por Thierry Meyssan
París
El ejército de Israel se prepara para iniciar una limpieza étnica en la franja de Gaza, un viejo sueño de los supremacistas judíos. Pero en el propio Israel, y también en Estados Unidos, numerosos ciudadanos se oponen a ese crimen. Y en el Medio Oriente también son numerosos los voluntarios que se preparan para salvar a la población palestina atacando el Estado hebreo.
Muchos creen que es la mala fe de los protagonistas lo que ha bloqueado la solución del conflicto israelo-palestino durante 76 años. Pero la verdadera causa de ese inmovilismo es la indecisión a la hora de escoger entre dos sistemas, el del «mundo basado en reglas» que defiende Occidente y la aplicación del Derecho Internacional.
Los acontecimientos se desarrollan con gran rapidez en Israel/Palestina. Todos podemos ver como el ejército de Israel se prepara y da inicio a la limpieza étnica de la franja de Gaza. En la noche del viernes, la ONU dio a conocer un balance muy significativo al anunciar que una tercera parte de las viviendas que existían en Gaza han sido reducidas a polvo y que casi todos los habitantes de la ciudad han huido hacia el sur de la franja de Gaza, sin otra posibilidad que vivir a la intemperie.
Luego de haberse planteado el inicio de una guerra de contrainsurgencia, según el modelo que Francia aplicó durante la batalla de Argel o el de la Operación Phoenix aplicado por Estados Unidos en Vietnam, el estado mayor de Israel ahora se plantea más bien arrasar la ciudad de Gaza para enviar después sus fuerzas terrestres a liquidar los sobrevivientes. Según los más altos responsables del ejército de Israel, la aplicación de ese plan podría tomar 3 meses.
El general Herzl Halevi, jefe del estado mayor del ejército israelí, declaró el 21 de octubre: «Entraremos en la franja de Gaza en una misión operativa y profesional: destruir los agentes y las infraestructuras del Hamas (…) Gaza es compleja y densa, el enemigo prepara muchas cosas allí. Pero nosotros también nos preparamos para él.»
La Organización Mundial de la Salud (OMS) protestó, el 14 de octubre, contra la orden de evacuación que Israel impartió a los hospitales de la ciudad de Gaza. La OMS resaltó que desplazar enfermos que se hallan bajo cuidados intensivos es condenarlos a muerte [1].
Tres días después, el hospital Al Ahli fue destruido por un artefacto de guerra. Israelíes y palestinos se acusan entre sí. Pero ninguno de los aliados de Israel ha tratado de enviar ayuda a la población de Gaza, aunque Estados Unidos, Alemania y Reino Unido disponen de hospitales de campaña, de medicinas y de alimentos que pueden lanzar en paracaídas sobre Gaza. En vez de tratar de ayudar a la población que sufre, esas 3 potencias occidentales se preparan más bien para ayudar al ejército de Israel.
Estados Unidos ha enviado al ejército de Israel miles de municiones de artillería de 155 milímetros y una cantidad indeterminada de bombas pesadas penetrantes del tipo Joint Direct Attack Munition (JDAM), capaces de penetrar en el suelo hasta 30 o 40 metros de profundidad, antes de estallar destruyéndolo todo en un radio de 400 metros.
ISRAEL ESTÁ DIVIDIDO
Durante meses, manifestaciones multitudinarias denunciaron en Israel a los supremacistas judíos aliados del primer ministro Benyamin Netanyahu y las reformas del gobierno de coalición que modifican las leyes fundamentales de Israel y que ponen el poder judicial bajo el control del poder ejecutivo. A pesar de esas protestas, las más grandes en toda la historia de Israel, el gobierno de coalición formado alrededor de Netanyahu concretó este verano lo que muchos califican de «golpe de Estado».
Cuando hablo aquí de “supremacistas judíos” me refiero al partido Fuerza Judía (Otzma Yehudit), que se presenta abiertamente como “heredero” de la Jewish Defense League (Liga de Defensa Judía) creada en Estados Unidos por el rabino Meir Kahane. La Liga de Defensa Judía se opuso en su momento a todo contacto con la Unión Soviética… y hoy se opone a todo contacto con Rusia, ha exhortado a asesinar neonazis y asesinó al director del American-Arab Anti-Discrimination Committee. Es explícitamente racista y se opone a los matrimonios entre judíos y goyim (las personas no judías). En Estados Unidos, la Liga de Defensa Judía está catalogada como organización terrorista, desde el año 2001, y recibía financiamiento secreto de Yitzhak Shamir, financiamiento proveniente de los fondos del Estado de Israel [2].
Como una “sorpresa divina”, el ataque palestino del 7 de octubre, en el que participaron varias organizaciones de la resistencia palestina (con excepción de Al-Fatah), permitió a los supremacistas judíos resucitar el objetivo que tantas veces han enunciado: emprender una limpieza étnica para sacar de Palestina a los árabes palestinos, ya sea implementando un gran desplazamiento de esa población o exterminándola.
Aprovechando la consternación de los israelíes y agitando el peligro para el Estado hebreo, el primer ministro Netanyahu formó un gobierno de urgencia, imitando a sus predecesores. Golda Meir lo hizo en horas, durante la Guerra de los Seis Días. Netanyahu necesitó 7 días para formar en el seno de su gobierno un “consejo de guerra” o un “gabinete de guerra”, que no incluye a los supremacistas judíos.
Desde su primera reunión, ese “gobierno dentro del gobierno” fue escenario de un duro enfrentamiento entre los que reclaman la destrucción de Gaza y los partidarios de una operación dirigida sólo contra la resistencia palestina. La mayor parte de los ministros se han limitado a hablar en público de una acción contra el Hamas –la censura militar israelí prohíbe toda referencia a acciones de las demás facciones palestinas.
El ministro de Defensa, el general Yoav Gallant, ha arremetido simultáneamente contra el primer ministro Netanyahu, considerándolo delirante, y contra el ex ministro de Defensa Benny Ganz, a quien encuentra demasiado débil. En junio pasado, Netanyahu quiso destituir a su ministro de Defensa Gallant y le prohibió entrar en la oficina asignada al jefe del gobierno en el cuartel general del ejército. Hoy, el general Gallant sigue en el cargo… pero sigue sin tener acceso a la oficina del primer ministro. Netanyahu se niega ahora a trabajar con el general Roni Numa, jefe del equipo militar a cargo de la reconstrucción de la infraestructura, y nombró un alto funcionario, Moshe Edri, que haría lo mismo que el general Numa. Pero Moshe Edri depende del ministro supremacista judío Bezalel Smotrich y las relaciones entre militares y civiles en materia de reconstrucción ni siquiera están previstas. Netanyahu aborrece al general Roni Numa porque, hace 2 semanas, este general de la reserva dirigía manifestaciones contra el primer ministro, además de haber presentado a la justicia israelí un recurso judicial contra las “reformas”, calificándolas de «golpe de Estado».
Además, varios ministerios fundamentales (como los de Seguridad Nacional, Educación, Información, Inteligencia y Cultura) ni siquiera disponen aún de directores generales. La censura militar que esconde todo ese desorden es tan férrea que la ministro de Información, Distel Atbaryan, ha dimitido en plena guerra.
Antes de la guerra, los reservistas aseguraban masivamente que no obedecerían las órdenes criminales del gobierno antidemocrático de su país. Ahora están movilizados y nadie sabe qué harán. Netanyahu ha visitado algunas unidades de las fuerzas terrestres, tratando de hacerse una idea de la fidelidad de esos hombres a su gobierno. Por ahora, tropas de infantería y fuerzas blindadas están desplegadas frente a Gaza y en la frontera libanesa, en espera de órdenes que no llegan. Mientras tanto, la fuerza aérea bombardea la ciudad de Gaza con una intensidad nunca vista. La ONU reporta oficialmente que los bombardeos israelíes ya han reducido a escombros al menos una tercera parte de las viviendas de Gaza.
En la ONU, el embajador de Israel, Gilad Erdan, trata por todos los medios de lograr que las agencias de la ONU y los Estados miembros emitan condenas contra el Hamas. Fue bien recibido inmediatamente después del 7 de octubre, pero ahora está teniendo cada vez más dificultades para imponer el punto de vista de Israel.
DIVISIÓN EN LA RESISTENCIA
En Gaza, los grupos de la resistencia palestina lograron reunificarse al calor de las reuniones de consulta organizadas por Irán a principios de año. Pero Al-Fatah, encabezado por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, mantiene su línea de colaboración con Israel. El propio Abbas no vacila en repetir a todos sus interlocutores que él es el único libre de complicidad con la Hermandad Musulmana –o sea, con el Hamas.
Abbas esperaba probablemente que las potencias occidentales lo viesen como el único palestino “recomendable”. Pero su actitud le ha hecho perder toda autoridad moral sobre los palestinos en general, en particular sobre los de Cisjordania. Tratando de recuperar algo de esa autoridad, cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, asustado por las manifestaciones populares en Jordania, anuló la cumbre que planeaba realizar en Amman, encuentro al que estaba convocado Abbas, este último se negó recibir la llamada telefónica de Biden. Sólo la polémica alrededor de la destrucción de un hospital en Gaza ha permitido disimular, oportunamente, las vacilaciones de una Autoridad Nacional palestina que ya no sabe cómo comportarse. El presidente Abbas incluso acaba de castigar a un miembro del Comité Central de Al-Fatah, Abbas Zaki, por haber deplorado que esa facción palestina no participara en la Operación Diluvio de Al-Aqsa.
El Hamas también está dividido entre los partidarios de la resistencia –en Gaza– y los del islam político –residentes en el extranjero. Mientras sus combatientes luchan en Gaza, el jefe del buró político del Hamas, Khaled Mechaal, no encontró nada mejor que reprochar al Hezbollah libanés por, según él, no hacer bastante. El objetivo de Mechaal (matar israelíes), no tiene nada que ver con el objetivo del Hezbollah (derrotar al Estado de Israel).
ESTADOS UNIDOS TAMBIÉN DIVIDIDO
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, viajó a Israel para garantizar su apoyo a ese país. No se reunió con los supremacistas judíos, pero participó en una reunión del “gabinete de guerra”. Dijo estar consciente de que Israel tiene que acabar con el Hamas. Pidió a sus interlocutores que den muestras de moderación… pero también les aseguró que les enviará proyectiles de artillería de 155 milímetros y bombas penetrantes. Esta ambigüedad de Biden fue interpretada de dos maneras diferentes: los partidarios de la limpieza étnica consideran que el presidente de Estados Unidos les dio carta blanca, mientras que los israelíes moderados creen que fue una orden de moderación.
En Estados Unidos, pacifistas judíos realizaron una manifestación ante la sede del Congreso. Quizás recordando el “asalto” de los seguidores de Trump, la policía del Capitolio los reprimió duramente: 500 manifestantes fueron detenidos y podrían ser enviados a los tribunales.
También en Washington, un alto funcionario del Departamento de Estado, Josh Paul, dimitió estruendosamente el 18 de octubre, acusando a la administración Biden de carecer de política y, en definitiva, de encubrir una limpieza étnica en fase de preparación. Josh Paul, no es un funcionario cualquiera. Después de haber hecho una brillante carrera en el equipo del secretario de Defensa Robert Gates, y en el Congreso, Josh Paul, era, desde hace 11 años, el director de la Oficina de Asuntos Políticos y Militares. En otras palabras, era él quien validaba todos los envíos de armas.
En ese contexto, 441 asistentes parlamentarios se reunieron en un edificio adyacente del Capitolio para denunciar la inconciencia de la administración Biden y de los miembros de las dos cámaras del Congreso. Josh Paul es un judío cercano al grupo de presión proisraelí contrario a Netanyahu. Pero los 441 asistentes parlamentarios contestarios provienen tanto de la minoría judía como de la minoría musulmana y no cuestionan la lucha contra el islam político que promueve el Hamas, pero lanzan una sonora advertencia sobre la realización de un genocidio. Todos tienen plena conciencia de que la posición que han adoptado los expone a ser despedidos.
Los funcionarios del Departamento de Estado, independientemente de su posición en la jerarquía, tienen la posibilidad de expresar sus desacuerdos en un foro dedicado a ese fin. Generalmente se limitan a criticar los abusos de algún jefe de servicio. Pero en este momento están comentando la bancarrota moral de la administración Biden, que no toma en cuenta las opiniones de sus expertos. Los emails más virulentos llevan las firmas de numerosos compañeros de oficina y el foro mismo está dando lugar a una especie de amotinamiento [3].
Mitch McConnell, el jefe de la minoría republicana en el Senado, presentó un proyecto de resolución tendiente a prohibir la ayuda de urgencia de 14 300 millones de dólares que el presidente Joe Biden está solicitando para Israel. Otro republicano, Tim Scott, aspirante a la Casa Blanca, anunció que se niega tajantemente a votar por Israel.
LOS VASALLOS DE ESTADOS UNIDOS
OPTAN POR LA ESPERA
Los vasallos de Estados Unidos persisten en alinearse ciegamente tras las posiciones de Washington. Una reunión a puertas cerradas del Consejo de Seguridad de la ONU sirvió de marco a una oposición estúpida de la representante permanente de Estados Unidos, Linda Thomas-Greenfield, frente a su homólogo de la Federación Rusa, Vasili Nebenzia. Los dos países han resuelto juntos numerosas crisis en el Medio Oriente, pero la tensión actual entre ellos llevó a Washington a recurrir al veto.
En esta reunión a puertas cerradas, el Consejo de Seguridad analizaba un proyecto de resolución ruso que proponía un alto al fuego humanitario inmediato. Pero la embajadora de Estados Unidos acusó a Rusia de proteger al Hamas porque el proyecto de resolución ruso no lo condenaba, argumento absurdo ya que, por principio, desde que el suizo Henri Dunant creó la Cruz Roja –en 1863–, todas las acciones humanitarias se abstienen de tomar partido en los conflictos. Sin embargo, en una actitud obtusa y desconectada de la política o del interés humanitario, Washington opta por la condena a toda costa, sin condenar los actos bárbaros sino sólo a algunos individuos.
En esa reunión del Consejo de Seguridad, Francia, Reino Unido y Japón dijeron prácticamente lo mismo que su amo estadounidense. Francia recurrió al veto –no lo había hecho desde 1976– dando así carta blanca al genocidio que se prepara. Por tratarse de una reunión a puertas cerradas, la ONU no publica información sobre lo sucedido, pero el embajador de Francia, Nicolas de Rivière, reconoció que Francia había recurrido al veto, mientras que el diario francés Le Mondelo negaba.
El ministro de Justicia de Francia, Eric Dupont-Moretti, dio muestra de la misma parcialidad al declarar, ante la Asamblea Nacional, que apoyar a los supremacistas musulmanes del Hamas equivale a respaldar los actos terroristas que comete esa organización, y que eso puede castigarse con 5 años de cárcel. En ese caso, el apoyo a los supremacistas judíos que están arrasando Gaza, lo que es exactamente el mismo delito, también tendría que estar penado por la ley. En un primer momento, el gobierno francés prohibió las manifestaciones en favor del pueblo palestino, disposición que fue finalmente abrogada por el Consejo de Estado porque viola el derecho constitucional de los franceses a expresar sus opiniones.
Luego del incidente del Consejo de Seguridad de la ONU, Brasil presentó a ese órgano un proyecto de resolución muy similar cuyo texto reproducía claramente la versión oficial, según la cual el ataque del 7 de octubre fue realizado sólo por el Hamas, y condenaba a esa organización. Ese texto también fue rechazado, por el Reino Unido y Rusia.
Mientras tanto, Qatar obtuvo del Hamas la liberación de 2 rehenes –2 mujeres israelo-estadounidenses– a cambio de la autorización de paso para 20 camiones cargados con ayuda humanitaria, de 7 camiones cisterna cargados con combustible y de otros compromisos no revelados –antes de la guerra, al menos 100 camiones de ayuda humanitaria entraban diariamente en la franja de Gaza. El vocero de las Brigadas Izz el-Deen al-Qassam, Abu Ubaida, declaró que el Hamas había planteado la liberación de otros 2 rehenes y que Israel ignoró la proposición.
En todo caso, la posibilidad de que las partes lleguen a acordar intercambios de prisioneros se hace cada vez más compleja. Desde el inicio de la guerra, las fuerzas de seguridad de Israel han arrestado y enviado a prisiones de alta seguridad 1 070 palestinos más.
Después del presidente de Estados Unidos, también viajó a Israel el primer ministro británico, Rishi Sunak. Al igual que Biden, Sunak respaldó las acciones del ejército de Israel. El Reino Unido e Israel están unidos en el plano militar por un tratado secreto firmado hace 2 años.
En Londres, 100 000 personas desfilaron contra la guerra, en un esfuerzo por impedir que el gobierno británico apoye el crimen que se prepara. En respuesta, el Jewish Leadership Council reunió unos miles de personas en Trafalgar Square.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, también peregrinó a Tel Aviv. Se espera que pronto lleguen el presidente chipriota, Níkos Christodoulídis, el presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro interino holandés, Mark Rutte.
En Roma, durante su misa dominical, el papa Francisco declaró: «La guerra, toda guerra en el mundo –pienso también en la Ucrania atormentada– es una derrota. La guerra es siempre una derrota, es una destrucción de la fraternidad humana.»
LOS PUEBLOS DEL MEDIO ORIENTE
QUIEREN SALVAR A LOS PALESTINOS
Una conferencia internacional por la paz tuvo lugar en El Cairo, por iniciativa del presidente egipcio Abdel Fatah Al-Sissi y con la participación del secretario general de la ONU, Antonio Guterres; del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; del Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell; del rey de Jordania, Abdallah II, del presidente de la Autoridad Nacional palestina, Mahmud Abbas; el rey de Bahréin; el príncipe heredero de Kuwait; el primer ministro de Irak; el presidente de Chipre; la primera ministro de Italia; el primer ministro de España; el primer ministro británico y el primer ministro de Grecia. Un total de 30 países estuvieron representados, pero Estados Unidos, China, Rusia y sobre todo Israel estuvieron ausentes. El emir de Qatar, Tamim ben Hamad Al-Thani, llegó cubierto de gloria, luego de haber obtenido la liberación de los «rehenes estadounidenses», pero se abstuvo de hacer uso de la palabra debido a la hostilidad de las potencias occidentales contra el Hamas.
Entre los ausentes estuvo también el presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune. Argelia había organizado, en octubre de 2022, una conferencia por la unidad del pueblo palestino y fustigó la resolución de la Liga Árabe precisando que Argel se niega a aceptar el doble rasero que pone en el mismo plano los derechos de los palestinos y la violación de esos derechos por parte de Israel.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres subrayó en El Cairo que el ataque del 7 de octubre «no podrá justificar nunca un castigo colectivo contra el pueblo palestino»
También en El Cairo, Mahmud Abbas reiteró: «No partiremos. Nos quedaremos en nuestras tierras.»
Egipto se mantiene aferrado a la posición de la Liga Árabe enunciada en 1969, según la cual acoger nuevos refugiados palestinos sería hacerse cómplice de la limpieza étnica. Esta posición es intelectualmente justa, pero tras ella se oculta el temor de tener que enfrentar una oleada de refugiados palestinos, como las que ya vivieron Líbano y Jordania. En Líbano, los palestinos intentaron tomar el poder en Beirut, recurriendo a las armas. En Amman, la capital de Jordania, trataron de establecer el Estado de Palestina.
En definitiva, la cumbre del Cairo no sirvió de nada, los participantes se limitaron a defender sus posiciones encontradas divididos en dos bandos: de un lado los que querían condenar al Hamas, del otro los que quieren respaldar la resistencia palestina, cuyo principal componente es precisamente el Hamas.
En todo el Medio Oriente, numerosos grupos están reuniendo voluntarios para salvar a los palestinos y atacar Israel. Los Guardianes de la Revolución iraníes tratan de establecer un estado mayor común que uniría los combatientes palestinos del Hamas, del Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP) y de la Yihad Islámica, los combatientes libaneses del Hezbollah, del Partido Social Nacionalista Sirio (PSNS) y de Jamaa Islamiya y también a jordanos e iraquíes.
¿POR QUÉ NO LOGRAMOS RESOLVER ESTE CONFLICTO?
La división generalizada, en todos los bandos, hace imposible la adopción de decisiones. Parece improbable que Israel ponga su ejército al servicio del proyecto genocida de sus ministros supremacistas judíos… pero el tiempo no es un aliado de la paz. Mientras cada bando trata de establecer su posición, las bombas siguen arrasando Gaza y las armas siguen llegando a Israel. Ya se cuentan 1 300 muertos israelíes y 4 137 muertos palestinos.
La imposibilidad de resolver el conflicto israelo-palestino no reside en la mala fe de Israel. En realidad, es una muestra de lo absurdo que resulta el «mundo basado en reglas» que el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill pretendieron instaurar en 1942-1945, mundo que de hecho aceptamos al disolverse la URSS. Ese mundo funciona según reglas dictadas por los anglosajones, reglas que hoy se explicitan a través del G7. En aquella época, el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Josef Stalin, y el jefe del gobierno francés en el exilio, el general Charles de Gaulle exigieron un «mundo basado en el derecho internacional».
En el «mundo basado en el derecho internacional», los Estados son soberanos y están obligados a respetar los tratados que firman libremente. Ese fue el principio básico de la creación de las Naciones Unidas. Hoy tenemos que volver al texto fundador: la Carta de San Francisco. Aplicado al conflicto actual, eso significa, en primer lugar, que Israel está obligado a respetar su propia firma, que aparece al pie de su adhesión a la ONU. Y también debe hacerlo la Autoridad Nacional palestina, firmante de los Acuerdos de Oslo.