Por Katherine Rosman
En la moderna edad dorada de Nueva York, una en la que Instagram está inundado de muestras desenfrenadas de riqueza, Brandon y Candice Miller formaban parte de la realeza.
En la fiesta de su décimo aniversario de bodas, con temática de El sueño de una noche de verano, celebraron con unas cuantas decenas de amigos en el patio trasero de su casa de vacaciones de 511 metros cuadrados en los Hamptons.
Hermosas mujeres vestidas de gala observaban junto a sus apuestos maridos cómo la pareja renovaba sus votos cerca de una piscina sembrada de peonías y pétalos de rosa y bajo un dosel de luces.
Fue una grandiosa exhibición pública de su vida y matrimonio perfectos. Candice Miller le dijo a una bloguera de estilo de vida, que escribió sobre la fiesta, que el discurso de su marido la “hizo llorar al final con su emoción cruda y auténtica y sus palabras románticas”.
Todo culminó con el tipo de imágenes para despertar la envidia que esperaban los cerca de 80.000 seguidores de Mama and Tata, la popular cuenta de Instagram de Candice Miller, que ofrecía un flujo casi constante de fotografías y videos de su vida sofisticada.
La fiesta de una Noche de verano fue en 2019. Cinco años después, la imagen glamorosa que Candice Miller cultivó y promocionó ha desaparecido, y ha sido sustituida por angustia, ira y una montaña de deudas que antaño eran secretas.
Su marido ya no está. La casa en la que vivían tan ostentosamente, con varias hipotecas, en realidad no es suya. Las demandas de acreedores, las quiebras empresariales, las inversiones fallidas e incluso un barco embargado —el Miller Time— indican que la riqueza necesaria para mantener su estilo de vida se había evaporado, si es que alguna vez existió.
Brandon Miller, de 43 años, murió el 3 de julio en un hospital de Southampton. Una nota de suicidio indicaba que se había matado mientras su esposa y sus hijas estaban de vacaciones en la costa italiana de Amalfi, según un agente de la ley del condado de Suffolk. El oficial dijo que Miller escribió que un acuerdo de negocios que esperaba que aliviaría la tensión financiera de la familia se había derrumbado.
Su familia quedó pasmada. Cuando Candice Miller fue contactada para hacer comentarios, un portavoz de la familia dijo que ella y las niñas estaban abrumadas por el dolor. “Candice está devastada por la pérdida de su alma gemela, y las vidas de sus dos jóvenes hijas están impactadas para siempre por la pérdida de su amado papá”, dijo.
La caída de los Miller se ha convertido en el centro de conversaciones obsesivas en los Hamptons y el foco de detectives en internet que han rastreado la presencia de Brandon Miller en las redes sociales en busca de pistas sobre lo que salió mal.
Este relato del ascenso y caída de la familia se basa en registros de la propiedad, expedientes judiciales y entrevistas con quienes conocieron y trabajaron con Brandon Miller. Debido a lo delicado del tema, pocos aceptaron ser citados por su nombre.
Neil J. Young, un historiador que está escribiendo un libro sobre los Hamptons, dijo que el hecho de que la muerte de Brandon Miller ocurriera en los Hamptons en plena temporada social sin duda ha contribuido a la intriga. Aquí, la opulenta riqueza solo es tan fascinante como su repentina desintegración.
“Para algunos, este lugar se basa en la ostentación”, dijo Young. “Son las casas que uno tiene, las cosas que uno hace aquí, desde los restaurantes hasta los entrenamientos y las fiestas. Pero es un lugar en el que uno puede excederse muy rápidamente, donde un castillo de naipes puede derrumbarse de repente”.
Un abismo separaba la glamorosa vida pública de los Miller de su dolorosa realidad privada. Pero su caída también es una fuente de dolor muy real. Es una historia sobre quienes intentan tenerlo todo y lo que ocurre cuando no lo logran.
“Lo que la gente no está discutiendo en todo esto es la pérdida de mi hermano menor, alguien a quien he amado incondicionalmente”, dijo la hermana de Brandon Miller, Maurley Miller, en un comunicado tras ser contactada por The New York Times. “Tengo un hueco en el corazón que nunca se llenará. Estoy completamente devastada”.
Mama and Tata
Es posible que ningún otro lugar en Estados Unidos esté tan preparado para Instagram como los Hamptons, donde la impactante belleza natural y la extravagante riqueza se yuxtaponen en abundancia. Los influentes de la moda y el estilo de vida pasan los veranos en el extremo oriental de Long Island, documentando sus suntuosas vidas.
Candice Miller, de 42 años, aportó a ese canon cuando ella y su hermana, Jenna Crespi, crearon en 2016 el sitio web y la cuenta de Instagram Mama and Tata para ofrecer consejos de moda, compras y decoración a mujeres adineradas.
La cuenta destacaba a personas de la órbita de Miller, como Ivanka Trump y la prima de Miller, Arielle Charnas, una personalidad de Instagram que influyó en sus aspiraciones de influente. La empresaria del fitness Tracy Anderson y la diseñadora de moda Rachel Zoe hicieron apariciones regulares.
Pero, sobre todo, mostraba la vida personal y los gustos de Miller. Mama and Tata se convirtió en un alter ego y una máquina de mercadeo promocional. Miller y algunos amigos incluso crearon una marca de moda que ella celebró con una fiesta de presentación en el Hotel Bel-Air de Los Ángeles. Con regularidad, sus seguidores veían su activa vida social en grandes casas de Manhattan y Southampton, complejos turísticos europeos, aviones privados, coches deportivos clásicos y lanchas rápidas.
Era conocida por sus vestidos de época y por sus sesiones privadas de fitness (de unos 250 dólares la hora, además de los 900 dólares mensuales de la cuota de socio del estudio), que grababa y compartía en internet.
Los cumpleaños de los hijos de Miller también eran una oportunidad para agasajar invitados a gran escala, tanto a sus amigos como a sus fanáticos en internet. La fiesta con temática de Coachella para una de sus hijas generó un torrente de publicaciones en Instagram en las que se etiquetaba a los proveedores contratados por Miller: un organizador de fiestas, una florista y un DJ. También contrataba niñeras, amas de llaves, chóferes, capitanes de barco y chefs personales.
Pero aunque Mama and Tata se regodeaba en el lujo, no dedicaba tiempo a revelar cómo se pagaba todo ese esplendor.
Aunque Candice Miller dedicaba mucho tiempo a su cuenta de Instagram, esta no generó muchos ingresos. En cambio, con Mama and Tata mejoraba su perfil de otras maneras.
En un artículo de 2019 para una revista online sobre la casa de los Miller en Manhattan —“nuestra casa en el cielo”, la llamó— posó para fotografías con sus dos hijas pequeñas. El salón estaba decorado completamente en blanco, hasta los libros de lomos blancos de las estanterías. “Es precioso sentarse en él, siempre que no lleves nada que sangre y bebas exclusivamente agua”, dijo.
Brandon Miller, por su parte, evitaba las redes sociales; utilizaba sobre todo un teléfono plegable. Sus amigos lo describían como un aficionado al cine, al baloncesto y a los coches.
Pero cuando se trataba de la devoción de su mujer por compartir su vida en internet, ella decía que él estaba totalmente de acuerdo. “Tengo el marido que más me apoya, quien me anima a hacer todo lo que me gusta”, declaró a un blog de estilo de vida.
Fuera de las cámaras, mantenían la separación de tareas tradicional, dijo una persona familiarizada con su dinámica familiar. Ella supervisaba el cuidado diario de los niños y él se centraba en sus negocios, de los que rara vez hablaban.
Ella solo había visitado su oficina una vez y solo se había reunido con su socio en tres ocasiones. La tercera y más reciente fue junto a la tumba de su marido.
‘Gente que puede perderlo todo’
Brandon Miller desarrollaba proyectos comerciales y residenciales en TriBeCa, Harlem y el Meatpacking District. Parecía un exitoso empresario más en una ciudad llena de ellos.
Sin embargo, estaba bajo tanta presión en el otoño pasado que durante una reunión de negocios en un rascacielos de Midtown, según tres personas familiarizadas con lo sucedido, Miller se sentó en una mesa de conferencias y comenzó a llorar.
Estaba en una caída libre financiera que a sus confidentes ahora les cuesta entender.
Miller empezó a trabajar en el sector inmobiliario pocos años después de graduarse en la Universidad de Brown, uniéndose a la empresa de su padre. Al principio de su matrimonio, la empresa construyó un edificio residencial en TriBeCa y Miller adquirió la unidad 3 —el penthouse— para su familia.
Él y su padre también compraron dos terrenos conectados en los Hamptons, uno junto al agua y otro detrás. Construyeron casas en ambos y vendieron una en el mercado abierto. Miller se quedó con la otra, una lujosa casa con amplios terrenos en la que podían sentarse a cenar 60 amigos con holgura.
Las casas adquiridas a la empresa de su padre permitieron que los Miller vivieran como si fueran megamillonarios.
Pero la actividad principal de Brandon Miller era el desarrollo comercial de propiedades. En un proyecto típico, recaudaba dinero de inversores para asegurarse el arrendamiento a largo plazo de una parcela de terreno antes de encargar a los arquitectos la planificación de un edificio. Cuando conseguía los permisos, vendía el contrato de arrendamiento, el plano del edificio y los permisos a otro promotor para obtener una ganancia, o se endeudaba más para cubrir los costos de construcción.
Incluso cuando estos proyectos se desarrollan sin problemas, el trabajo puede obligar a los desarrolladores a apalancar muchos activos para conseguir préstamos que les permitan seguir adelante con el proceso.
“Estamos hablando de gente que puede perderlo todo”, dijo Jay Neveloff, abogado inmobiliario de Nueva York.
El padre de Miller, Michael Miller, gestionó ese riesgo durante muchos años, pero sus activos estaban muy apalancados cuando murió inesperadamente en 2016. Su empresa y sus sobrevivientes fueron afectados por demandas.
Tras la muerte de su padre, Brandon Miller se hizo cargo de la empresa junto con el antiguo socio de su padre. Pero la pandemia dificultó aún más ese negocio, que ya era desafiante, pues el mercado inmobiliario de la ciudad se desplomó. Y aunque el mercado residencial se recuperó, la demanda de oficinas no volvió a los niveles previos a la pandemia.
Brandon Miller se encontraba en un aprieto financiero. En 2021, cerca del punto más bajo del mercado pandémico, vendió la casa familiar de TriBeCa por algo más de 9 millones de dólares, según los registros de la ciudad. La familia quería vivir en la parte alta de la ciudad, en el tipo de edificio de cooperativa en el que Miller había crecido. Pero comprar en el Upper East Side habría requerido mucho dinero.
En su lugar, alquilaron un apartamento de cinco dormitorios y 407 metros cuadrados en la esquina de Park Avenue y East 71st Street, según los registros judiciales, con el que mantuvieron las apariencias por 47.000 dólares al mes. Decoraron con muebles alquilados por los que pagaron 180.000 dólares durante un año, según una demanda presentada esta primavera, y 12.000 dólares al mes después del primer año.
Si eso era reducir gastos, no fue suficiente.
Miller dejó de pagar algunas de las facturas de la familia, incluyendo, según una demanda, el mantenimiento y las tasas de atraque de su lancha Van Dutch —un escenario frecuente para las fiestas nocturnas compartidas en Instagram—. Esos modelos suelen venderse por más de un millón de dólares.
Y apalancó el bien más preciado de la familia, la casa de los Hamptons, que acumulaba una hipoteca sobre otra. Pidió un préstamo de 6,1 millones de dólares a un banco convencional. Luego, según los registros, obtuvo otra hipoteca de 2 millones de dólares de una empresa que anunciaba préstamos en efectivo que se cerraban en menos de 24 horas.
Los Miller siguieron agasajando a sus invitados a lo grande. En agosto de 2022, organizaron una fiesta temática de El crucero del amor en Duryea’s, un restaurante frente al mar en Montauk. Candice Miller posó para las fotos con los amigos en un elegante vestido blanco.
Pero la desesperación de Brandon Miller empeoraba. Unas semanas más tarde, pidió prestado aún más dinero contra la casa: una hipoteca de 2 millones de dólares de un prestamista en Naples, Florida, facilitado por un amigo de la familia, Ryan Nivakoff, quien contribuyó en efectivo al préstamo, según los registros públicos y tres personas familiarizadas con las finanzas de los Miller. Nivakoff declinó hacer comentarios.
Nada de esto era evidente para el público en línea de Candice Miller. En un video publicado por Hamptons Magazine en julio pasado, Miller, con un vestido de verano sin tirantes, respondió a preguntas sobre sus lugares preferidos. ¿Las compras más chic? “Chanel, East Hampton”, respondió Miller.
Una reunión fatídica
En otoño de 2023, Brandon Miller ya no podía ocultar la tensión. Sus amigos, conscientes tanto del costoso estilo de vida de su familia como de la atonía del mercado inmobiliario, supusieron que estaba luchando contra las deudas.
Tres de ellos organizaron una especie de intervención, según tres personas familiarizadas con la reunión.
El día antes de la reunión, los amigos hablaron por teléfono para discutir su planteamiento. Mientras lo hacían, uno de ellos buscó en internet una propiedad que Miller aparentemente estaba desarrollando en Brooklyn. El amigo había invertido un millón de dólares en el proyecto y había animado a varios colegas a invertir otros 500.000 en total.
Lo que encontró en internet fue alarmante: la propiedad había sido comprada más de un mes antes por un desarrollador sin relación alguna con Miller.
Miller llegó a la reunión con un aspecto sombrío, según tres personas familiarizadas con lo sucedido. Acababa de visitar la tumba de su padre en el séptimo aniversario de su muerte, un acontecimiento del que, según sus allegados, nunca se recuperó del todo.
El amigo que le había dado dinero para el proyecto de Brooklyn le dijo que se sentía engañado y enfadado.
Miller rompió a llorar. Insistió en que no había hecho nada malo, pero lamentó haber decepcionado a su amigo.
Al amigo se le saltaron las lágrimas y se marchó. Tras 15 años de amistad, Miller y él no volvieron a hablarse.
Contactado para hacer comentarios, el amigo dijo que la ruptura de su relación y la muerte de Miller lo habían dejado devastado, y pidió privacidad. Ha dicho a otros que creía que Miller había tenido la intención de utilizar su dinero como inversión empresarial antes de que el negocio se torciera. En su opinión, Miller dejó que sus problemas económicos le nublaran el juicio.
Los problemas empresariales de Miller no remitieron. Se hizo con el arrendamiento de un terreno cerca del High Line en Manhattan que requeriría pagos anuales de más de 2 millones de dólares, según una persona familiarizada con la transacción. Inmediatamente pidió un préstamo de 1,5 millones de dólares, según documentos públicos y personas familiarizadas con la operación.
Al cabo de unos meses, Miller se retrasó en los pagos del arrendamiento, dijo en una entrevista Benny Barmapov, el propietario del terreno.
La presión se intensificó cuando una empresa de capital privado que había prestado 36 millones de dólares a la empresa de Miller para ayudar a financiar un desarrollo intentó cobrar el pago atrasado.
En casa, los acreedores también exigían dinero. El puerto deportivo que prestaba servicios a la embarcación de los Miller interpuso una demanda por 55.000 dólares. La empresa de alquiler de muebles alegó en una demanda que él debía 100.000 dólares en honorarios y que se había negado a devolver 64.000 dólares en muebles prestados.
Aunque sus amigos podían intuir que algo iba mal, Candice Miller ha dicho que no era consciente de la crisis financiera de la familia, según dos personas familiarizadas con ella.
En enero fue citada en el Times, ensalzando los beneficios de un tratamiento facial de 800 dólares frente a las inyecciones de relleno y la cirugía plástica. “Esto te hace sentir que tu cara no necesita esas cosas”, dijo Miller, “si realmente te comprometes a ir cada semana o cada dos semanas”.
Unas vacaciones canceladas
A principios de este año, los Miller fueron invitados a pasar unos días en las Bahamas en casa de Nivakoff, el amigo que había ayudado a suscribir una de las hipotecas de Brandon Miller. Pero a medida que se acercaba la fecha del viaje, Nivakoff quiso que Miller le contara a su mujer lo de la deuda o que se olvidara del viaje, según dos personas con conocimiento de la conversación.
Miller canceló el viaje, pero Nivakoff no cedió.
En mayo, Nivakoff llamó directamente a Candice Miller, según dos personas a las que ella se lo contó, y le informó que su marido le debía dinero. Su familia, le dijo Nivakoff, estaba arruinada. Su casa tenía varias hipotecas, incluida una en la que él había invertido.
Candice Miller confrontó a su marido y le pidió ver sus documentos financieros. Él concertó una llamada con un abogado para tranquilizarla y acabó convenciéndola de que todo estaba bajo control.
Incluso entonces, su situación financiera era cada vez más peligrosa. A principios de junio, él pidió un préstamo de 208.000 dólares contra la casa a una empresa que ofrecía préstamos a corto plazo. Nunca lo devolvió, según el prestamista.
A finales de ese mes, la familia tenía planes para viajar a Europa, pero Miller le dijo a su esposa que tenía que quedarse en casa para cerrar un trato que ayudaría a su situación financiera, según tres personas familiarizadas con la conversación. La animó a ella y a las niñas a ir sin él; después de todo, le dijo, el viaje ya estaba pagado.
Candice Miller se llevó a sus hijas al extranjero y publicó fotografías de España e Italia. Solo más tarde se enteraron de que el viaje no estaba pagado; después de que rechazaran su tarjeta de crédito, su agente de viajes tuvo que garantizar el pago de la factura del hotel.
El 28 de junio, Miller envió un mensaje de texto a su esposa para decirle que el trato destinado a aliviar su crisis económica se había cerrado, según dos personas familiarizadas con la situación.
Pero esa semana también se puso en contacto con al menos un amigo para pedirle un préstamo que debería haber sido el equivalente a monedas en el bolsillo para alguien como él: 1000 dólares, según dos personas conocedoras de la petición. El 29 de junio, asistió a un partido de polo y a una barbacoa en los Hamptons.
El 30 de junio, se avisó a la policía de que había saltado una alarma de monóxido de carbono en casa de los Miller. Los servicios médicos de urgencia encontraron a Brandon Miller inconsciente en un Porsche Carrera blanco que había manipulado para envenenarse, dijo un agente de policía del condado de Suffolk. Los equipos de rescate encontraron una foto de él, su esposa y sus hijas en el coche.
Miller fue trasladado a un hospital y conectado a un respirador artificial.
En un correo electrónico enviado a su esposa, Brandon Miller admitió que había mentido. Dijo que no pudo concretar el negocio que esperaba que los salvara.
Expresó su amor por su mujer y sus hijas. Escribió que creía que estaba haciendo lo mejor para ellas; la nota mencionaba dos pólizas de seguro de vida por un total de unos 15 millones de dólares. Escribió que había luchado contra sentimientos oscuros durante años.
Fue enterrado junto a su padre en una ceremonia en el cementerio, a la que asistieron familiares y un pequeño círculo de amigos.
El desmantelamiento de su vida de ensueño comenzó casi de inmediato. Un prestamista hipotecario demandó a Candice Miller por 800.000 dólares en pagos atrasados e intereses. El Miller Time fue embargado. Y la cuenta de Instagram de Mama and Tata fue cerrada.
Lauren Hirsch colaboró con la reportería.Susan C. Beachy y Kitty Bennett colaboraron con la investigación.
Katherine Rosman cubre la actualidad, el poder y las personas que dejan huella en la ciudad de Nueva York. Más de Katherine Rosman