Verse en las uñas del lobo

Se desmorona La Paz Total, un sueño político. Foto InSight Crime

Por Carlos Alberto Ospina M.

La intransigencia es la piel del fanatismo. Allí siempre germinará el enfoque totalitario, la reescritura de la historia y el punto débil de la puesta en escena de una narrativa ficcional. La tal ‘paz total’ no puede sacarse adelante en el momento en el que parte de menospreciar y vapulear a la sociedad civil a base de acuerdos entre delincuentes.  

A este gobierno que insulta, cual incurable esquizofrénico, a los congresistas tratándolos de ‘malditos’ (sic) por no aprobar una ociosa reforma tributaria y a los empresarios los califica de ‘blanquitos ricos asesinos’ (sic), a una voz, no le interesa enfrentar a las distintas estructuras armadas; en particular, a los narcotraficantes del Eln, las disidencias Farc y los paracos que ejercen la regulación y el control del territorio en sinnúmero de municipios del país. 

El espíritu de gnomo elemental y la mala conciencia conduce a desconocer la ley y la Constitución a favor de pactos por debajo de la mesa con objeto de fundar colectivos armados para la defensa de un régimen fallido sin orden ni justicia. A la vez, la inacción acerca del control del orden público crea las supuestas condiciones para declarar el estado de excepción o conmoción interior.  El calculador de la Casa de Nariño no intenta construir sociedad, tan solo busca por todos los medios generalizar el caos. 

En veintinueve meses de desbarajuste, a Petro y sus esbirros, les vale un bledo la perdida de órganos y la muerte de pacientes trasplantados a causa de la escasez de inmunosupresores utilizados en los distintos tratamientos. Por tanto, qué decir de las múltiples alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo sobre la situación de derechos humanos que afecta a varios departamentos como Arauca, Antioquia, Bolívar, Córdoba, Vichada, Meta, Vaupés, Cauca, Chocó y la región del Catatumbo en el Norte de Santander; entre otros. ¡Pues, se salió con la suya! El exguerrillero presidente. 

La fallida ‘paz total´ fue una táctica electoral, y hoy, un artilugio que forma parte del plan para destruir el Estado social de derecho. A finales de agosto de 2022, Gustavo Francisco Petro Urrego, con su habitual tono disonante prometió “que el Catatumbo sea la capital nacional de la paz” (sic). Similar mentira ostentó al referirse que acabaría “con la violencia histórica y firmaría la paz con el Eln en tres meses” (sic). De eso nada y tampoco de lo otro. Plazo que nunca cumplió en razón a que los diálogos con las diferentes organizaciones al margen de la ley son una comedia y una concentración de almíbar populista que se convierte en caramelo de esperanza para la gente que padece el salvajismo de esos grupos armados.

Desde el inicio de la administración Petro, el eslogan de la denominada ‘Primera línea’ de “nos están matando”, pasó del dramatismo político a constituirse en un elemento fáctico. Aumentaron los asesinatos de líderes sociales, firmantes de paz, soldados y policías; los secuestros, los fusilamientos, los atentados terroristas, las masacres, las extorsiones, el desplazamiento forzado, el reclutamiento de niños, el confinamiento, la imposición de normas de conducta, la violencia sexual, la destrucción del medio ambiente y los delitos de lesa humanidad. A pesar de todo eso, el inconfeso exguerrillo pretende meter los dedos por los ojos a partir de cifras apócrifas y resultados inexistentes.

El llamado de auxilio de una mujer desalojada de la subregión de El Catatumbo debido a la confrontación entre las bandas de los elenos y los renegados Farc, “…tengan compasión con nosotros los inocentes” (sic), plantea una paradoja difícil de asimilar. Si las fuerzas armadas hacen presencia en la zona para erradicar las matas de coca, una muchedumbre organizada, los retiene y los amenaza a punta de machete. Ahora bien, la labor humanitaria de rescate y protección de la población en peligro ratifica la importancia de velar por el respeto de los derechos humanos sin distinción alguna. Más tarde o más temprano cada individuo padece las consecuencias de las apetencias monetarias e ideológicas al verse en las uñas del lobo.

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