Por Gabriel Ortíz
La corrupción se ha popularizado en Colombia y cubre todos los sectores de nuestra sociedad, sin que se vislumbren soluciones y sin que haya el mínimo repudio.
Desde hace muchos años ha existido y han sido muchos – ¿millones? – quienes se han lucrado de ella. Durante casi 60 años del siglo XIX, mal que bien la sociedad, los políticos, los gobernantes y la justicia de entonces se enfrentaban al bandidaje de entonces.
Pero este vicio nos coloca hoy entre las naciones más corruptas del mundo. Ha crecido, ha escalado y es incontrolable. Todos los sectores, productivos, financieros, informales, subversivos, guerrilleros, guardianes del orden, inmigrantes y los que ustedes se imaginen, practican la corrupción que se multiplicó con la aparición del narcotráfico.
Es corriente ver cómo altos funcionarios del Estado, de la política, de las diferentes ramas del poder, filtran medidas y disposiciones que, al violarse, enriquecen a potentados, venales y deshonestos magnates de la élite corrupta.
Son familias, empresas, asociaciones y grupos que crean las más variadas maneras de apoderarse de contratos en corregimientos, alcaldías, gobernaciones, ministerios y demás instituciones. Le cuelgan notificaciones de urgencia y apremio, para ordeñar de inmediato los fondos públicos.
Así nacen los elefantes blancos que abundan a lo largo y ancho del país, sin que los contratistas vuelvan a aparecer por las obras que se comprometieron a adelantar. Siguen sí, rondando los despachos que les entregan nuevos negocios.
Los grupos guerrilleros y los narcos, hacen parte de este entramado que inunda a Colombia. A su accionar criminal, masacres, asaltos, despojos de tierras, extorsiones y demás atropellos, manejan los presupuestos de las poblaciones donde operan para manejarlos a su antojo. Ahora, cuando supuestamente quieren dialogar sobre una paz y cese al fuego, continúan con sus fechorías y andanzas delincuenciales y fratricidas. Asaltan los oleoductos para robar el crudo, convertirlo en gasolina y surtir la producción de coca en sus selváticas “cocinas”. No les importa los perjuicios que estos hechos representan para la población. Envenenan el agua de los habitantes de las zonas que controlan y de paso destruyen toda la biodiversidad, con irreparables daños ecológicos de los territorios que quieren usurpar. A esto se suman los destrozos que ocasionan la narco minería y la tala de bosques para crianza de ganado.
La corrupción está en todas partes, observada por una sociedad y unos cuerpos de seguridad que miran cómo se corrompe una nación.
Los medios denuncian, la comunidad se abisma, los dirigentes y las autoridades buscan una manera de controlar esta gangrena, pero el poder de los opulentos impide esos objetivos, ante las apariciones de negociados de aviones para la policía, compras de cosas innecesarias y normas para burlar la lucha anticorrupción.
BLANCO: Linda Caicedo se toma el fútbol europeo. Los dirigentes del balompié colombiano, deben bajarle al machismo.
NEGRO: Los taxistas creen que paralizando las ciudades y maltratando a los usuarios, pueden derrotar los sistemas que sí aparecen cuando se les necesita y van hacia donde quiere el pasajero.