaz, Alfonso López Michelsen y Alvaro Gómez Hurtado, entre otros dirigentes políticos. Yo fui invitado allí, a mis 20 años, por mi amigo de la infancia samario Rafael Araújo Gámez, poeta, periodista y hombre de radio, cuñado de Hugo, pero además por la amistad de vieja data entre nuestras familias y por la cercanía de nuestras viviendas en el barrio Palermo de Bogotá.

Cuando llegó el doctor Antonio Cacua Prada, un joven legislador culto y jovial, fui presentado por el dueño de casa como «un promisorio poeta de Santa Marta». Le regalé una plaquette de versos que acababa de editar y se inició así, entre versos, brindis, humo de cigarrillos, vallenatos y bellas damas, una amistad que a estas alturas el mismo Cacua califica de “imperecedera”.

Desde que Antonio Cacua Prada publicó su primer libro, La libertad de prensa en Colombia, en 1958, no ha cesado un solo día de rendir culto a la palabra escrita. Y hasta este año de gracia de 2022 ha publicado más de un centenar de obras, con las cuales no solo ha enaltecido las letras de Colombia sino también a decenas de hombres y mujeres que han descollado en diferentes campos de la cultura, la docencia y la religión católica —la cual profesa devotamente—, sino que ha rescatado del olvido valiosas figuras de la poesía, quienes en su momento marcaron un camino, una emoción y un sentimiento. Todo ello, escrito en lenguaje claro, sencillo, directo y ameno, lo que seduce de manera inmediata al lector corriente.

Destaco de manera emocional sus muy completas biografías de Manuel del Socorro Rodríguez, el cubano que, traído a Santafé por el Virrey José de Ezpeleta, fundó el periodismo en nuestro suelo y la primera biblioteca; del presidente y prócer Custodio García Rovira, del poeta Aurelio Martínez Mutis, autor, entre otros poemas de esa joya del idioma titulada “Ave María en Altamar”; de Ismael Enrique Arciniegas, el inolvidable creador de “A solas”; de Oreste Sindici, autor de la música de nuestro Himno Nacional; del poeta Rafael Ortiz González; del General Santander; de Bolívar y sus hijos secretos, del General San Martín, Libertador de Argentina, de Bernardo O’Higgins, Libertador de Chile; de Andrés Bello, polígrafo incomparable, de los escritores liberales Germán Arciniegas y Otto Morales Benítez; y desde luego, de sus devociones de conservador leal a su pura doctrina, como Mariano Ospina Rodríguez y Laureano Gómez, entre otras semblanzas.

Cacua Prada ha sido considerado el mayor conocedor de la historia del periodismo en Colombia. Pero además, en lo personal, como sobreviviente de un naufragio en el Mar Pacífico hace varias décadas, atribuyó el milagro a la intercesión del médico venezolano José Gregorio Hernández, a quien, desde luego, le dedicó un devoto y sesudo estudio biográfico.

En su trayectoria pública, Antonio ha desempeñado importantes cargos. Luego de haber concluido estudios de Ciencias Económicas y Jurídicas en la Universidad Javeriana, fue nombrado secretario de Gobierno de Santander, Gobernador del Departamento y posteriormente fue elegido representante a la Cámara y senador de la República. Se desempeñó también como embajador en Guatemala y en El Salvador. Ha sido colaborador de los más importantes medios de comunicación del continente y director del Boletín de Historia y Antigüedades, de la Academia Colombiana de Historia.

También, realizó encomiables labores culturales como Decano de Humanidades de la Universidad Industrial de Santander y rector del Instituto Universitario de Historia de Colombia. Por esa brillante trayectoria cultural ha sido merecedor de innumerables reconocimientos, condecoraciones, medallas y diplomas. En esta, muy sintética hoja de ruta de tan ilustre intelectual colombiano, sería imposible no exaltar la presencia de su leal y amorosa compañera, Isabel Bernal Pedrosa, lo mismo que la de sus hijos Julián Antonio, Pedro Vicente y Gabriel Ignacio.

Al saludar a Antonio Cacua Prada en sus 90 años, le deseamos mucha vida, salud y fecundidad intelectual, junto con los 100 años que próximamente va a cumplir su mejor biógrafo, el poeta de Zapatoca, Ramiro Lagos Castro.

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