#Lascuchastienenrazón

El alcalde Fico ordenó borrar el mural de "Las Cuchas" y se desató el debate por la libertad de expresión. Foto Minuto 30

CATALINA OQUENDO

El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, lo logró. Con su decisión de borrar un mural que expresa la lucha de decenas de madres por sus desaparecidos consiguió que nadie se olvide de ellas ni de la terrible historia que se esconde en La Escombrera. Ahora todo el mundo lo tiene más claro: “Las cuchas tienen razón”. Como siempre lo dijeron, en esa montaña de escombros hay cuerpos de personas dadas por desaparecidas. La Jurisdicción Especial para la Paz acaba de encontrar restos de cinco personas, y sigue excavando.

En Colombia y, más concretamente en los barrios populares de Medellín, la “cucha” es la madre, la matrona a la que se respeta. Paradójicamente, es esa misma ciudad donde a muchas de ellas se les ha llamado locas, mentirosas, por denunciar el asesinato de sus hijos. Exactamente lo mismo que han escuchado las madres de los ‘falsos positivos’ en el país, las buscadoras en México o las madres y abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina. Todo un patrón.

‌La «cucha» es un término heredado del parlache del narcotráfico que marcó a la ciudad y cuyas secuelas en la cultura nadie quiere debatir. De la misma forma que hoy se quiere negar que en la segunda ciudad de Colombia se libró una guerra urbana de enormes dimensiones en la que, de acuerdo con las investigaciones judiciales, hubo alianzas entre paramilitares y sectores de la fuerza pública. Por eso se ha instalado el #lascuchastienenrazón.

‌El alcalde de Medellín ha respondido con otro paradigma de la ciudad: que la capital de Antioquia es ante todo es limpieza, belleza, una tacita de plata. Que su lucha es por la regulación del espacio público, una cosa de permisos, de orden, de civismo. Su decisión no contempla que tal vez la tacita está  ‘quebrada’ hace rato y borrar un mural no ayuda a recomponerla.

 El baño de pintura gris ha sacudido pues un debate sobre la memoria de esos años oscuros de la ciudad. “Es una disputa por la memoria y la narrativa de lo que pasó. Lo que el alcalde hace —y se equivoca— es tratar de impedir la puesta en público de la narrativa de las víctimas que evidencia la alianza que hubo entre el Estado y los paramilitares en la comuna 13”, dice Max Yuri Gil, director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia y experto en asuntos de memoria de la ciudad. Gil destaca que esa decisión es una violación a los derechos humanos de las víctimas.

El alcalde ha dicho también que “una cosa es el grafiti como expresión artística” y “otra el desorden”. En otras palabras, que él decide qué es arte y qué no. El ministro de Cultura Juan David Correa ha señalado que eso es censura. Solo por poner un ejemplo actual, ¿alguien se imagina si Nicolás Maduro hubiera enviado a borrar un mural de la oposición en el que denunciara la represión poselectoral que ha dejado decenas de detenidos y desaparecidos? ¿Qué tal si su respuesta fuera que, no todo es arte y que se borra? ¿Acaso Gutiérrez no lo hubiera criticado (y con razón)?

‌No es la primera vez que los muros de las ciudades se convierten en escenario de disputas simbólicas. Basta recordar el famoso mural ¿Quién dio la orden?, que denuncia los falsos positivos y que fue borrado por militares y repintado numerosas veces hasta que se escapó del muro: se hizo camiseta, tapabocas, gif, sticker. Ahora circula con libertad y con la protección explícita de la Constitución. En 2021, la Corte Constitucional defendió el derecho a reproducir la composición pictórica que un general del Ejército, hoy en retiro, intentó censurar.

Otro caso fue la pintada que hacía homenaje a Lucas Villa, manifestante asesinado por civiles durante las protestas del estallido social. Su imagen fue destruida tal como ocurrió en 2020 con otros murales que recordaban a las víctimas de la violencia policial. O la que afectó a reconocidos artistas como Power Paola y Lucas Ospina durante un Salón Nacional de Artistas. El mural mostraba al expresidente Álvaro Uribe pendiendo como un títere de una figura de Donald Trump; a Iván Duque, como un títere de Uribe; a una mujer en pleno goce sexual. Todos fueron tapados con pintura blanca, pero la imagen terminó siendo reproducida en un libro y renombrada The Lovely Mural.

‌En todos los casos, el mensaje se hizo imparable. Cada borrón activó más la memoria.

Sobre Revista Corrientes 4842 artículos
Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*