Por Óscar Domínguez Giraldo
Cada año por estas calendas de junio, en Medellín muchos paisas sacan a bailar el Gardel que llevan dentro. Unos repiten el viejo estribillo: Gardel canta mejor todos los días. Alguien dirá que heredó un pedazo del avión en que se mató. Otro hablará de “esa ráfaga, el tango”. O definirá el género como una ópera de tres minutos.
El elegido Julio Rodas, recuerda que fue el reportero Antonio Henao Gaviria quien transmitió en directo para “El Mensaje” – primer noticiero radial de Colombia fundado en 1933 por su abuelo Gustavo Rodas Isaza- el accidente en que se mataron Gardel y sus amigos. Henao llamó por teléfono a dar la noticia, su abuelo acercó el teléfono al micrófono y “habemus” transmisión.
Este aplastateclas suele repetir con ropa distinta que leyó el libro “Gardel vive en Guarne” en el que a su autor, Ricardo León Peña-Villa, asegura que Gardel sobrevivió al choque de aviones en el aeropuerto Olaya Herrera y se fue a vivir el resto de sus días a ese municipio. (Alguien se robó mi libro).
Los chicaneros de ley recordamos que depositamos una furtiva nostalgia y dejamos “piantado un lagrimón” en el cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires, donde reposan sus restos. Uno que otro gato ronroneaba cerca del Zorzal.
Gardelómanos de cinco estrellas como los hermanitos Tobón y señoras, de Medellín, claro, dejaron una placa ante el monumento de Gardel en Toulouse, Francia. Que no falten selfis en el edificio donde nació. Claro, también han pasado varias veces por La Chacarita.
En su francés de bachillerato tradujeron la mínima placa que dejaron: “En esta casa nació el 11 de diciembre de 1890 Charles Romuald Gardes, quien sería conocido en el mundo entero con el nombre de Carlos Gardel”.
Me parecieron tacaños para el gasto los franceses para perpetuar la memoria de un artista de la dimensión de Carlitos. Guardadas las desproporciones, gastaron más plata mis paisanos de Montebello en la placa que pusieron en la casa donde yo nací: “Se forran hebillas y botones”.
Los Tobón, como Borges, quien donde nadie lo oyera cantaba “Polvorín”, de Gardel, son defensores a ultranza de la tesis francesista del Mudo. Ay del que diga lo contrario en su presencia.
Tampoco Uruguay ha hecho mucho ruido para reclamar la paternidad de Carlitos. El día que estuvimos en Montevideo no encontramos ninguna estatua de Gardel por donde pasamos hacinados en el bus. Solo encontramos su imagen en una artesanía de dos pesos.
En esto de la nacionalidad me quedo con la tesis del juglar Alejo Durán: Uno es donde lo quieren. O la del propio Gardel: La patria del artista “es donde oye aplausos”. Y cuando lo acosaban, se declaraba nacido en Tacuarembó, Uruguay.