Los Danieles. Lo inesperado nos espera

Daniel Samper Pizano

Daniel Samper Pizano

Bienvenidos a muchas cosas, queridos, benévolos, comprensivos, pacientes, puntuales y gratuitos lectores.

Bienvenidos al quinto año de Los Danieles. Bienvenidos a la edición número 232 de esta columna dominical.

Bienvenidos al nacimiento de un año en que los dueños de la comunicación ciudadana acaban de declarar que su misión no es proteger la verdad sino ganar mucho poder para así ganar más dinero.

Bienvenidos a la insólita e indeseable segunda administración de Donald John Trump en la Casa Blanca.

Bienvenidos al año 2025 y su mirada torva.

Bienvenidos a la celebración del octogésimo aniversario del hundimiento del imperio nazi y sus aliados y la terminación de la Segunda Guerra Mundial. 

Bienvenidos a la conmemoración del octogésimo aniversario del estreno de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, la mayor masacre masiva e instantánea que haya conocido el planeta.

Bienvenidos: nos asomamos al segundo cuarto del siglo XXI y lo inesperado nos espera.

En 1945 una parte de la historia universal terminó y empezó otra. Es probable que en 2025, ocho décadas después, se produzca un giro dramático y negativo en los anales de la humanidad. No quiero ser casandra de horrores, pero las piezas del tablero llevan a temerlo así.

Escribió Karl Marx en abril de 1852: “Los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces: una vez como tragedia y otra como farsa”. La frase no es suya sino tomada de una carta de su cuate Federico Engels, quien, a su vez, se inspiró en una reflexión del compadre G. W. F. Hegel.

Hoy es preciso revertir el aforismo de Marx y decir que en nuestra extraña época la historia se escribe primero como pésima farsa y luego como gran tragedia. Pésima y gran son los adjetivos que utilizó Engels.

Basta con revisar el panorama de “hechos y personajes de la historia universal” para entender que se han apoderado del escenario los perversos, los grotescos, los ignorantes, los mediocres, los insignificantes, los amorales, los cínicos. Incluso los delincuentes con sentencia y placa, como Trump. Los hay de izquierda y de derecha, pues no los une la ideología política sino la insensatez, el autoritarismo y los intereses personales.

Sujetos como el argentino Milei o el peruano Castillo invocan a figuras bufas, no a estadistas. Dictadores como el matrimonio Ortega en Nicaragua o el venezolano Maduro y su circense posesión ni siquiera intentan salvar las apariencias de sus atropellos. La violación de derechos humanos que perpetra Bukele en El Salvador ya tiene talla de ideología para sectores extremos. Sátrapas como Putin, que lleva en el poder casi el mismo tiempo que Stalin, disponen de un armario atómico capaz de destruir el mundo en minutos. Otros gobernantes, como el británico Johnson, parecen salidos de una comedia de Monty Python. Y algunos más, como el príncipe saudí Mohamed bin Salman, recuerdan a los villanos del cine de aventuras.

En este elenco pululan anónimos actores de reparto. Gente que pasa, hace el daño y desaparece. Díganme, ¿cuál es el nombre del presidente chino, uno de los tres hombres más poderosos del mundo? ¿Quién es el actual primer ministro de Inglaterra y quién el canciller de Alemania? ¿Hay alguno en Francia? ¿Qué ha sido de esos generales africanos constelados de medallas, pieles de tigre y asesinatos?

Semejante elenco califica mejor para la tragedia que para la farsa. El israelí Netanyahu prueba que se puede cometer el exterminio de un pueblo y violar todas las leyes internacionales con plena impunidad. Y Trump resucita el viejo imperialismo expansionista con su amenaza de apoderarse de Panamá, Canadá y Groenlandia. El capitalismo alcanzará su más nefasta evolución con el cogobierno de los magnates (Elon Musk, Peter Thiel, David Sacks y compañía) en Estados Unidos.

Bienvenidos al mundo según los plutócratas. Un mundo que abomina a los pobres, los desplazados, los inmigrantes, los que piensan diferente y los que no están prontos a la reverencia ante el poderoso, como plantea Ann Telnaes, la caricaturista del Washington Post, cuyo ejemplo confirma la frase de Eduardo Santos: “El periodismo es incompatible con los hombres de negocios”. (Ver artículo de Telnaes en esta edición de Los Danieles).

Y, como si el peligro fuera poco, la naturaleza acentúa su derrumbe y los arsenales su engorde. Se reveló el jueves que 2024 ha sido el año más caliente de la historia y superó por primera vez la temperatura global promedio de 1.5 grados centígrados. Las ojivas nucleares añoran la Guerra Fría y en las nuevas guerras los juguetes aéreos de Ucrania siembran el pánico entre los tanques rusos.
Espero equivocarme, pero todo indica que 2025 puede convertirse en la puerta abierta a una nueva era más peligrosa, injusta y calamitosa que las que hemos conocido.

ESQUIRLAS1. No hay mejor profeta que un novelista: los hallazgos macabros en la comuna 13 de Medellín parecen salidos de las páginas de Pablo Montoya. 2. Enrique Santos Molano, fallecido en Bogotá en la Navidad, dejó una huella de aprecio entre sus amigos y las mejores biografías de tres personajes colombianos: Antonio Nariño, José Asunción Silva y Rufino José Cuervo.

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