Por Eduardo Frontado Sánchez
La empatía, esa capacidad tan humana de ponerse en el lugar del otro, es un concepto del que hablamos con frecuencia y que valoramos en gran medida. Sin embargo, ¿podemos aplicarla realmente en todos los ámbitos de nuestra vida? Para muchos, las mascotas son parte fundamental de nuestra existencia, nos dan amor incondicional y las aceptamos tal y como somos, sin juicios ni críticas. Pero ¿somos igual de empáticos con ellas?
La respuesta a esta pregunta puede ser desalentadora. A pesar del amor que sentimos por nuestros animales de compañía, muchas veces actuamos de manera egoísta. Un claro ejemplo de ello es la tendencia a involucrar a nuestras mascotas en actividades humanas, sacándolas de sus entornos naturales para llevarlas a la calle, a restaurantes, e incluso a misa. ¿Nos detenemos a pensar en cómo estos cambios de ambiente afectan a nuestras mascotas?
Actualmente, es común aplaudir a los establecimientos con áreas adaptadas para mascotas. Sin embargo, ¿es esto realmente una muestra de empatía? Consideremos que llevar a nuestras mascotas fuera de su entorno solo para que tengan un plato de comida y un vaso de agua no es necesariamente un acto de amor. El amor verdadero implica libertad, respeto y comprensión de las necesidades del otro. Para una mascota, esto puede significar permitirles permanecer en un entorno donde se sientan seguros y felices.
Es importante reconocer que las mascotas pueden ser de gran ayuda para personas con discapacidades, como los invidentes o aquellos que sufren de epilepsia. En estos casos, los animales demuestran una profunda empatía y cariño, asistiendo a sus dueños en momentos de dificultad y, a menudo, salvando vidas. Sin embargo, fuera de estos contextos, las mascotas no necesitan llevar una vida cotidiana y normal como los humanos.
¿El perro está feliz?
Algunas personas podrían interpretar estas reflexiones como una crítica o un menosprecio hacia quienes aman a sus mascotas y desean compartir su vida con ellas. Nada podría estar más lejos de la verdad. El objetivo de este artículo es precisamente invitar a la reflexión sobre cómo podemos aplicar la empatía también con nuestros animales de compañía.
Demostramos nuestra calidad humana y afecto genuino cuando entendemos y respetamos las necesidades de aquellos a quienes amamos. Esto incluye reconocer cuándo nuestras acciones, aunque bien intencionadas, pueden no ser lo mejor para nuestras mascotas. Al permitir que nuestras mascotas vivan en un entorno adecuado para ellas, les demostramos el amor y el respeto que se merecen.
Al final del día, la verdadera empatía y amor incondicional se reflejan en nuestra capacidad de priorizar el bienestar de nuestras mascotas, lo que a su vez nos brinda la satisfacción y felicidad de saber que están bien.
El amor por nuestras mascotas va más allá de compartir momentos en espacios públicos adaptados para ellas. Se trata de entender y respetar sus necesidades naturales, brindándoles un entorno donde puedan ser felices y sentirse seguras. Solo así podremos decir que realmente les estamos ofreciendo el amor incondicional que tanto merecen.