Historias de locos bajitos

Locos bajitos. Foto Flickr

Por Óscar Domínguez Giraldo

Estoy pasando el sombrero para que se sirvan depositar allí nuevas historias de locos bajitos como las que encontrarán a continuación.  Saludos, od         

Cuando Tusinago vio por primera vez el mar de Cartagena desde el aire le comentó a su mami: Mamá, se cayó el cielo.

El Día  de la Madre, Valentina dice a su padre: “Papi, definitivamente eres la mejor mamá del mundo”.

Malena, viendo salir de compras a su mamá y a su abuela: ”Van a comprar cosas necesarias que no necesitan”.

La madre va con su hijo a ver la exposición “Bodies”, toda una clase de anatomía sobre cuerpos que parecen momias. Mientras mamá compra las boletas, su hijo de seis años, le pregunta: “¿Si aquí están los muertos, ¿veremos al abuelo?

La pequeña Gabriela se sincera con su mamá: “Mami, en el colegio un compañerito me mostró el pipi“. La afanada madre indaga: – ¿Y tú que hiciste, tesoro? – Les tapé los ojos a mis amiguitas para que no vieran“.

Como la abuelita Alicia enviudó hace poco su nieto Juan José, de 3 años, le dice una noche: “Abuelita, yo creo que únecesitas dormir con un hombre, así que esta noche dormiré contigo”.

Después de ver como talan árboles, Laura le dice a su mamá: “Parece que me partieran el corazón  cuando veo esos árboles cortados”.

“Mamá, ¿por qué está oscuro si hoy es mi cumpleaños?”. (Tolia, 3 años, en Vida y Destino, de Vasili Grossman).

– Carlitos, le dice la abuela al pequeñín: Vamos al baño a hacer pipí

– Ve tú, abuelita, yo no tengo ganas.

Manuela, 10 años, le cuenta a su madre que ha visto en el día tres parejas gay. Pregunta: ¿Y entonces con quién nos vamos a casar nosotras?

Contado por Michelle Obama, exprimera mujer de Estados Unidos, en entrevista con Larry King: “Cuando mi marido recibió la nominación, mi hija de diez años se levantó a la mañana siguiente y le expliqué que papá había ganado. Y le pregunté: ‘¿No crees que es maravilloso?’.  Y Malia dijo: ‘Bueno, sí. Me doy cuenta de la enorme responsabilidad que representa, pero también habría sido enorme si Hillary Clinton hubiera ganado’. Lo dijo sin parpadear”.

María Clarita, siete años, habla con su mamá: “Mami, mi papá es Olaya, mi hermanito es Olaya, yo también soy Olaya y tú eres Mesa. Entonces, ¿tú no eres de esta familia?”.

-¿En dónde se botan los papeles, niños?

– En el incesto de la basura, mami. (Del libro Palabra de Niños, de Yamile Humar, Círculo de Lectores):

La mamá sorprende a Adolfo, 4 años, con la mano hurgando en la nariz. “¿Y a ti quién te enseñó eso?”. “Yo me lo inventé”, fue la orgullosa respuesta.

La madre reincide en la maternidad tres años después del  último hijo. Como la nueva bebé llora mucho, el mayorcito le pregunta a mamá: “¿No será que la podemos volver a tu barriga que allá no se oía?”.

Viajeras VIP, clase infantil

Preguntas que Cristóbal y Juan Pedro, mellizos de 6 años, les han formulado a su mamá:
¿Comprar dos niños es más barato?
¿Por qué la gente pelea tanto si querer es tan fácil?
¿Adónde van las estrellas fugaces?
¿El pan del Padrenuestro lleva mantequilla?
¿Las hormigas son mujeres o también hay hormigos?
¿A qué horas duermen las cigüeñas?
¿Por qué los perros no ladran en español?

– Hija, cómete el brócoli, ¿no ves que hay niños que no tienen nada qué comer?
– ¡Pues yo les comparto mi brocoli!

De José Manuel, de 5 años, estudiante de  transición: «¿Te imaginas, mami, uno regar las plantas con leche y que de los árboles salgan vacas?”.

Mi hija Carla, de 5 años, me preguntó ¿por qué uno se tiene que morir si nació para vivir?

Cuando tenía como cinco años llevé a Natalia al museo de historia natural de Londres que tiene, en el segundo piso, una secuencia ilustrada muy didáctica para explicarles a los niños la teoría de la evolución. La recorrimos y yo le fui traduciendo y explicando el australopitecus y el pitecantropus erectus y los sucesivos ancestros del hombre. A la salida del museo, frente a un cerezo en flor, la sardina me dijo: Dime una cosa, mami: ¿Cuál de mis abuelos era mico?
Como todos los niños franceses, entre los tres y los seis años, mi hijo Simón se bañaba por la noche y se pasaba horas en la bañera jugando con sus barquitos de plástico y sus pescaditos. Y cuando el agua se enfriaba pues desocupaba un poco la tina y le volvía a echar agua caliente. Un día le llamé la atención: Simón, no gastes tanta agua, cierra ya esa llave, mira que el agua es escasa, hay millones de niños africanos que no tienen agua corriente en sus casas. Mi hijo me miró y me dijo: Mamá ¿y tú crees que si yo cierro la llave, va a llegar el agua a las casas de los niños africanos?

De pronto este aplastateclas comete poemas como este con el que cierro la tienda por hoy:

Niñez

No había llegado la nevera.

Las velas sacaban la luz eléctrica a las patadas.

El papel higiénico era un editorial nunca leído del periódico.

El diario no llegaba a tiempo ni a destiempo.

La calle era el mejor cuarto de la casa.

El mundo era un eco distante.

El rico de la cuadra ponía la televisión.            

Nosotros poníamos el asombro.

El cine era un churro de luz que se volvía gente al tropezar contra un trapo blanco.

Solo teníamos tiempo de ser felices.

Sobre Revista Corrientes 4569 artículos
Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]