Al revés

ELN es considerado como el principal grupo terrorista de Colombia y Venezuela, según Gobierno de Estados Unidos. Foto Noticias CARACOL

Por Carlos Alberto Ospina M.

“Recuerden lanzar de lado la molotov para evitar algún percance que les caiga la gasolina a ustedes”. Acostumbrado a dar órdenes con miras a volar oleoductos, secuestrar, asesinar campesinos, extorsionar, sembrar coca, torturar cautivos y, violar mujeres y niños; entre otros crímenes de lesa humanidad, Jaime Arias del frente de guerra occidental del Eln, alias Uriel, invita a quemar los CAI y a los policías en distintas ciudades del país.

¿Qué argumento de autoridad puede esbozar un grupo dedicado a múltiples actividades delictivas? Por supuesto, ninguna evidencia moral, aunque no faltarán los escolásticos “inclusivos” que validen los delitos graves que, a diario, ejecutan esos bandidos contra la población civil y la naturaleza.

En tono marcial, Uriel, afirma que “nos ponemos muy contentos con las manifestaciones, los levantamientos y los atentados contra la fuerza pública… damos apoyo moral para buscar una alternativa de cambio social que acabe este sistema opresor republicano y la oligarquía…(SIC)”. El malhechor, sub judice, es un cínico descarado que padece cierto desorden mental no medicado, tan peligroso, que lo lleva a celebrar la muerte y desconocer el derecho internacional humanitario, tal como sucedió el 17 de enero de 2019 con el carro bomba en la Escuela de Policía General Santander que dejó 22 cadetes muertos y 87 heridos. En comparación no observé a una disloca alcaldesa gruñendo para que la extrema izquierda pidiera perdón a las familias de los uniformados ni escuché al congresista sarroso condenar la acción terrorista y tampoco, vi en redes sociales el performance en honor a las víctimas enfrente del campamento de los marxistas-leninistas y pro-revolución cubana, Eln.

El fogoso traficante de estupefacientes y para nada subversivo, Uriel, vocifera su nefasto adoctrinamiento con base en la misma mecánica intolerante, bellaca e hipócrita de endilgar los desafueros al actual régimen democrático imperfecto, mostrándose al estilo de Robin Hood de los desprotegidos. ¡Qué conducta más mentirosa! Viniendo de un socio del denominado Clan del Golfo, activo proveedor del Cartel de los Soles, protector de la dictadura de Maduro y de otros grupos armados organizados residuales que, siembran minas antipersonales, para evitar la erradicación de los cultivos ilícitos. Esos artefactos explosivos no dan caricias, matan y mutilan, en la mayoría de circunstancias a lugareños y niños castos. ¡Qué sensibles los elenos! No se me asuste, ahí es nada para reclamar el derecho a la protesta. ¡Qué tristeza esta nación atormentada por despreciables farsantes!

La tragedia humana, las dinámicas sociales a raíz del desplazamiento forzado y las afectaciones a personas inocentes, les importa un bledo. Les concierne, sí, el control de los territorios a partir de la violencia, la intimidación constante y el homicidio de líderes sociales para endosar como “crímenes de estado”.

Estos hombres sin contextura moral acostumbrados a hurtar de cualquier modo lo ajeno, de vez en cuando, reparten mercados producto de las economías ilegales. Participan en el lavado de activos desde las guaridas ubicadas en los estados de Apure, Bolívar y Amazonas donde orondos hacen y deshacen. Aquí y allí de forma desmedida extraen el oro y echan abajo la infraestructura petrolera, impactando el medio ambiente por partida doble. 

En compañía de las disidencias de las Farc cuentan con patente de corso para exportar drogas y negociar armas, moviéndose a su antojo entre la Guayana venezolana y la Orinoquía colombiana. De carnero manso no tienen ni la piel manchada de toneladas de crudo derramado en las zonas más fértiles de país. ¿A quién le habla el bárbaro eleno? A su par.  

Lejos de ser buenos samaritanos, el Ejército de Liberación Nacional, no busca la paz ni la emancipación; al contrario, estimula la anarquía y la destrucción, dizque, a manera de “legítimos actos en medio de la protesta social”. Alias Uriel justifica todo ideal de salvajismo, incluso los crímenes de guerra penalizados por el derecho internacional humanitario. Una triste gracia que sufrimos en la actualidad con la impunidad, la insinceridad y la desvergüenza de la otra Farc.

Enfoque crítico – pie de página. ¡Estamos de patas arriba! Claudia López gestiona el aval del Concejo de la Capital de la República para un préstamo de Cinco Mil Millones de pesos con el objetivo de levantar un monumento en homenaje al acuerdo de paz con el M-19. El mismo grupo que se tomó el palacio de Justicia y quemó, por encargo del también sanguinario, Pablo escobar, los expedientes de ese narcotraficante de insana recordación. Aquel 6 de noviembre de 1985 murieron 98 personas, entre las víctimas 12 magistrados. La sede de las Altas Cortes quedó arrasada. ¿La López se ha vuelto loca? Sin duda que no. Solo ratifica el género de sus principios éticos.

Por su parte, en Popayán los indígenas del pueblo Misak tumbaron la estatua de Sebastián de Belálcazar, porque “esos símbolos pisotean la memoria histórica de los pueblos indígenas”. La respuesta del Ministerio de Justicia fue otorgarles la licencia para producir cannabis legal de uso medicinal y científico. En pocas palabras, vuelto hacia arriba lo de abajo.

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