A los maestros, en su día

El poeta Elkin en su charla con Claudia Ivonne Giraldo la noche de la entrega del premio León de Greiff en el Parque Explora.(Foto EAFIT)

Antes de que se acabe el día del maestro, doy mis felicitaciones y agradecimientos a ese gremio que cumple la obra de misericordia de desasnarnos culturalmente. En honor de los maestros que en el mundo son y han sido, retomo una nota que escribí sobre el poeta Elkin Restrepo, mi profesor de literatura en la U. de Antioquia, donde fui fugaz estudiante de periodismo.

El poeta que ama los martes

Por Óscar Domínguez G.

Maneja el bajo perfil de los gatos. A regañadientes, el poeta Elkin Restrepo Gallego, hijo de titiribiseño y sonsoneña, acepta a regañadientes el inri de “intelectual” solo para recibir premios.

Como el premio León de Greiff al mérito literario que le ajudicó una encopetada gavilla convocada por EAFIT. Recibió la distinción, cheque incluido, claro, y regresó, raudo, lelo, paralelo, a su pluscuamperfecto anonimato de cinco estrellas.

Los reflectores no son su fuerte. Prefiere el silencio de la biblioteca, el bullicio creador del aula, la tertulia o el salón de lectura. Si es colectiva, mejor.

Se sometió al ritual de la charla con Claudia Ivonne Giraldo, mandamás editorial de EAFIT,  no para tirar línea sobre la metafísica de su oficio. Esas minucias se las deja al jurado y a los lectores que chorreamos la baba por su vida, milagros, poesía, docencia, literatura, dibujos, grabados y yerbas afines como la docencia, la edición de libros y revistas.

En cada uno de estos oficios se juega el pellejo. No vino a calentar banca en esta vida. 

El poeta Elkin y este aplasteclas, su exalumno,  en una feria del libro bogotana donde fue presentado mi libro “Historias del eterno femenino”, editado en abril de ¡2001! por la Universidad de Antioquia bajo el mandato del poeta Luis Fernando Macías. (Foto archivo Colprensa)

Esa vida que Elkin ha convertido en obra de arte que pule todos los días. Si por él fuera, no dormiría para disfrutarla. Lleva años cortándole oreja, rabo y pato a sus días y a sus noches.

El poeta Elkin, el de amuleto al cuello, no tiene alumnos, sino adoradores y adoratrices. Muchos entapetamos el auditorio del Parque Explora donde fue galardonado para acompañarls, agradecerle benevolencia tantas y lagartear la selfi respectiva.Y su libro de poemas, bella y finamente editado, claro. No se lo pierdan.

Muchos de los poemas que le valieron el premio son anticipados selfis con sus amores platónicos: Pier Angeli, María Félix, Anita Eckberg, Kim Novak, Sharon Tate, Rita Hayworth, Maureen O’Sullivan quien montaba en bejuco con su amor,l Johnny Weismuller.

Perfiles nacidos de otro oficio suyo que envidiaría Beremundo: era el encargado de llevar los rollos de las películas desde Manrique, el Vaticano del tango, donde vivía, al teatro Granada, en el Guayaquil prohibido de entonces.

No encontré ningún poema a Catherine Deneuve un amor que compartimos en los años sesenta. Hicimos un cambalache: el laureado Elkin se quedó con la que es bella a toda hora, y yo me quedé en  compañía de Brigitte Bardot cuando era prohibida para todo católico… La devoción por la BB continúa ahora con sus arrugas y su a.mor por los animales

La noche aquella de la Fiesta del Llibro que se acabó dejándonos sin norte, sur, oriente no occidente, Elkin recordó que es furioso devoto del contador de los ferrocarriles, León de Greiff, cliente mayor del café El Automático. Daba fe una pintura que presidió la velada.

La degreiffiana devoción es tal que con amigos como  Miguel Escobar,  los fines de semana desertaban de la ciudad y convertían la poesía de De Greiff en guía turística.

¿Que Rosa de Bolombolo, “del campamento lujuriante hada” vivía “cerca de donde júntase la Comiá con el Cauca”? Pues allá iban a templar este contingenge que se hacía acompañar del aguardiente de Concordia, “cosa brava”.

Y como el oficio del poeta “es hacer disparos al aire”, o sea,  sorprender, Elkin contó que no duerme a la espera de la llegada del martes cuando se reúne el grupo de lectura que creó hace varios lustros años. “Espero el martes desde el martes mismo”, sintetizó.

La manifestación de asistentes al acto se disolvió pacíficamente, con el bello libro de EAFIT con los poemas de Elkin decorando el prosaico sobaco.

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