Los Danieles. Tierra caliente

Daniel Samper Pizano

Daniel Samper Pizano

Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.
                                 César Vallejo

Mientras en París unos atletas corrían, otros nadaban y otros más realizaban maromas, la Tierra, ay, seguía muriendo y se asomaba en el África una nueva peste: la viruela del mono. Israel asesinaba a gazatíes inermes, Moscú acusaba los golpes de Ucrania, la Inglaterra reaccionaria encendía las calles, resucitaba el Partido Demócrata en Estados Unidos, Nicolás Maduro intentaba robarse las elecciones en Venezuela, Bangladesh sufría un golpe de Estado y Menorca se convertía en un pantanal.

Hubo un encuentro de vomitivos entre Donald Trump, el reo que aspira a regresar a la Casa Blanca, y Elon Musk, el peligroso dictador de las redes sociales de X. Su propósito era mostrar un frente unido ultraderechista con blanco inmediato en la candidata Kamala Harris. Según testimonios periodísticos, el diálogo fue, técnicamente, un desastre que empezó con 45 minutos de retraso, y temáticamente, “un festín de desinformación” (El País). Un científico declaró que se trataba de “la más estúpida conversación de la historia en torno al clima” (The Guardian) y un noticiero pilló más de veinte mentiras lanzadas por la pareja de irresponsables (CNN).

Cito dos de ellas. Trump afirmó que el nivel de las aguas oceánicas sube apenas un octavo de pulgada cada 400 años, cuando en realidad aumenta esa cifra cada nueve meses. En el capítulo de xenofobia, el candidato republicano aseguró que “cada mes entran a Estados Unidos millones de inmigrantes”. Mentiras. Diciembre de 2023 marcó el récord: 370.890 vecinos. 

A su vez, Musk proclamó con arrogancia olímpica: “Tenemos tiempo de sobra, no necesitamos apurarnos”. A lo cual respondió el científico Michael Mann: “El impacto dañino del cambio climático supera en muchos aspectos las predicciones formuladas hace diez años”. Mann augura que veremos más bosques incendiados, más inundaciones, huracanes más intensos.

A las falsedades de los negacionistas (que forman un tercio del Congreso gringo) la naturaleza respondió de manera contundente. En Grecia, un incendio rural sitió a Atenas. En Suiza, un torrente inesperado arrasó a Brienz, atractivo pueblo turístico. Y el martes el Instituto IS Global reveló que los últimos veranos han hecho estragos sobre todo entre los pobres, los ancianos y los niños. El año pasado murieron en Europa 47.000 personas a causa del calor.

La temperatura de la Tierra, ay, sigue subiendo. El día más caluroso de la historia fue el reciente 22 de julio, cuando el planeta registró en promedio 17.09 grados centígrados (GC). El dato revindica el calumniado clima de Bogotá, muy semejante a la media mundial.

Los puntos ultrainfernales han sido Aswan (Egipto), que el 7 de junio llegó a 50.9 GC y sobre todo Tepache (México) que alcanzó 52 GC. En 1913, cuando aún no existían los sofisticados termómetros actuales se dice que el Valle de la Muerte, California, marcó 56.7 GC. Pero la cifra oficialmente reconocida es la mexicana. La Organización Meteorológica Mundial reporta que una decena de países han superado este año los 50.

A pesar de la fama que tienen Honda, Barrancabermeja, Puerto Tejada y otros reverberos, ninguna localidad colombiana corona la categoría de más de 45 grados. Para sorpresa de costeños y cachacos, la estufa de Colombia no hierve en los litorales marítimos sino en Cundinamarca. Lleva el nombre bíblico de Jerusalén, su censo habla de 2.679 habitantes y se autodefine como “municipio ecosostenible y digital”. Sus detectores señalan los 44 grados.

La siguiente es la lista oficial de los principales municipios nacionales de tierra caliente que disparan el mercurio por encima de los 39 grados. Todos ellos son más tórridos desde la penúltima vez que los midieron.

•    Jerusalén, Cundinamarca: pasó de 41 GC a 43,8 GC.
•    Natagaima, Tolima: pasó de 40,8 GC a 42,4 GC. 
•    Prado, Tolima: pasó de 38,2 GC a 42 GC.
•    Valledupar, Cesar: pasó de 41 GC a 41,4 GC. 
•    Puerto Carreño, Vichada: pasó de 40,4 GC a 40,5 GC.
•    La Chorrera, Amazonas: pasó de 37,6 GC a 39,6 GC.
•    El Carmen de Bolívar: pasó de 39 GC a 39,3 GC.
•    Armero, Tolima: pasó de 39,6 GC a 39,8 GC.
•    Guamo, Tolima: pasó de 39,6 GC a 40,6 GC.
•    Saldaña, Tolima: pasó de 39 GC a 39,6 GC.
•    Maicao, La Guajira: pasó de 38,4 GC a 39 GC.

Si quieren saber cuál es el municipio más frío, programen un fin de semana en Nuevo Colón (Boyacá), pidan ruana, tomen agüepanela y disfruten de sus cuatro grados.

Una aventura a media luz

(A Ana Bejarano, con el cariño de su editor)

El domingo pasado mi columnista favorita quiso mencionar un tipo especial de ninguneo entre parejas y optó por amasar un nuevo verbo con desechos del inglés: gaslightear. Si hubiera acudido al Diccionario de la lengua española habría encontrado una solución más lógica. Allí aparece desde hace años el siguiente ítem: 

Hacer luz de gas a alguien. Intentar que dude de su razón o juicio mediante una prolongada labor de descrédito de sus percepciones y recuerdos.

A propósito, Gaslight, la película estadounidense de 1944 con Ingrid Bergman y Charles Boyer donde se originó la expresión, tenía un bello título en las carteleras latinoamericanas: La luz que agoniza.

Justamente por la triste manía de hacerle luz de gas al español, muchos hispanohablantes rebuscan palabras de rasgos ajenos en vez de gozar el vocabulario de Cervantes, García Márquez y su combo. Durante años, meter la pata se cubría entre nosotros con numerosos verbos: errar, equivocarse, pifiar, fallar, embarrarla e incluso cagarla. Desde hace un tiempo, sin embargo, se importó, quizás porque parecía más elegante, una expresión militar inglesa nacida en la I Guerra Mundial y ahora nos agobian con la fórmula “dispararse en un pie”. 

Sé que a algunos de los quinientos millones que lo hablamos les suena antiguo y casposo el castellano. Por eso los invito a una extraña aventura: explorarlo, hurgarlo y conocerlo mejor. La disfrutarán.

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