Los Danieles. De bloqueo en bloqueo hasta…

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

Me temo que si persisten los bloqueos de vías y carreteras no tardarán en endurecerse las reacciones de una ciudadanía exasperada por este continuo atropello a su libertad de movimiento. Hace días casi se produce un choque violento cuando conductores confrontaron a indígenas que interrumpían el paso en la Panamericana en el Cauca y luego en Urabá. 

Se entiende el malestar porque no es admisible que cada vez que alguna comunidad —indígena, blanca, negra, mestiza o mulata— quiera mostrarse descontenta, proceda entonces a impedir que millones de colombianos que viajan por el país, o inclusive por la ciudad, puedan llegar a sus destinos.

Táctica de protesta que va produciendo explosivo caldo de cultivo de pérdidas económicas y rabias acumuladas entre los afectados. No es infinita la tolerancia de los colombianos, ya sean transportadores, camioneros, buseteros o viajeros en general, que pierden horas valiosas de su tiempo con estas acciones cada vez más frecuentes.

El viernes se desarrolló una operación tortuga de camineros que por fortuna no pasó a mayores. Ellos son víctimas directas de los cierres pero también acuden a ellos para expresar sus reclamos. En este caso, contra el aumento del diésel.

Las pérdidas por bloqueos pasan hoy de 40.000 millones al día, según gremios del suroccidente del país, y solo en Nariño alcanzan 20.000 millones. El sector hotelero reporta una disminución del treinta por ciento en su ocupación frente al año pasado, para no hablar del impacto sobre las exportaciones terrestres hacia Ecuador.

“Los sectores sociales y económicos del suroccidente ya no soportan más bloqueos de la vía Panamericana», advirtió MinInterior Juan Fernando Cristo. Los límites de la paciencia, en efecto. Yo no cuestiono la justeza de muchas de estas protestas, sobre todo por parte de comunidades marginadas y largamente ignoradas en sus reclamos para que les construyan un puente o arreglen una vía, pero el problema hay que ubicarlo en el marco del interés común de la  sociedad. 

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Las vías de hecho por encima de ley, si se repiten sistemáticamente y se toleran por días enteros, sientan un precedente. «Es la única forma en que nos paren bolas», es el raciocinio inspirador de estas conductas. Y hasta se entiende, cuando se obtiene la atención del Estado y del gobierno. Pero me recuerda cuando Tirofijo le preguntó a Pastrana en el Caguán: “¿Si no echáramos tiros, el gobierno hablaría con nosotros?». Y sí hablo, durante años, pero las Farc no dejaron de echar tiros, hasta que fueron militarmente doblegadas.   

Hay un hecho central: el hábito creciente de bloquear carreteras con cualquier pretexto es un abuso del derecho constitucional a la protesta social, por todos los perjuicios colectivos que conlleva. Problema agravado por la tardanza con que se reacciona ante estos hechos y la complejidad que significa desbaratar barricadas custodiadas por alebrestados manifestantes.

Es un problema universal, si se quiere. Todos los países lo han sufrido y enfrentado a su manera. En Ecuador o Bolivia sistemáticos bloqueos indígenas han provocado hasta cambios de gobierno. En Francia, Bélgica y Holanda agricultores descontentos han producido cierres atravesando sus tractores en las vías, mientras en Estados Unidos paralizar una autopista no es concebible ni se tolera por mucho tiempo.

En Colombia urge encontrar una manera más rápida, técnica y eficaz de despejar las arterias cruciales del país cuando son interrumpidas. Las raíces sociales del mal no se extirparán pasado mañana, ciertamente, pero no podemos continuar de bloqueo en bloqueo hasta el despelote final. 

P.S.1: Injustificado el revuelo causado por la expedición de la jurisdicción agraria. No atenta contra la propiedad privada, no fomenta la invasión de tierras y no equivale a expropiaciones arbitrarias. Es, o debe ser, una forma de ir saldando la enorme deuda social que se tiene con el campesinado colombiano. Lamentable que haya sectores que aún no lo entiendan. Me recuerda el alboroto que hace más de cincuenta años armaron latifundistas y lideres conservadores cuando el presidente Carlos Lleras promulgó su reforma agraria. Hay vainas en las que este país no cambia.

P.S.2: El excanciller Álvaro Leyva apareció en Caracas en plan de espontáneo mediador ante Maduro en la crisis desatada por el fraude electoral en ese país. El hombre es ducho en mediación y negociación de conflictos, pero tendría que hacer milagros porque el dictador venezolano no se irá por la buenas. A menos que el deterioro del régimen resulte más veloz de lo esperado, como lo sugieren los semblantes cada vez mas tensos y fatigados de Maduro, del detestable Diosdado Cabello y el languideciente apoyo callejero al gobierno. Yo pensaba que Maduro se atornillaría en el poder por muy largo rato. Hoy no estoy tan seguro.

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Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]