Recientemente uno de los lectores de Revista Corrientes solicitó que en la sección «El Idioma», se abordara el tema del uso del verbo poner cuyo uso en el lenguaje cotidiano ha desaparecido en gran medida por inexplicables prejuicios y por la moda.
El tema fue abordado oportunamente por el lingüista del diario La Patria, don Efraim Osorio López, colaborador también de esta publicación virtual y quien nos facilita el texto correspondiente de su archivo:
Por Efraim Osorio López
“Ponte el sombrero”, le ordenó el papá a su hijo. Éste, con lógica infantil irrebatible, le respondió: “no me lo ponto”. Es un gracejo añoso, de una época en la que nadie se avergonzaba de utilizar el verbo poner, bellamente irregular (pone, ponga,pondré, pusiste, ponía, pon, pusiera, puesto, etc.) y riquísimo en significados; remplaza siempre al verbo colocar, pero no al revés, porque la extensión de la idea que expresa es más amplia; y es castizo desde siempre, puesto que se encuentra en la gramática de Elio Antonio de Nebrija, publicada durante la agonía del siglo XV (1492): “Capítulo X. En que pone reglas generales del ortografía del castellano”.
Cuando nos referimos a las gallinas, porque la expresión es muy común, se puede omitir el determinativo del verbo, por lo que cualquiera entiende si oye decir que “las gallinas pusieron”. Además: La inmensa variedad de acepciones de que goza este verbo lo hace enteramente beneficioso. Con él, por ejemplo, nos ponemos en la presencia de Dios antes de la oración y, llegada la hora, ante el Juez Universal; es muy útil cuando se trate de ponerle el nombre a un hijo en el bautismo, o el apodo a los amigos; viene bien también para ponerle tema de conversación al cónyuge, o para ponerle pereque y peros a todo lo que diga; empuja a ponerse en camino, como también a ponerse a descansar o a jugar; no queda mal para ponerle la ceniza a los penitentes, o la mitra a los obispos; con él la policía le pone el parte al infractor, y el juez la multa; muy conveniente para ponerle las manos encima al enemigo, o ponerlas “en la masa”; le sirve a la señora para poner la olla en el fogón, o para poner a hacer el café; en su compañía se pone uno bien, o mal; es lo mejor para poner un telegrama, o un fax; es buen auxiliador cuando haya que ponerseal frente de una empresa boyante, o de un negocio quebrado; ayuda a poner la radio, y las ideas en un papel; si quiere, con él puede poner algo como nuevo, o poner a alguien al corriente de algo; lo lleva a uno a ponerse al sol, y a ponerse colorado; es útil para ponerles precio a los malhechores de las FARC; o para poner la soga al cuello de sus jefes; y, luego de muchos etcéteras, ayuda a ponerse de ruana el país, como lo hicieron los políticos y lo hicieron los presidentes que precedieron al doctor Álvaro Uribe Vélez.
El señor Víctor Eduardo Jaramillo Hoyos fue quien me impulsó a escribir esta “Apología del verbo poner”, por las frases que puso en carta al periódico La Patria de Manizales el 4 de enero del año 2003. Son dos: “Quiero colocar en su conocimiento esta situación por juzgarla insólita”; y “cabría preguntarse si los delincuentes padecen con todo el rigor de esta aguda represión y me atrevería a colocarlos en entredicho”. Tengo, además, un sobrino, a quien en el bautismo le pusieron el nombre de José Fernando, de cuyo léxico fue borrado permanentemente el verbo poner. Y esto me pone muy maluco.
El padre del minuto de Dios,Diego Jaramillo, a las 7 pm,en Caracol se despide así: Dios mio, en tus manos «colocamos» el día que ya pasó y la noche que llega»
Padre, «Coloque atención»