El legado de un gran colombiano

Doctor Manuel Elkin Patarroyo. Foto Bluradio

Por Álvaro Turriago Hoyos*

Manuel Elkin Patarroyo (1946-2025) nació el 3 de noviembre de 1946 en Ataco, Tolima y falleció a los 78 años en su residencia en Bogotá el 9 de enero de 2025. Realizó sus estudios de bachillerato en el Colegio Mayor de San Bartolomé en Bogotá. Ingresó luego a la Universidad Nacional de Colombia, donde en 1971, obtuvo su título de médico. Fue en la etapa de su vida universitaria cuando comenzó a desarrollar interés particular por la inmunología, disciplina que definiría su carrera. Más adelante, cursó estudios de posgrado en biomedicina y biotecnología en los Estados Unidos y Suecia, completando de esta forma un interesante y completo perfil como científico, investigador, profesor, emprendedor e innovador.

Desde joven mostró inclinación por el estudio y el aprendizaje, que fueron sus pasiones dominantes. Tuve el honor de tratarlo y conocer su innegable don de gentes que llevó a que se generara alrededor de él un ambiente de gran simpatía. Recuerdo haberle escuchado —en una de las tantas exposiciones que hizo a estudiantes de pregrado en universidades colombianas—, la anécdota de que, en su juventud, en su Ataco natal, había una tienda de esquina que alquilaba cuentos (cómics) y también libros de corta extensión (booklets). Patarroyo frecuentaba el lugar y le apasiona de manera especial una corta biografía de Luís Pasteur que allí encontró. Siempre sugirió que su sueño era emular la vida de este científico francés. Definitivamente consiguió con su vida y obra mucho de lo que el francés conquistó en el frente de las vacunas.

Fundó el Instituto de Inmunología de Colombia, que se convirtió en un centro de investigación de renombre mundial. Además, su enfoque interdisciplinario y su capacidad para integrar la química, la biología y la medicina sentaron las bases para futuras investigaciones en el campo de las vacunas sintéticas.

Tuvo publicaciones pioneras en la década de los noventa del siglo pasado, en revistas científicas del prestigio de Nature y The Lancet. Su vida académica fue ejemplar para un país que comenzaba a promover la publicación como una actividad típica de un profesor universitario.  

Quizá el mayor logro de Manuel Elkin Patarroyo fue el desarrollo de la primera vacuna químicamente sintetizada contra la malaria, denominada SPf 66. La malaria, una enfermedad transmitida por el mosquito Anopheles, afecta principalmente a las regiones tropicales y subtropicales del mundo, cobrando miles de vidas cada año, especialmente en niños y mujeres embarazadas. Aunque la SPf66 no se adoptó como una solución definitiva contra la malaria, su desarrollo marcó un avance significativo en la comprensión de las interacciones entre el sistema inmunológico humano y los parásitos.

Me contaba en confidencia, que el inicio de muchos de sus tropiezos al momento de financiar sus investigaciones comenzó cuando donó la patente de la SPF66 a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este gesto aseguró que la vacuna estuviera disponible sin fines de lucro, especialmente en los países más afectados por la malaria, subrayando su compromiso humanitario con la salud global. Como era de esperarse, esta decisión afectó intereses privados de corporaciones que buscaban obtener importantes réditos con la comercialización de dicha vacuna.

Una de las patrocinadoras (sponsor) del trabajo de Patarroyo fue la Reina Sofía de España quien siempre sintió gran admiración por el trabajo de este insigne tolimense y colombiano de talla mundial. Fue galardonado con numerosos premios, incluyendo el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1994. También recibió reconocimientos de organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) por sus contribuciones a la medicina.

Otro tropiezo que tuvo Patarroyo con el desarrollo de la SPF66 se produjo con la utilización de monos Aotus trivirgatus, también conocidos como monos nocturnos. Estos primates fueron elegidos debido a su susceptibilidad al parásito Plasmodium falciparum, similar al humano, lo que permitió evaluar la eficacia de las vacunas antes de realizar ensayos en personas. Sin embargo, el uso de estos animales generó controversia por parte de grupos animalistas, quienes cuestionaron los procedimientos empleados y la ética de experimentar en especies protegidas.

Las pruebas en humanos se llevaron a cabo en Tanzania, África, como parte de los estudios clínicos internacionales. Estos ensayos fueron supervisados por organizaciones sanitarias y se llevaron a cabo con voluntarios que vivían en áreas de alta incidencia de malaria. Los soldados, debido a su exposición constante en estas regiones, formaron parte de la población objetivo en los ensayos para evaluar la eficacia de la vacuna.

El legado de Manuel Elkin Patarroyo trasciende el ámbito de la vacuna contra la malaria. Su trabajo inspiró a nuevas generaciones de científicos, emprendedores, e innovadores en Colombia y América Latina, promoviendo la investigación biomédica en muchas partes. 

*Profesor universitario, Ex Subdirector de Innovación de Colciencias (hoy Min Ciencias)

Sobre Revista Corrientes 4816 artículos
Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*