Por Gabriel Ortíz
Esta pandemia que castiga a un mundo insensato, destructor, indolente, inequitativo, atropella a Colombia con mayor virulencia, porque ha encontrado terreno abonado para que coronavirus haga de las suyas. El frenesí lleva, sin control y sin mesura, a nuestra dirigencia a olvidar su misión, porque la sabiduría se resquebrajó. El liderazgo camina sin rumbo certero; a brincos estimulados por una despistada turba que absorbe, sin hastiarse, odio y desenfreno. Gravitamos entre covid-19, el tropel sin IVA de junio-19 que tantos muertos y contagiados sigue dejando, el malogrado julio-19 y el Populismo-19.
Con la mirada perdida, esta comunidad a la que le han saqueado la esperanza, cree enfocar sus ojos en una vacuna para derrotar la plaga, mientras otros montan bacanales para lucrarse del descontrol.
Los científicos no desmayan. Sus encierros son herméticos e interminables. Quieren inyectar coraje a un mundo que transita con desánimo y angustia.
Aquí se nos fue la mano. Cuando llegó la plaga, se actuó con el egoísmo que reina cuando la corrupción extiende sus alas para llegar a la presa.
Las primeras órdenes fueron anteponiendo sanciones, castigos, encierros y peroratas irreflexivas. Olvidaron que la humanidad requiere educación, instrucción y ejemplo para actuar correctamente. Presidente y alcaldesa de Bogotá, entraron en controversias permanentes que confundieron a la comunidad y la impulsaron a la desobediencia. Aparecieron las primeras encuestas que hacen las veces de los tres poderes. Gobiernan y determinan los caminos a seguir. El Jefe de Estado se desbordó con sus atardeceres pregones televisivos, de los que ningún mandatario anterior había abusado. Eran repetición y repetidera. Con menos intensidad y sin tanta pantalla, lo hacía la Alcaldesa. Ambos Intimidaban con “falta esto y falta aquello, no hay esperanzas de un medicamento. Quien incumpla paga”. Ninguna campaña educativa, ni orientadora. Decretos, resoluciones, directrices y protocolos, sin ton y poco son, eran el plato diario.
Como el gobierno Duque quiso “defender a los abuelitos”, encerró la sabiduría y con sus millares de Altos Comisionados y Consejeros, creyó acertar. Tarde, muy tarde vino a percatarse del error, pero no lo acepta. Se lo cobrará, lo que quede de la “rebelión de las canas”, con millones de votos al CD, Centro Duque. Las cosas seguirán tal cual, porque el populismo-19, y demás 19, reinarán hasta que aparezca la vacuna o desaparezca la ñeñe política.
BLANCO: El país ha respondido a la prensa libre. Apoyó a El Espectador, como lo hizo con Noticias Uno. Justo homenaje a don Guillermo Cano.
NEGRO: La virtualidad será el covid-19 del Congreso.