Bajo la piel del oso polar

Miembros de la Policía Metropolitana muestran la piel de un oso polar decomisada a un hombre que intentaba venderla ilegalmente, en Cali, Valle del Cauca (Colombia), el 21 de abril de 2024. / POLICÍA METROPOLITANA DE CALI

CATALINA OQUENDO

Los últimos días en Colombia han sido predecibles. En la televisión, en los diales de la radio en la prensa se ha hablado- con toda la razón- de política. De marchas y contramarchas, de definiciones de pueblo, interpretaciones, de inseguridad, de salud, de agua y energía también. Una descripción justa de los colombianos es que tenemos la piel dura y que vivimos curados de espanto. Por eso, cuando ocurren noticias que aún sorprenden, vale la pena mencionarlas, poner un momento el ojo en ellas. En un país como este, de tantas capas y capas de información, que una noticia asombre tiene en sí misma su mérito y habla de lo que pasa mientras el mundo político gira y nos arrastra.

La noticia que ha hecho que este boletín se detenga tampoco es para celebrar. No solo sigue siendo confusa, sino que aún está en modo de pregunta: ¿cómo diablos llegó la piel de un oso polar a un mercado de Cali? En un país donde se hizo viral, hace décadas, una barriga de trapo, en el que pasan cosas absurdas cada día, lo primero es la duda: ¿es piel real?, o una incluso más actual, ¿será una imagen de Inteligencia Artificial ese pobre oso blanco con la boca abierta expuesto como si fuera el criminal sobre una mesa policial?

Lo que se sabe hasta ahora, por boca de la Policía de Cali y el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma) de esa ciudad, es lo siguiente: un hombre caminaba por el barrio Centenario de la principal ciudad del suroccidente de Colombia, y vio que en un local de muebles y antigüedades exhibían la piel de lo que parecía un oso. Preguntó cuánto valía. 7 millones de pesos, le respondieron. Se indignó y llamó de forma anónima a la Policía, que llegó e hizo la incautación del “subproducto”, como se conoce en el argot ambiental a la piel de los animales con los que se trafica.

La Policía de Cali, acostumbrada a casos de tráfico de fauna, específicamente de toyo y otras especies, llamó al Dagma. Necesitaban verificar que fuera de piel de oso polar. Rondaba, una vez más, ¿cómo pudo llegar una piel de oso polar a Colombia?”. El dueño del local dio poca información: que se había hecho cargo del local hace dos meses porque el dueño, su madre, había muerto. Y que él estaba vendiendo todo: incluso esa piel enorme que tenían ahí. Que cree que la llevaron desde Bogotá. ¿Hace cuánto? Nadie sabe.

“El animal a simple vista parecía real, miramos sus extremidades y las características y junto al Dagma se hizo un documento taxonómico y técnico”, explica a EL PAÍS el intendente David Rendón, jefe de la Policía Ambiental y los Recursos Naturales de Cali, que lideró el operativo. 

Así, el supuesto traficante terminó en esas famosas escenas colombianas: logo de la Policía con el nombre de la estación local, La Flora; hombre de espaldas- a veces de frente- con esposas; y la mercancía del delito exhibida. En este caso, el pobre oso polar. Sí, porque según Nicolás Melo, el médico veterinario del Dagma, “se hizo una confirmación preliminar” y es un oso polar. “La piel se encuentra siendo analizada por la Universidad del Valle y luego será enviada a laboratorios de la Sijín para determinar más información genética”, dijo a este boletín por teléfono.

Tanto Melo como el Policía aseguran que el hallazgo ha sido impactante. Debajo de la piel del oso polar se esconde el millonario negocio del tráfico de fauna que se mueve en el mundo y pasa también por Colombia. Las cifras del mundo son abrumadoras: cada año se trafican alrededor de 30.000 mamíferos, entre dos y cinco millones de aves, más de dos millones de reptiles y 6.000 millones de peces. En Colombia, el tráfico es el principal factor por el que hay 1.302 amenazadas o en peligro de extinción.

“En 14 años como policía ambiental nunca vi un caso así. Sí he visto mucho tráfico de animales silvestres, pero no así de especies exóticas como el oso polar”, dice Rendón. Sin embargo, hace el recuento de haber hecho operativos donde se encontró animales o pieles de tiburones, erizos africanos, algunos camaleones, geckos y muchos más. Melo lo complementa: “solo en tres meses del 2024 hemos recibido en Cali 81 entregas de fauna voluntarias y hemos hecho 12 incautaciones que involucran a 12 individuos”, explica. 

Sin embargo, es apenas normal que la piel de un oso polar llame la atención. Pero ¿cómo pudo llegar, qué recorrido hizo? No existe aún respuesta. En el mundo quedan apenas 25.000 osos polares y están ubicados en cinco países: Canadá, Groenlandia (Dinamarca), Rusia, Noruega y Estados Unidos. Expertos consultados creen que pudo llegar por vía marítima, porque hay más restricciones en los aeropuertos, o que lo hizo hace muchos años.

Según WWF, para 2040, los científicos predicen que sólo quedará una franja de hielo en el noreste de Canadá y el norte de Groenlandia, lo que podría afectar a la población de osos polares. Además, explica un informe del Consejo para La Defensa de los Recursos Naturales, “32,350 ejemplares de osos polares (vivos o muertos, sus partes y sus derivados) fueron objeto de comercio internacional para todo tipo de usos entre 2001 y 2010”.

En Colombia, explica la Policía, el hombre que quiso vender la piel puede enfrentar de 60 a 135 meses de prisión. Pero, según la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), los osos polares no hacen parte de lo que se conoce como Apéndice I. En otras palabras, “se permite su el comercio internacional en condiciones estrictamente reguladas, si un Estado opta por autorizar el comercio”.  Por ahora, son especies llamadas “vulnerables”. Su estatus, sin embargo, es uno de los temas que podría debatirse en la COP 16, que se hará, curiosamente, en Cali.

Pieles y pieles de información.

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