Abuela de 80 le hace pistola al señor Alzheimer

Abuela Mercedes, sean los que sean, felicitaciones en tu cumpleaños.

Por Óscar Domínguez Giraldo

Mercedes Guiomar Arango, o Merce, o Guío, quien este 23 de mayo cumple 80 años aunque parece de quince, no sabía qué hacer con las toneladas de segundos que le deparó el “pelotón de fusilamiento” de la vejez hasta que encontró la respuesta en las lecturas que hace para toda clase de prójimos. (Japiberdi antes de seguir).

Felizmente, el azar barajó en favor de la septua-genial abuela y la llevó a Abuelos Cuenta Cuentos, Acucu, de Medellín. En este voluntariado les pagan en asombros, sonrisas, perplejidad y otras yerbas que provocan los buenos libros bien leídos.

“Lo bueno de leer es que cada libro es como el juego de muñecas rusas que se meten una dentro de otra”. Sostiene Mercedes Guiomar, como le decía su mami cuando había hecho algo mal. Sabía que venía pellizco.

Ha leído en Comfenalco y en la biblioteca de La Floresta. Hay frecuente deserción de escuchas que no tienen con qué pagar el transporte. Como no quiere ser la más rica del cementerio, con frecuencia ella financia los desplazamientos y el algo con empanadas y gaseosa de su culecada.

La han visto leyendo para los niños de los Buen Comienzo del Barrio Cristóbal y de Belencito Corazón (en Medellín). De pronto lee en dueto con su colega Flor María. De estas lecturas sale “toda babeada, moqueada y con el corazón a punto de salírseme por la emoción que me causan los enanitos”, dice la pupila de la señorita Lola Zuluaga Jaramillo, directora del Gimnasio Cayzedo, de Medellín, vos. Y estamos hablando de los años sesenta.

La cereza en el pastel de sus días es la poesía que lee en el Sena. “Ya me sé un montón de poemas que me sirven para hacerle pistola con los dedos de las manos y de los pies al entrometido Alzheimer”. Sostiene, Pereira, perdón, Mercedes, siempre de humor perverso.

En el barrio El Salvador se le puede ver en compañía del Acucu Jesús Antonio Arenas.

Sus pasos la llevan de pronto al Refugio Santa Ana. Quórum total de abuelos y de monjitas que pegan teológicos ronquidos en siestas arrulladas por la lectura. El refugio es “lo más parecido al Edén que se puede encontrar en este manicomio de ciudad”. Sostiene Mercedes.

“Las arrugas que les enmarcan la boca a las monjitas hacen un giro hacia arriba por los ataques de risa que les producen los cuentos de Cosiaca”, sostiene Mercedes.

Muchas veces lee sus propios poemas o cuentos que se niega a que alguien los vuelva libros. El Nobel que espere, dice. Mantiene el ego a raya.

AZUL

Por Mercedes Arango

Uno de esos cuentos es el llamado “Azul”, que le inspiró Héctor Ramírez, ciego de nacimiento, quien le enseñó el significado del valor y de la abnegación:

Al bajar del bus empezó a contar los pasos que lo llevarían a la biblioteca. El titubeo del bastón le aconsejó prudencia: había huecos nuevos. Por fin llegó a Comfenalco donde lo esperaban sus compañeros que también leían con los ojos de Elvira. Recordó que iniciarían “Azul”, de Rubén Darío. Él despreciaba la poesía; estaba seguro de que era una gran mentira inventada por el alma para mitigar el dolor de la vida. Sin embargo, hoy el título encerraba una promesa. Quizá en alguna estrofa encontraría la solución del enigma que lo atormentaba desde niño: ¿cómo será el color azul?

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Abuela Mercedes, sean los que sean, felicitaciones en tu cumpleaños.  Uno tiene los años que no ha cumplido,  leí por ahí.  Tienes cuerda para rato. Y para alegría de la primera línea de tus afectos de la que no me dejo sacar así me eches la Cuarta Brigada encima. Como no se dejaría sacar la legión de escuchas que tienes. Y de lectores escasos y afortunados entre los que me cuento. Tienes un demoledor sentido del humor pero esa habilidad y, en general,  la de escribir, no te quitan el sueño. Que hayas pasado un feliz día.

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