Por Esteban Jaramillo
Finales del fútbol… Sin fútbol. Con el alboroto al límite de hinchas y periodistas por la paranoia arbitral. Los del pito otra vez protagonistas. Con exceso de retórica y justificaciones, valorando solo el veneno del resultado, por encima del espectáculo y la diversión.
Fútbol de pisotones, empujones, manotazos, reclamos e interrupciones. De matones, piscineros, pataduras, en el que prevalecen los más fuertes, groseros o gritones y no los de mayor calidad.
De calidad a propósito hay varios que resaltan en medio de la mediocridad. Como Bacca y Rodallega inoxidables con sus valiosos goles, en las victorias de Junior y Santa Fe.
O Mateo García y James Aguirre, en el reencuentro del triunfo en el Once Caldas, que reconcilió a Dayro con el gol. Johan Rojas, un chico de futuro inmenso en Equidad. ¡Qué bien juega! Aunque a su equipo no le alcanzó.
También Darwin Quintero, escurridizo delantero influyente en los triunfos del Pereira. Esta vez el balón golpeó su pierna menos hábil y terminó en la red. Así son los goleadores. Aguerrido, aunque perdió. Como dato curioso, jugó mejor con diez que con once, tras la expulsión de Hinestroza.
Impronosticable el torneo. Sin favoritos a pesar de los triunfos iniciales, porque se juega con irregularidad. Con la fiesta instalada en las tribunas. Con entrenadores que priorizan la seguridad en sus porterías por encima del riesgo de atacar con vehemencia para ganar.
El objetivo es no perder, en tantas ocasiones jugando mal. Todos tan calculadores, para evitar sustos y desgracias. Incapaces de ordenarse desde las ideas para dar golpes con autoridad.
“Tu tranqui, viejo”, en el fondo todo anda bien, afirman desde el perifoneo oficial. Claro, falta tela por cortar.
Pululan los hinchas en los estadios “mendigando fútbol”, gritando con angustia, como el famoso escritor Eduardo Galeano, “Una gambeta, por favor.”