Los Danieles. Borrón y cuenta nueva

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

La “retoma” del Canal de Panamá fue lo más inquietante —al menos para nosotros— del de por sí asustador discurso de posesión de Donald Trump.

¿Cómo piensa llevarla a cabo, si no es por la fuerza? ¿Veremos de nuevo a los marines desembarcando en este pequeño país vecino para volverle a clavar la espina que tanto tiempo tuvo enterrada en el corazón? ¿Pretenderá que los panameños le vendan su soberanía por un puñado de dólares, según la fórmula que ha esbozado para Groenlandia? ¿O acaso —y esto es un mal chiste— que Colombia devuelva los 25 millones de dólares con los que Washington nos indemnizó en 1903 por el robo de Panamá?

Es curioso que no hubiera citado a su admirado presidente Teodoro Roosevelt, el autor del robo (“I took Panama”, repetía con orgullo), precursor de la política diplomática del “gran garrote”. Porque por ahí se perfila la del impetuoso y robustecido Trump, que ya habló del “destino manifiesto” y en la primera hora de asumir el poder sacudió al mundo con una catarata de decretos que apuntan a un nuevo orden planetario. Hasta en Marte, dijo, ondearía la bandera de Estados Unidos.

Yo lo escuché entre admirado y atónito. Por la arrogante confianza que proyectó en su alocución y la impávida frescura con la que luego les respondió a los periodistas, mientras desde su escritorio firmaba decenas de órdenes ejecutivas e indultos de hondo impacto doméstico y externo. En lo interno, por ejemplo, sacar de la cárcel a los extremistas de ultraderecha que asaltaron el Capitolio (con muertos e incendio) para sabotear la investidura de Biden. En lo externo, imponer drásticos aranceles a las importaciones y retirar a Estados Unidos de los acuerdos climáticos de París, de la OMS y de los programas de ayuda de la ONU a los países pobres. Para no hablar de poner fin a la nacionalidad automática para hijos de inmigrantes nacidos en ese país, además de propuestas inocuas como cambiar el nombre del Golfo de México por el de Golfo de América.

Ya nadie puede dudar de que en el segundo mandato de Trump habrá borrón y cuenta nueva. Adiós energía limpia y diversidad de géneros. Bienvenidas la perforación intensa de petróleo y la deportación masiva de inmigrantes ilegales. No se sabe bien cómo ni en qué marco legal pueda aplicar su desafiante programa, pero sí que quiere imponerlo cuanto antes. Es un hombre que se siente tan ganador y seguro de sí mismo que dijo que introducirá una “edad de oro” para su nación. La modestia no es su mayor virtud.

*******

La ceremonia de investidura fue un espectáculo entre grandioso y grotesco, que retrató bien el estilo de democracia trumpista. Me la pateé toda por CNN y no me perdí detalle: desde el sombrero de Melania, las payasadas de Musk, los melones de la mujer de Bezos, las cansonas bandas militares, el cómico bailoteo del presidente electo en la tarima… Imágenes que contrastaron con el agresivo discurso en el que vapuleó de manera grosera a Biden y advirtió que nadie podría cuestionar la superioridad universal de Estados Unidos.

Me intriga cómo procederá y cuál será la reacción internacional a este unilateralismo tan beligerante y chauvinista. Hasta ahora, el mundo observa con estupor. Países como el nuestro (“shit hole countries” para él) deben prepararse para hechos amargos. La drástica reducción de la ayuda (tal vez la militar se mantenga), el fin del respaldo a los procesos de paz y una muy probable descertificación de Colombia, dado el auge de la producción de cocaína, lo que Trump le cobrará al país. Más aún cuando está regido por un gobierno de izquierda.

Quizás no hay que ser tan pesimistas y confiar en que la política exterior de la primera potencia tendrá en cuenta los lazos históricos que nos convirtieron en los años noventa en el mejor aliado de Estados Unidos en la región. Pero los tiempos cambian, los gobiernos también, y hoy en el Departamento de estado mandan los halcones. Basta con ver el gabinete que ha nombrado o con recordar los términos en los que Marco Rubio, el nuevo encargado de Asuntos Hemisféricos, se ha referido al presidente colombiano.

Y este ¿qué puede hacer? ¿Pasar agachado? ¿Salir a la pelea contra el imperio? ¿Buscar países aliados sin hablar tanta paja ideológica? ¿Esperar al desgaste de Trump y sus bravuconadas? No son fáciles las opciones del primer presidente de izquierda de Colombia. Se requiere demostrar talento de estadista con visión del mundo y poder de convocatoria.

El problema es que no le queda mucho tiempo y le falta el vigor. Y a Donald Trump le sobran.

P.S.: Poco antes de asumir el gobierno, Gustavo Petro aseguró que en pocos meses lograría la paz con la guerrilla y, si no, que le pidieran la renuncia. Hoy le pide al Ejército que proteja al Catatumbo de los “asesinos del ELN” y se pregunta cómo es que este grupo armado se desplaza en tan “grandes volúmenes” de Arauca a Norte de Santander y “de ser tan débil se volvió fuerte”. Preguntas todas muy pertinentes. Pero sobre todo preocupantes, cuando las formula el jefe del Estado y primer comandante de las Fuerzas Armadas. Si él no sabe…

Sobre Revista Corrientes 4936 artículos
Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*