Los Danieles. La Carranga y Les Luthiers

Daniel Samper Pizano

Daniel Samper Pizano

¿Qué gran acontecimiento musical tendrá lugar hoy en Cartagena? ¿Interpretarán Les Luthiers música carranguera, o al revés? ¿Actuarán juntos los discípulos de Jorge Velosa y los de Johann Sebastian Mastropiero? ¿Por qué puede afirmarse que Se va el caimán fue concebido en Barranquilla pero nació en Buenos Aires? ¿Qué le robaron al pueblo natal de García Márquez y quién se lo robó?

Coinciden este domingo en el Festival Hay de Cartagena dos entrevistas-espectáculos con sorprendentes afinidades. Al mediodía se presenta el luthier Carlos López Puccio escoltado por dos grandes periodistas, uno de ellos el español Álex Grijelmo, coautor de Les Luthiers de la L a la S. López Puccio (Pucho, para los amigos) es cacique histórico de los creadores argentinos de música-humor que, al cabo de más de medio siglo (1967-2023), decidieron colgar la lira. La lira y los demás instrumentos —cuarenta y cuatro de su invención y otros ajenos, como el piano y las maracas— con los que despertaron el cariño de millones de admiradores en tres continentes. 

Imagen columna Daniel Samper Pizano

El entrevistado es aquel violinista nervioso que en los escenarios de Les Luthiers lleva un trapero en la cabeza y encarna siempre, por alguna deuda de juego o absurda maldición, a todo dictador que aparece en la trama. Músico de conservatorio, ha dirigido varios coros famosos de la Argentina y se unió a la pandilla de universitarios aficionados al dorremí que asombraron al público de habla hispana con su chispa y su talento: Daniel Rabinovich, Marcos Mundstock, Jorge Maronna y Carlos Núñez Cortés. Todos ellos fueron herederos de Gerardo Masana, maravilloso mamagallista que fundó, inspiró y, hasta su temprana muerte, capitaneó la banda. Daniel y Marcos fallecieron más de cuatro décadas después. Núñez se retiró. López Puccio y Maronna, partícipes en la creación de buena parte del repertorio, permanecieron con el conjunto, al que agregaron varios intérpretes espléndidos hasta cuando, hace trece meses, optaron por descansar de viajes, ensayos y presentaciones. 

Sobre todo esto hablará Pucho, ya que Maronna no pudo venir, en el mayor auditorio de Cartagena. El público lo verá abrir los ojos cuando se entere de que la más popular canción bailable de la historia de Colombia es hijastra de padre argentino. En efecto, hace ochenta años la orquesta del porteño Eduardo Armani (1898-1970) grabó por vez primera Se va el caimán. El barranquillero José María Peñaranda compuso el porro en 1941 basado en el chisme sobre cierto personaje de El Plato, a orillas del Magdalena, que espiaba, disfrazado de caimán, a las muchachas bañistas. Descubierta la picardía tuvo que huir a Barranquilla. La canción circuló de voz en voz hasta que alguien la llevó a Buenos Aires, en cuyos avanzados laboratorios la grabó Armani en 1945 luego de introducirle algunos arreglos y contratar a un cantante caribe.

De allí el saurio pasó a Caracas, donde un acetato de la Billo’s Caracas Boys dio la vuelta al planeta sobre el lomo corrugado de la bestia. En España era clave para referirse al dictador Francisco Franco, y en Argentina para apodar al futbolista barranquillero Efraín Sánchez. Lenguas malas esparcieron la leyenda de que el origen del falso reptil era la India. Mentira: allá no hay caimanes sino cocodrilos, señoras y señores.

Mientras tanto, Peñaranda vio cómo desfiguraban otro porro que dedicó a Aracataca (“Cataca” para los nativos) al sustituir el coro de “Yo me voy pa’ Cataca”, por “Yo me voy pa’ La Habana”. Gabriel García Márquez, el cataqueño más célebre de la historia, aún no era famoso como para quejarse por el imperdonable hurto ante Fidel Castro. 

Unas horas después de que acabe la charla sobre Les Luthies empieza en el más antiguo teatro cartagenero otra sesión musical. Se trata de la carranga, una música de cuerdas y guacharaca que universitarios boyacenses parrandistas parieron en Bogotá. Uno era Jorge Velosa Ruiz, alumno de Veterinaria y luego agricultor, ganadero, actor, escritor y, lo principal, músico, poeta y loco. Y humorista. A Velosa le dio por realizar el sueño de la música andina caliente y acomodó en juntanza al tiple, sus encordados parientes, el merengue, la guacharaca, el joropo y las historias que escuchaba o le pasaban a él. 

Así nacieron canciones de éxito inmediato como La cucharita y Julia, Julia, Julia. Era el campesino en pie de baile y de cháchara. Pero faltaba un nombre para bautizar el género y a Velosa le sobró gracia para descartar términos como “vals del terruño” o “alegría del rústico” y le puso “carranga”, esa carne sin garantías de sanidad que, ya verduzca y acosada por moscas, venden clandestinamente en las veredas. Al que comercia con el mortecino lo llaman carranguero. De modo que tal fue el título que escogió para sí el berriondo del Velosa.

A este señor, ausente por razones de salud, le rinden homenaje esta noche un estupendo grupo vocal y de cuerdas —La Carranga Primaveral— y dos excelentes periodistas, uno de ellos también gestor cultural y cantautor: José Ricardo Bautista Pamplona.
Así coinciden en fecha y lugar Carlos López Puccio, un genial músico argentino que, si hubiera sido colombiano quizás habría sido carranguero, y Jorge Velosa, que si hubiera sido argentino habría sido luthier. 

ESQUIRLAS. 1. Lo único peor que un presidente enajenado son dos presidentes enajenados. 2. Es más peligrosa una cuenta de X que un arma de fuego en manos de un gobernante. 3. La reciente crisis con Estados Unidos fue el duelo entre un provocador irresponsable y un matón irreductible. 4. Casi todo lo de ambas partes fue vergonzoso en la crisis. Pero también lo fue la actitud miserable de algunos líderes políticos nacionales que, a juzgar por la transcripción de El Tiempo (enero 27, 2025) no se atrevieron a formular critica alguna al delincuente imperialista que llamó delincuentes a los colombianos y amenazó con quitar la visa a los que votaron por Petro.

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