Por Jairo Ruiz Clavijo
Sam Zemurray, trono de bananas, corona de bananas y una banana empuñada como cetro, señor de las vasta propiedades de la United Fruit que abarcan buena parte de Centroamérica, nunca creyó que sus vasallos guatemaltecos podrían darle dolores de cabeza:
– Los indios son demasiado ignorantes para el marxismo,
Decía mientras lo aplaudían los burócratas de su palacio real en Boston, Massachusetts.
Guatemala hace parte de los vastos dominios de la imperial empresa desde hace medio siglo, por obra y gracia de Manuel Estrada Cabrera que gobernó rodeado de adulones y espías, y de Jorge Ubico, que se creía Napoleón.
La United Fruit es dueña en Guatemala de las tierras que quiere, inmensos campos baldíos, del ferrocarril, del teléfono, de los barcos, de los puertos, y de muchos militares, políticos y periodistas.
Las desdichas de Sam Zemurray comenzaron cuando el Presidente Juan José Arévalo obligó a la empresa a respetar al sindicato y el Derecho de Huelga. Pero ahora es peor: el nuevo Presidente, Jacobo Arbenz, pone en marcha la reforma agraria y empieza a repartir las tierras que la empresa no cultiva entre cien mil familias.
El Presidente Truman puso el grito en el cielo cuando los obreros de la United Fruit, empezaron a ser personas y ahora el Presidente Eisenhower escupe relámpagos porque el gobierno de Los Estados Unidos considera un atropello que el gobierno de Guatemala se tome en serio los libros de contabilidad de la United Fruit. Arbenz pretende pagar, como indemnización a la empresa el valor que ella misma había atribuido a sus tierras para evadir impuestos. John Foster Dulles, secretario de estado, exige veinticinco veces mas.
Jacobo Arbenz, acusado de conspiración comunista, no se inspira en Lenin ni Marx, sino en Abraham Lincoln. Su reforma agraria, que se propone modernizar el capitalismo en Guatemala, es mas moderada que las leyes rurales norteamericanas de hace casi un siglo
(La revolución guatemalteca, México, cuadernos americanos, 1955)Jairo Ruiz Clavijo