

Por Óscar Domínguez Giraldo
El excampeón mundial de ajedrez, Boris Spassky, enrocó largo a la misma edad (88 años) que murió la diva María Félix. Hablando ex cátedra, pontifico que el divo don Boris – el último delicado del ajedrez, como dijo Ciorán hablando de Borges- está a la diestra de la diosa Caissa, patrona de los trebejistas.
Se enamoró del ajedrez a los cinco años cuando era movilizado a un lugar seguro en Leningrafo, su terruño, en la segunda guerra mundial. “Algo cambió en mi cabeza” cuando vio en un parque unas mesas de ajedrez con sus piezas. Al final de su travesía en Moscú, adonde regresó hace 12 años, el nacionalizado francés expresó su júbilo porque volvió a ver el ajedrez con alma de niño. Reconoció que ni ser genio del ajedrez ni ganar el campeonato mundial hicieron feliz a nadie.
Carga con el inri de haber perdido el título mundial frente a Bobby Fischer. “Ay de los vencidos”. Moscú y Washington ordenaron a sus fichas de carne y alma que volvieran ripio a su rival. La guerra fría trasladada al tablero.
Pero no solo de triunfos vive el hombre. Spassky convirtió la derrota en una pequeña obra de arte. Cuando Fischer le ganó la sexta partida, considerada la mejor del match, el caballeroso Spassky se puso de pie y aplaudió a su verdugo.
Padeció una especie de síndrome de Estocolmo. Terminó enamorado de Fischer a quien las autoridades gringas querían encarcelar por ganar dólares en un país enemigo de USA . Spassky le pidió al presidente Bush que reversara la medida, y que si no lo hacía, lo encanara con Bobby. “Es una persona que hace todo contra sí mismo”, le escribió a Bush.
Yo me ofrecí a ser el garitero de ambos para ponerles las piezas y servirles el tinto. Al fin y al cabo, la mejor derrota de mi vida se la debo a Spassky: me ganó en unas simultáneas que ofreció en Bogotá. Si fuera a llenar una hoja de vida para pedir puesto escribiría: transmitió por Todelar el match Spassky-Fischer. Los maestros Boris de Greiff y Emilio Caro lo hicieron por Caracol y RCN.
“Aristócrata comunista” de exquisito humor, aseguró que le ganó a Korchnoi el torneo de candidatos porque su rival asistió en compañía de su esposa, mientras él lo hizo en compañía de dos rubias. Era elegante hasta para divorciarse. Cuando se separó de su primera mujer sintetizó: “Éramos alfiles de distinto color”. Nada de irse quebrando la vajilla.
En homenaje a ajedrecistas como mi encopetado rival, propongo la aprobación de una ley que diga: “Artículo único: la vida y el ajedrez son obligatorios en Colombia”.
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